El confinamiento estricto que arrancó en marzo de 2020 y duró meses hizo mella en multitud de parejas, por el desgaste que suponía estar juntas todo el día. Casi un año después de aquello, con las medidas anticovid algo más relajadas, en cientos de casas se ha pronunciado en alto la frase ‘quiero el divorcio’ y numerosos casos han llegado a los tribunales. Sin embargo, opinan los abogados que no tantos como tendría que ser: hay muchas parejas que ya son exparejas, pero que no formalizan la ruptura porque no tienen dinero para hacerlo.

Poner fin a un matrimonio con papeles de por medio puede llegar a costar unos 2.000 euros por cabeza. Si es de mutuo acuerdo, 3.000 euros a dividir, tal y como explican a esta redacción abogados murcianos especializados en temas de familia.

Los últimos datos que maneja el Poder Judicial indican que se ha producido una subida de las rupturas durante el tercer trimestre de 2020. En el caso de la comunidad murciana, constan 791 divorcios, un 18% más que en el mismo periodo de 2019. En el segundo trimestre de 2020 hubo 730 divorcios; en el primero, 779. En total, 2.300. Los datos del cuarto trimestre de 2020 está previsto que salgan el mes que viene.

En cuanto a las separaciones, constan 98 en 2020 en la Región.

Asimismo, hay en los tres trimestres computados 1.263 demandas sobre la guarda y custodia de hijos en común y pensiones de alimentos, de las cuales 460 fueron en el tercer trimestre.

«Una de las materias más problemáticas y sensibles a las que se puede enfrentar un abogado es el derecho de familia y en especial todo lo relacionado con divorcio, custodia y alimentos, no por la complejidad jurídica precisamente, sino por la carga emocional y afectiva», explica la abogada M.ª Dolores Sánchez.

La letrada detalla que «cuando un cliente acude a ti para que tramites su divorcio, busca la solución más inmediata y que en cuestión de días un convenio de mutuo acuerdo o en su caso una sentencia, regule lo que será su nueva realidad».

«Pero esto no es tarea fácil, ya que desde ese momento empezará una de las batallas más arduas de su camino y es ahí cuando el abogado no solo participará en la batalla, sino que de él va a depender que alcancen la paz», manifiesta al respecto.

Otra abogada especializada en Familia, Elena Pajares, destaca que «junto al coste emocional, afrontar un divorcio suele acarrear, además, una costosa cuenta económica».

«Y no es por ser, precisamente, de los trámites procesales más farragosos: de hecho, entre los procedimientos previstos por el derecho de familia, un divorcio de mutuo acuerdo es de las cosas más sencillas que hay», remarca.

Pajares considera que «la pareja que se ha divorciado civilizadamente, es una de esas leyendas urbanas que siempre está por verse, y lo habitual es que las parejas vivan un proceso en ocasiones conflictivo, en el que se extrapola al ámbito legal las diferencias personales, y se trate más de saldar cuentas que de organizar legalmente el nuevo status quo».

«Sin embargo, cuando embarcados en el procedimiento legal, se ven las orejas al lobo, y se empieza a ver que el final del divorcio contencioso está más lejos que la línea del horizonte, que se encadenan oposiciones a las demandas, con recursos e impugnaciones… hasta los más guerrilleros empiezan a recoger velas, ante el suma y sigue de los euros que supone dar la réplica», apunta la letrada. Elena Pajares precisa que «para pleitear hay que tener dinero y paciencia. Y en tiempos de crisis, más aún en tiempos de covid, la paciencia está agotada y el dinero es mejor guardarlo».

«Cada vez son más los clientes que preguntan ‘con qué me puedo conformar’, o que buscan directamente un acuerdo de mínimos, antes que arriesgarse a salir escaldado. Como dice el refranero, sabio hasta en eso, más vale un mal acuerdo...» dice.

El abogado murciano José Manuel Hernández Benavente explica, por su parte, que «en mi despacho profesional y en el de otros colegas de profesión hemos notado que los casos han descendido drásticamente» por culpa de la covid, «ya que llevamos un año soportando ERTE, ERE aumento de paro, cierre de comercios, bares, cese del turismo, etcétera».

«Ello hace que matrimonios o parejas no casadas con hijos se esfuercen en convivir por ahorrarse el gasto económico que un procedimiento de esta índole conlleva o lo posterguen, porque de momento no se lo pueden permitir ambos o uno de ellos», detalla el letrado, al tiempo que apostilla que «las solicitudes de justicia gratuita en general han aumentado y, en particular, en este caso también».

Preguntado por cuánto puede costar este tipo de procedimientos, el letrado dice que «según los criterios orientativos,un divorcio puede costar por persona de 1.200 a 1.900 euros por persona, y ello sin liquidación del régimen económico matrimonial». «Es decir, solo el divorcio, si la pareja está casada en gananciales y hay que repartir el patrimonio, valorarlo y liquidarlo… se podría incrementar la cantidad hasta en un 25% del patrimonio del cónyuge que se representa», comenta. «Y todo ello sin procurador, profesional cuya intervención es preceptiva, o de economistas, tasadores de muebles e inmuebles u otros peritos».

Su esposa le pidió separarse el mismo día que se decretó el estado de alarma

Nada más empezar el confinamiento durante la primera ola del coronavirus, un vecino, llamémosle Andrés, estaba preparando una fiesta sorpresa de cumpleaños para su mujer. De improviso, encontró con que su ella le anunciaba su intención de dejarle y le presentaba una demanda divorcio, justo la misma mañana en que el Gobierno preparaba desde Madrid la declaración del estado de alarma. No solo tocaba cancelar la celebración, sino ponerse con la tramitación de la separación.  La disolución matrimonial se gestó con encuentros entre los abogados en aparcamientos que se intercambiaban la documentación para el divorcio. Éste es un caso real de uno de los divorcios durante el estado de alarma. 

Los juzgados estaban cerrados y solo se admitían asuntos de urgencia. Las incertidumbres de aquellos días se han prolongado con los sucesivos rebrotes y todo parece estar rodeado de una calma tensa.