Sanidad

"Las cirugías para personas trans deberían ser urgentes"

Areu y Sandra son dos jóvenes de la Región que están ansiosos por terminar su transición: "Intento no salir en verano porque ir a la playa me da inseguridad"

Areu, este viernes en Cartagena.

Areu, este viernes en Cartagena. / Iván Urquízar

Jaime Ferrán

Jaime Ferrán

Cualquier espera es excesiva para quien no se encuentra en el cuerpo que le corresponde. Areu, de 20 años, puso una queja el mes pasado en el hospital porque lleva ya más de un año en la lista de espera para hacerse la mastectomía subcutánea (extirpación de los senos), cuando en enero de 2022 le dijeron que habría de aguantar seis o siete meses.

«La prioridad para las cirugías de personas trans es de nivel 3, es decir, que no son preferentes cuando, precisamente por ser personas trans, deberían ser urgentes», denuncia. Así lo hizo constar en su queja. Le llevan aplazando la fecha desde el último verano.

Las intervenciones de reasignación no son ningún capricho, ya que sin ellas, las personas trans no pueden hacer vida normal. «Yo tengo mi grupo de amigos de la playa, en Mazarrón, y quedo con ellos una vez por semana o cada dos semanas, a pesar de que se ven a diario, porque me da mucha inseguridad que se me note el pecho. Tiendo a quedarme en casa y no salir cuando lo que quiero, justamente, es socializar», explica.

Y los problemas pueden ser más graves. «Se nos dificulta todo. Incluso podemos perder el trabajo si salimos del armario como trans», añade.

La espera no es el único problema al que se ha tenido que enfrentar Areu. Para comenzar con la hormonación sufrió, asegura, «negligencias», ya que su médica de cabecera le envió a Salud Mental, donde le indicaron que ellos no recetaban las hormonas. «Volví y le indiqué yo mismo que me tenía que mandar a la endocrina, pero hasta que no se lo dijo su superior, no me hizo caso», recuerda.

Después, el psicólogo que lo tenía que tratar antes de comenzar con el tratamiento (entonces era obligatorio) se olvidó de hacerle el informe para el endocrino, por lo que tuvo que volver, «retrasando el proceso casi seis meses». Hasta 2020 no pudo empezar.

«En hombres trans hay pocos resultados buenos en las operaciones y eso me echa para atrás»

Echando la vista atrás, Areu se da cuenta de que siempre supo que era un hombre, aunque no se diera cuenta. «Habían cosas evidentes. Por ejemplo, con dos años, imitaba a mi padre mientras se afeitaba; le imitaba a él, no a mi madre», recuerda. Siendo más mayor, con cinco o seis años, le preguntaba a sus amigos por qué hacían pis sentados, «si es más cómodo hacerlo de pie». Fue más evidente cuando, al comenzar la pubertad, con 12 años, tuvo que elegir en qué grupo de voces ingresaba en la clase de música. «¿Dónde me meto yo?, pensé entonces. De todas formas, no lo exterioricé hasta los 14 años y no fui al médico hasta los 16, cuando mis padres terminaron de aceptar mi situación», añade.

No todas las personas trans pasan por el quirófano y, si lo hacen, no necesariamente modifican sus órganos sexuales. Areu está a punto de hacerse una mastectomía; y reconoce que ha tenido dudas sobre si ir más allá y hacerse una metoidioplastia para alargarse el clítoris sin hacer un injerto con tejido de otras partes del cuerpo. «Fue en momentos en los que tenía disforia genital, pero a día de hoy no sé si me la haría con seguridad». La faloplastia, por ahora, no está en sus pensamientos. «En hombres trans hay pocos resultados buenos y eso me echa para atrás», afirma.

Esperando la vaginoplastia

Sandra —prefiere no mostrar su aspecto— tiene 21 años. El pasado mes de diciembre fue operada del pecho y está en dos listas de espera para entrar en el quirófano y someterse a una orquiectomía (extirpación de los testículos) y a una vaginoplastia. Tiene clarísimo que quiere operarse «de todo», pero no hace tanto que no lo tenía tan claro. «Vivía como un chico homosexual, me negaba año tras año la realidad, hasta que ya no pude más».

Entonces comenzó su ruta por distintos médicos de la sanidad pública y privada para adelantar los tiempos lo máximo posible. «Mi primera consulta con un cirujano plástico fue en la Arrixaca, pero me ofreció unos implantes que no se iban a quedar bien en mi cuerpo porque soy muy delgada e iba a parecer que tenía dos melones», cuenta con mucho desparpajo. Sandra había ‘estudiado’ mucho antes de ir al hospital y sabía que se podían pedir prótesis ergonómicas. «Me lo sabía todo de memoria», reconoce. Así que pidió un cambio de profesional. Con la nueva cirujana tuvo más suerte y en menos de nueve meses ya estaba operada del pecho.

«Lo peor de ser mujer trans es el rechazo social, sobre todo por parte de hombres, para tener una relación sentimental»

Le queda la parte más complicada, la que afecta a sus órganos sexuales. «Normalmente se hace todo junto, pero yo quiero que me quiten cuanto antes los testículos porque me duelen desde que comencé a hormonarme» (algo que le ocurre a algunas personas). En este caso, lleva esperando desde agosto del año pasado, aunque le dijeron que la llamarían en tres meses. Para la vaginoplastia tendrá que esperar más, ya que le advirtieron de que había una lista de espera de entre un año y un año y medio. «La veo muy lejos aún», dice mientras ríe.

Sandra sabe perfectamente que se trata de operaciones que no tienen marcha atrás, pero eso no es algo que le asuste lo más mínimo. «Tengo ganas de que llegue ya porque es horrible la espera», explica. «Antes de operarme, no quería ni ir al aseo para no tener que vérmela. Me pasaba el día fatal, llorando», recuerda.

Para lo único que sí que reconoce que tiene «miedo» es para el postoperatorio: «Tengo miedo a no ser capaz de aguantar todo el dolor. Para el pecho lo he pasado fatal y no me quiero ni imaginar cómo se pasará ahí abajo. Por suerte, tengo apoyo familiar, que es muy importante para la recuperación».

A nivel emocional, «lo peor de ser trans es el rechazo social por parte, sobre todo, de hombres para tener una relación sentimental». No lo dice porque desde que comenzara la transición dejara de tener contacto con varones; al contrario. «Al principio, pensé que me quedaría sola el resto de mi vida, pero me equivocaba. Muchos hombres no dicen nada, pero van buscando chicas trans para mantener relaciones con ellas».

Y tiene muchos ejemplos de su éxito con los hombres. «Me abrí Tinder un verano y llegue a tener cientos y cientos de ‘Matches’ de esos; me quedé muerta». Pero la alegría le duró poco. Cuando les hacía saber que los quería conocer para «algo más», desaparecían. No hace falta ser trans para sufrir el ‘ghosting’ en las redes sociales. «Es como si por tener pene ya no pudiera conocer a sus familias o a sus amigos», lamenta.

Acabar con estas relaciones en las que nunca se profundiza es uno de los motivos por los que Sandra quiere operarse. «Tuve un novio al que no le importaba, al principio, que fuera trans; pero por la larga espera para la operación terminó cortando», señala.