Al menos en España, asociamos la palabra Navidad con celebración, vacaciones, regalos, familia y con comida. Pero no cualquier comida: cenas con ingentes cantidades de comida que, muchas veces nos llevan a aumentar nuestros kilos más de la cuenta, o a pasar algún que otro disgusto por empacho.

El caso es que es malo comer mucha cantidad, especialmente en esta época nos suele ocurrir porque estamos inundados de comidas copiosas y durante muchos días seguidos. Todos los alimentos se metabolizan a través del tubo digestivo, el hígado y los riñones, y, por tanto, las cantidades exageradas de comida constituyen un trabajo añadido a estos órganos y sistemas, advierten los expertos.

Asimismo, explican que, por otra parte, todo alimento que no es inmediatamente empleado se transforma en grasa y pasa a formar parte de las reservas calóricas; es decir, contribuye a incrementar el peso del individuo.

¿Empacho o indigestión?

A la hora de distinguir un empacho o una indigestión, lo más parecido a un empacho en terminología médica es la ‘ingestión excesiva de alimentos’, que provoca sensación de plenitud abdominal y puede acompañarse de malestar, náuseas, vómitos y, en ocasiones, de lo que se denomina como ‘síndrome vagal’: mareos, palidez, sudoración profusa, frialdad generalizada e incluso el síncope.

La indigestión no se corresponde con un solo cuadro. Lo más frecuente es que sea la consecuencia de una intoxicación alimentaria, de una condimentación exagerada a base de especias, o de un exceso de bebida alcohólica acompañando la ingesta, precisan los especialistas. Por ello, aconsejan sobrellevar este tipo de cuadros con mucha paciencia ya que, una vez que se desencadena el malestar, hay que esperar a que el organismo recupere el equilibrio. No es conveniente atender los consejos de quienes recomiendan provocarse el vómito para aliviar el malestar, porque eso produce otro tipo de daños en el esófago y en la faringe (e incluso en la tráquea y en los bronquios), a causa del ácido procedente del estómago.

Cómo regularnos en estas fechas

En estas fechas, como en cualquier otro momento del año, deberíamos ser mesurados en el comer y en el beber. No se festeja mejor con excesos, al contrario, pueden acabar aguándonos la fiesta. Lo realmente importante es lo que se festeja y con quién se festeja. El cómo se festeja es secundario y, en caso de excesos, contraproducente.

Cuanto menos se modifiquen nuestros estilos alimentarios cotidianos, mejor. Especialmente si se padecen enfermedades crónicas (cardiovasculares, respiratoria, digestivas, renales, entre otras), que pueden desestabilizarse por estos excesos y desembocar en una agudización incluso grave.

Sobre si conviene realizar más deporte en estas fechas para contrarrestar los excesos, hay que matizar que la práctica deportiva es siempre recomendable, adaptado a la edad y a las condiciones de salud de cada persona. Pero tratar de paliar los excesos con deporte puede ser peligroso si se opta por un nivel de ejercicio que no es el que estamos acostumbrados a realizar; mucho más si, habitualmente, optamos por el sedentarismo.

Los expertos insisten en que la norma para todo el mundo debe ser no alejarse demasiado de las costumbres cotidianas, tanto de comer como de hacer deporte, porque el organismo no siempre responde adecuadamente a las modificaciones bruscas de los hábitos.