La murciana Marina Ramos es la responsable de accesibilidad de C_M_8; la encargada de que el proyecto de Ana Mula, de cara a su presentación de este viernes en el Teatro Circo de la capital del Segura, pueda ser disfrutada por un público ‘universal’, independientemente de que en el patio de butacas haya personas con alguna discapacidad sensorial (sordos, ciegos, etc.). Hablamos con ella para conocer un poco mejor su trabajo en el marco del Festival Caleidoscopio, que desde sus bases fundacionales apuesta por montajes al alcance de todos.

En primer lugar, Marina (y para la gente que igual no lo tenga claro): ¿En qué consiste la ‘traducción accesible’ de un proyecto teatral como este?

Está enfocada a personas con discapacidad sensorial e incluye: para las personas sordas, el sobretitulado y la interpretación en lengua de signos, y para las personas ciegas, la audiodescripción y el touch tour o visita táctil.

¿En qué consiste el touch tour (que ya hemos podido ver estos días en representaciones como la de Mariana)?

Es un complemento a la audiodescripción. Básicamente consiste en habilitar un espacio antes de la función para que los espectadores ciegos pueden charlar con el equipo artístico y tocar los elementos escénicos, el vestuario e incluso el mobiliario del teatro con la idea de que puedan adquirir una comprensión más completa de la experiencia teatral que van a vivir.

El Festival Caleidoscopio, dentro de su vocación de acción social, ha apostado desde el primer momento por cerrar una programación que esté al alcance de todos los público (casi sin excepción); algo que, lamentablemente, no deja de ser algo muy poco habitual..., ¿no?

Bueno, en los últimos años estamos viviendo en Murcia un gran impulso de la accesibilidad en las artes escénicas. Creo que hay dos fenómenos que motivan este auge: por una parte, la gran apuesta que han hecho dos de los teatros municipales, el Romea y el Circo, para adquirir el equipamiento necesario para poder ofrecer este servicio –que estrenamos el pasado 1 de octubre con La perspectiva del suricato, de la Cía Deconné–, y, por otro, el nacimiento de plataformas como Acceso 44, impulsores del Festival Caleidoscopio, cuyo objetivo es, efectivamente, el fomento de la acción social en las artes escénicas. Aún así, estos son tan solo los primeros pasos de un camino que auguro será largo, pero fructífero.

Lucía Álvarez, protagonista de Mariana –que se representó el pasado fin de semana en el festival–, nos decía que participar en una obra adaptada como las que estamos viendo en este festival no cambiaba demasiado su forma de trabajar (simplemente tenía que estar disponible para el famoso touch tour). Entonces, ¿por qué cuesta tanto ver proyectos así? ¿Nos falta educación (o conciencia) en este sentido?

Es cierto que para los intérpretes no suele suponer mucho esfuerzo, pero sí tiene que haber una voluntad e interés claro por parte el equipo artístico y, sobre todo, por parte de la dirección y producción de los espectáculos. Claro, piense que esto exige involucrar a los asesores de accesibilidad en el proceso creativo... Solo de esa forma podemos aspirar al ‘diseño universal’, es decir, a una programación cultural concebida desde sus orígenes para todos. Además, como hemos visto, tiene que haber también una apuesta de parte de las instituciones por la accesibilidad porque los equipos necesarios suponen una inversión económica inicial considerable...

Igual para los intérpretes, directores y demás no supone un cambio demasiado grande, pero supongo que hacer accesible una obra no es sencillo. Cuéntame un poco cuál es tu cometido, cuáles son los frentes que tienes que abordar en una obra como esta.

Pues mira, en cuanto al sobretitulado para sordos, nuestro papel consiste en transmitir por escrito mediante una pantalla LED todo lo que se oye en el espectáculo: desde las intervenciones de los actores, los ruidos y la música hasta todos los matices de esos sonidos que puedan ser importantes para la comprensión y disfrute del mismo. En cambio, en la audiodescripción hacemos una traducción desde las imágenes a las palabras, describiendo en directo a las personas ciegas todo lo que se ve en escena a través de unos auriculares. Y, como te decía, el touch tour es un complemento a la audiodescripción para que los espectadores ciegos puedan disfrutar de una experiencia teatral lo más completa posible.

En cualquier caso, me imagino que C_M_8 –una pieza en la que hay danza, hay teatro, hay músico y hay vídeo– debe ser todo un reto en este sentido...

Pues sí. Pero es una maravilla poder enfrentarnos a piezas tan interesantes como esta; digamos que te da la posibilidad de poder explotar al máximo todos los recursos que nos ofrece la traducción accesible. Además, poder colaborar con un equipo artístico y técnico como este, convencido de la necesidad de ofrecer este tipo de servicios, hace que nuestro trabajo sea mucho más fácil y disfrutable.

Por último, Marina, dígame: ¿Por qué ha decido trabajar esta rama tan desconocida de las artes escénicas? ¿Qué le lleva a meterse en cuestiones de accesibilidad?

Yo soy investigadora del Departamento de Traducción e Interpretación de la Universidad de Murcia, y estoy especializada en el campo de la Traducción Audiovisual. En mi tesis doctoral, defendida en 2013, investigué el impacto emocional de la audiodescripción, y desde entonces desarrollo mi labor investigadora en este ámbito tan apasionante. En este sentido, el proyecto de Latrium (Laboratorio de Traducción Inclusiva de la UMU) me permite poner en práctica mis investigaciones y transferir el conocimiento desde la universidad a la sociedad; además, de esta forma también puedo ofrecer a mis alumnos una plataforma estupenda para aprender metiendo las manos en la masa y en un proyecto con clara vocación social. Todos salimos ganando.