«Un rellano de cualquier sitio -y sin el mayor atractivo aparente-, una escalera con poca vida... Pero es que en eso consiste el trabajo del artista: no en pintar cosas bellas, sino en pintar bellamente las cosas». La clave es, según el autor de la cita -el unionense Esteban Bernal-, saber encontrar el encanto escondido que hay en aquello en lo que fijamos la mirada, o en lo que enfocamos nuestra mente. «El arte, al final, es como si el artista nos prestase los ojos para ver las cosas de determinada manera; como hace un cineasta, por ejemplo, pero también un pintor. Por eso el arte es una experiencia; no es solo cosa de ver y aprender. El arte es vivir, sentir emociones..., de lo contrario, sería algo frío y sin demasiado valor», apunta.

Bernal acaba de salir de dar clase y charla con LA OPINIÓN sobre la tercera parte de su serie ArquiteXturas, que hasta el treinta de junio puede visitarse en la sala de exposiciones de la Fundación Pedro Cano de Blanca. Allí, de nuevo -como ya hizo en el Museo del Teatro Romano de Cartagena en 2017 y en el Palacio del Almudí en 2018-, el artista vuelve a descubrirnos una serie de espacios en los que perdernos ante la sutileza, ante la sugerencia; espacios con los que dialogar, en los que buscar refugio ante una vida frenética y que invita a lo superficial; espacios, claro, en los que detenerse y, simplemente, ‘estar’. Y de ahí a lo que cada uno encuentre en sus cuadros -y esculturas-, depende, afectivamente, de cada uno.

«Yo creo que la obra, cuando se firma, es como si dejase de ser tuya. La obra termina en la retina del espectador, y así debería ser siempre. Al final, si los pintores tenemos que apoyar con la palabra lo que hemos pintado es porque igual no hemos conseguido comunicar visualmente lo que pretendíamos; es, en cierto modo, un ‘fracaso’ con este medio de comunicación que es el arte», apunta el unionense, que apostilla: «Hay muchos artistas que son excesivamente teóricos y que si no abren la boca su obra no trasmite, y eso quizá dice mucho de la pobreza de este tipo de arte». A lo que sí puede responder es a cómo o qué cree que puede transmitir ArquiteXturas III: «Uno da lo que tiene. Yo he pintado estas obras en un estado de relajación, de recogimiento, de reflexión..., en definitiva, de ausencia de conflictos interiores, y pienso que eso, aunque yo no lo pretenda, es lo que se transmite. Igual a alguien le puede causar inquietud, nostalgia o pena, pero no creo... En cualquier caso, la conclusión que saque alguien que yo crea que ha dado en el clavo es tan válida como la del que piensa lo contrario», matiza el artista.

Y es que Bernal no despeja el misterio; ni debe, a tenor de su filosofía. «Mira, hay un texto que he colocado a la entrada de la exposición y que, creo, sirve un poco como clave para ayudar a entender el discurso. Es una frase que no había escuchado ni leído nunca hasta unas semanas antes de inaugurar en Blanca; fue leyendo un texto de Albert Einstein, que aparentemente no tiene nada que ver con la belleza o el arte -hablamos de una mente científica poco dada a la poesía-, pero que me cautivó. Dice así: ‘La experiencia más bella que puedo tener es el misterio. Es la emoción fundamental que se encuentra en la cuna del verdadero arte y la verdadera ciencia’. Y es verdad. Para mí, la buena pintura no solo tiene emoción, también misterio; te invita al diálogo, te sugiere. La evidencia es más débil que la sugerencia, que te invita a ir más allá», reflexiona el catedrático de Dibujo.

Precisamente, su condición de licenciado en Bellas Artes es, en cierto modo, causante de esta serie, en la que lleva trabajando desde 2015 y con la que, reconoce, se siente «muy cómodo». «Digamos que tenía como una deuda con la Arquitectura. Yo hasta última hora no supe si estudiar la carrera o hacer Bellas Artes; finalmente me fui a Valencia y opté por esta segunda opción, y aunque pudiera parecer que mi interés por la Arquitectura quedó relegado a partir de ese momento, siempre ha estado por ahí detrás durante toda mi trayectoria. Siempre he disfrutado mucho viendo determinadas construcciones, he participado con arquitectos en diferentes proyectos y en muchas de mis obras aparece la tercera dimensión», explica Bernal que, de hecho, acompaña las aproximadamente cuarenta pinturas -con técnica acrílica sobre lienzo, madera y papel- que componen la muestra con dos esculturas, una de ellas en homenaje a Vitruvio, autor del tratado de Arquitectura más antiguo que se conoce.

Sin embargo, cuatro años después, el unionense parece no haber saldado todavía su deuda. «A veces me lo pregunto: ¿Se le ha acabado ya la cuerda o todavía queda carrete?», reconoce, pero la conclusión siempre es la misma: «No sé cuánto le queda a esta serie, pero creo que todavía quedan habitaciones por registrar, pasadizos por descubrir y escaleras por subir; me encuentro bien y con recursos todavía para continuar», asegura el artista, que desvela que ya tiene galería y hasta fecha para ArquiteXturas IV: Chys, en Murcia, en noviembreArquiteXturas IV. En cualquier caso, tal y como ha demostrado ya con anterioridad, el qué no es lo más importante en su obra: «Yo siempre trabajo por series. Cuando estaba en la carrera, recuerdo que todos teníamos muchas ganas de terminar, pero a la vez sientes cierto vértigo; quiero decir: «¿Y ahora hora qué pinto yo aquí?», eso no se descubre en dos días... Veía que el lienzo en blanco me daba angustia, y que empleaba más tiempo en decidir qué pintar que en pintarlo, así que me propuse elegir un tema y empezar a trabajar así, por series. Bodegones, termas, el faro de Cabo de Palos, la Sierra Minera...», y ahora, lo que toca, es esto.

Porque al final, para Bernal, «el arte es una emoción de tipo freudista, una necesidad de belleza que quizá no tenga ninguna otra criatura; el arte nos hace más personas precisamente por esta condición. Cuando la humanidad no mira al arte -reflexiona- es como si se deshumanizase: se pierde esa sensibilidad, esa comunicación vivencial y la experiencia, esa caricia que toca directamente a nuestro espíritu». Así que, qué más da que ese espacio exista o no; que sea más o menos estético. La clave es transmitir, encontrar esas «luces, sombras, reflejos, que quizá son más importantes que el espacio en sí mismo». Por lo tanto, mientras haya luz y voluntad, la deuda seguirá sin verse saldada.