Medio Ambiente

El Mar Menor vuelve a ser capaz de 'respirar' por sí mismo

El IEO constata que la laguna cuenta todavía con una capacidad de autorregulación que le permite hacer frente a la entrada de nutrientes tóxicos, aunque pide no relacionarlo con un "síntoma de buen estado ambiental"

La mancha blanca vuelve a su forma original tras reducir su intensidad por las lluvias de primavera

La temperatura media del agua ha aumentado tanto en la superficie como a seis metros de profundidad

Mancha blanca del Mar Menor, fotografiada desde El Carmolí.

Mancha blanca del Mar Menor, fotografiada desde El Carmolí. / IVÁN URQUÍZAR

Alberto Sánchez

Alberto Sánchez

El Mar Menor no está bien, y va a tardar mucho tiempo en estarlo. Los colapsos ecológicos que ha sufrido la laguna en los últimos años llevaron a los científicos a constatar que este ecosistema había perdido toda capacidad de autorregulación y que su estado de salud quedaba a merced de cuántos nutrientes tóxicos entraban en el agua o de si los procesos de eutrofización podían derivar en un consumo elevado de oxígeno que terminara por matar a la fauna local. La laguna no encontraba la forma de hacer frente a todos los impactos que recibía y que sigue sufriendo.

Sin embargo, el último informe sobre el estado del Mar Menor elaborado por el Instituto Español de Oceanografía en su centro de San Pedro del Pinatar ha constatado una tendencia general a la estabilización de las condiciones ambientales de la laguna en los últimos meses. Es decir, los investigadores creen que la laguna "cuenta aún con efectivos mecanismos de transformación y control que taponan los efectos directos" de los vertidos de agua cargada de nitratos por las ramblas. Los últimos muestreos en la laguna reflejan bajos niveles de clorofila (que propicia el consumo de oxígeno por parte de las microalgas) y de nitratos disueltos en el agua, a lo que se suma una mayor transparencia y una "adecuada" oxigenación.

Pese a esto, los investigadores son claros con una cuestión: estos indicadores "no deberían interpretarse aún como un síntoma de buen estado ambiental" del Mar Menor. Y es que desde el IEO apuntan a que este mecanismo de autorregulación que parece haber recuperado la laguna "no impide que bajo determinadas condiciones no bien entendidas todavía, se movilicen los nutrientes en el ecosistema, dando lugar a 'blooms' fitoplanctónicos y episodios de agravamiento de la eutrofización".

Los investigadores del Centro Oceanográfico de Murcia creen que el desarrollo de enormes cantidades de biomasa de algas filamentosas, como las que se retiran de las playas; la "elevada capacidad" de las praderas marinas para consumir de nutrientes o la actividad del zooplancton han colaborado para que la laguna tenga "una aparente estabilidad". Esto puede tener un lado negativo, advierten, y es que si estos "mecanismos" dejan de actuar o son menos eficaces a la hora de eliminar nutrientes del agua, la albufera podría sufrir de nuevo "eventos extremos de agotamiento de oxígeno" como el ocurrido en 2021.

Las altas temperaturas del verano, que estos días han elevado el calor del agua hasta los 31 grados en el Mar Menor, pueden erosionar y mermar, incide el IEO, la eficacia de dichos mecanismos de control. "Por el contrario, si el actual estado aparente de estabilidad se mantiene a largo plazo, la mayor temperatura y disponibilidad de luz en el fondo podrían traducirse en la aparición de síntomas de recuperación de algunos componentes clave del ecosistema, como las praderas marinas". 

La mancha blanca vuelve a su estado original

El instituto oceanográfico continúa investigando la mancha blanca que se extiende en el centro-oeste del Mar Menor, y cuya superficie ha vuelto a su estado original tras suavizarse la intensidad de este fenómeno por las lluvias caídas en primavera. "Las características de la masa de agua blanquecina y su extensión volvieron a restablecerse" tras las precipitaciones. El IEO sí tiene claro que esta masa de agua blanquecina está relacionada con la entrada de agua cargada de nitratos por la rambla del Albujón. Determinan, a su vez, que su aspecto físico actual no es el mismo que el de hace unos años.

Esta clave permite sugerir a los investigadores que ha habido algún cambio producido por la aparición "de algún tipo de partícula orgánica y/o inorgánica capaz de reflejar la luz solar incidente, impidiendo que esta llegue adecuadamente al fondo de la laguna en esa zona". Esto último es lo que preocupa, ya que la vegetación que tapiza el suelo marino "es posible que esté desapareciendo en una parte significativa". En su informe, reflejan una preocupación por la mancha blanca si este fenómeno persiste y, además, aumentase de tamaño. "Hasta ahora ha sido muy limitada y estable", por lo que avanzan que continuarán estudiándolo.

Una tendencia ascendente de la temperatura

El IEO alerta en su análisis del Mar Menor en plena temporada de verano que existe una "tendencia ascendente" de la temperatura, según los datos que ha recabado en los últimos años. La temperatura actual alcanza los 31 grados, propiciado por la última ola de calor, otro fenómeno meteorológico cuya frecuencia preocupa a los científicos. Preocupa especialmente que la temperatura media del agua durante esta primavera haya alcanzado los 24,1 grados tanto en la superficie como a seis metros de profundidad cuando hace un año era de tres grados menos. "Los datos muestran un aumento de temperatura en toda la columna de agua", un fenómeno que también sufre el Mediterráneo.

Los niveles de pH, el grado de acidez del agua, también ha aumentado desde 2016 en 0,5 puntos, un incremento "altamente significativo". El instituto señala que "tanto en el caso de la temperatura como del pH, existe una alta probabilidad de que se alcancen umbrales de tolerancia fisiológica de alguna de las especies clave del ecosistema, como las que forman las praderas marinas de la laguna".

Respecto a la salinidad, el Mar Menor logra mantener unos niveles buenos aunque no hay que confiarse. Las cantidades se han mantenido por debajo de los 44 gramos de sal por litro de agua desde las lluvias torrenciales que se produjeron entre 2019 y 2020. La bajada de la salinidad podría explicar, para los investigadores, algunos extraños procesos biológicos como el desarrollo masivo de la ova verde, la desaparición de las nacras o la entrada y expansión de peces llegados del Mediterráneo y que se sienten cómodos en la laguna, como las sepias.

"No se puede atribuir a las medusas un papel de filtradores de agua"

Los investigadores Juan Manuel Ruiz del Oceanográfico de Murcia y Josep María Gili del Instituto de las Ciencias del Mar explican en el último informe del Mar Menor que no se les puede atribuir a las medusas un papel como filtradores o depuradores del agua. La morfología de este animal está pensada para capturar diminutos organismos, "pero no poseen órganos filtradores". Ambos científicos creen que el episodio explosivo de medusas este verano está por encima de las cifras registradas otros años, pero no son nada anormales.

Apuntan a que el crecimiento poblacional que ha tenido este verano la medusa conocida como 'huevo frito' se debe a un cúmulo de circunstancias que van desde el aumento de alimento (zooplancton), de la luz o la subida de la temperatura del agua, que favorece el desarrollo de estas especies de medusas. "Ahora bien, la elevada disponibilidad de alimento se encuentra relacionada con el proceso de eutrofización, que ha provocado el colapso y deterioro del ecosistema, por lo que no es posible considerar la presencia masiva de medusas como un indicador del buen estado de salud del ecosistema".

Ambos científicos apuntan a que, una vez cumplido el ciclo de la vida para las medusas que habitan este verano el Mar Menor, su descomposición podrían provocar un deterioro de la calidad del agua y del sedimento del fondo marino. Por otro lado, sus cuerpos pueden servir de alimento para otras especies, algo positivo. Otro punto es la incidencia negativa que tienen sobre las larvas y ejemplares jóvenes de pequeños animales como el caballito de mar.

Para concluir, Ruiz y Gili creen inservibles las redes antimedudas por su elevado coste y su cuestinada eficacia a la hora de evitar picaduras: "Las medusas se enganchan en las redes, se rompen y los trozos de la medusa, especialmente de los tentáculos, causan picaduras igualmente". Ponen en entredicho la retirada de estos animales del agua.