Cientos de personas, en su mayoría mujeres, se concentraron ayer en las ciudades de Murcia, Lorca y Cartagena para protestar por la puesta en libertad de los cinco componentes de La Manada, condenados cada uno a nueve años de cárcel por abusar de una joven en los sanfermines del año 2016. La condena no es firme y la Audiencia de Navarra (el mismo tribunal que les impuso las penas) autorizaba el pasado jueves que los cinco pudiesen salir de prisión, tras depositar una fianza de 6.000 euros cada uno de ellos.

La resolución judicial generaba, nada más hacerse pública, una oleada de indignación entre colectivos feministas, políticos y una gran parte de la opinión pública en general, que se materializó en la convocatoria de estas concentraciones. «La Justicia les ampara, las feministas respondemos», se podía leer en los carteles en los que se anunciaban las movilizaciones, carteles en los que destacaba la etiqueta #NosotrasTeCreemos, para mostrar apoyo a la víctima de La Manada.

En concreto, la concentración de Lorca fue en la Plaza de España. La de Cartagena, en la Plaza del Icue. En Murcia, las personas que consideran injusta la salida de la cárcel de los condenados volvieron a citarse en Belluga, mismo lugar donde, tras conocerse la sentencia, se reunieron para clamar que «no es abuso, es violación» lo que pasó en aquel portal en julio de hace dos años.

La Asamblea Feminista de la Región de Murcia respaldó la convocatoria porque «si tocan a una, nos tocan a todas» y «La Manada somos nosotras», en referencia a las mujeres de toda España (y del mundo) que han mostrado su apoyo a la víctima.

Desde la Plataforma Colombine, de Mujeres Periodistas Feministas de la Región de Murcia, subrayaron que lo que aconteció en los sanfermines de 2016 «es violación», al tiempo que recalcaron que «la libertad de las mujeres no tiene precio». «Queremos pisar tranquilas las calles. La cárcel es el único lugar posible para La Manada», destaca este colectivo, que también estuvo presente en la concentración en Belluga.

Se sumó a la indignación la asociación Ni Peras ni Manzanas, que agrupa a mujeres bisexuales y lesbianas de la Región. «Nos humillan, nos victimizan, nos juzgan y, después de la condena y nuestro calvario, los dejan en libertad», lamentan desde este colectivo, que considera que «no estamos seguras, no somos libres» con La Manada fuera de la cárcel.

Desde Podemos en la Región respaldaron la protesta porque, afirman, están «al lado de las personas feministas que reclaman el fin de la Justicia patriarcal».

Dos de los tres magistrados que componen la sala 203 de la Audiencia de Navarra hicieron valer su mayoría de voto para que saliesen de la cárcel los cinco condenados. Solo el presidente de la sala, José Francisco Cobo, emitía un voto particular discrepante que abogaba por mantener la prisión provisional.

En Cartagena se concentró alrededor de un centenar de personas. La formación política Cartagena Sí Se Puede emitió un comunicado en el que consideró está decisión «como una burla a todas las víctimas de la violencia machista, y a todas las mujeres». En la protesta, las personas concentradas portaron pancartas en las que se podían leer mensajes como ´mi cuerpo no se toca´, ´lo contrario al feminismo es la ignorancia´ o ´no nací mujer para morir por serlo´, entre otros clamores.

En la capital murciana, donde se reunieron cientos de personas, se vieron carteles con consignas como ´de camino a casa quiero ser libre, no valiente´ (en una cartulina rosa que portaba una niña); ´con o sin ropa, mi cuerpo no se toca´ y ´hermana, yo sí te creo´. Clamaron que «la Justicia patriarcal es la que ha dejado libre a La Manada». Una mujer portaba una ilustración en la que se veía a una joven a la que agarraban los brazos de cinco hombres, mientras que la mano de un juez le tapaba la boca. Megáfono en mano, mujeres tomaron la palabra e informaron a los presentes de que hoy, sábado, tendrá lugar, también en Belluga otra concentración. Será para apoyar a las temporeras de Huelva que denunciaban recientemente haber sufrido abusos sexuales en su trabajo. Claman por las «condiciones de esclavitud» en la que viven las jornaleras, especialmente las procedentes de Marruecos, en fincas de Andalucía.