El salesiano Narciso Lozano ha llegado recientemente del País Dogón, uno de los lugares más arrinconados y mágicos de Malí, donde la Fundación Polaris ha concentrado sus esfuerzos. El objetivo para 2010 es construir un pozo, una maternidad y una escuela para la aldea de Pongono.

Después de 20 años "dando más a los que la vida ha dado menos", el salesiano Narciso Lozano aún tiene intacta la capacidad de sorpresa: "¡Las necesidades son ingentes, descorazonadoramente inabarcables!". Es lo que ha corroborado de nuevo en su último viaje a Malí, el país de las mil lenguas al que dedicó sus últimos años de vida "un hermano de corazón", Pedro Roca Saura, ex gerente de Ifepa y presidente de honor de la Fundación Polaris, y donde habita desde tiempos remotos la etnia dogón, un pueblo aislado del mundo y empeñado en sobrevivir. ¿Por qué la Fundación ha volcado sus esfuerzos en este lugar perdido de África Occidental?

Porque cada vez que bajamos a la falla de Bandiagará y llegamos a las aldeas del País Dogón te duele el alma y se te cae todo. Los accesos son extremadamente complicados, no hay rutas ni pistas señalizadas y allí sólo puedes acceder en camioneta y con un guía.

¿Qué pasa si hay una urgencia?

Las parturientas tienen una media de diez hijos y cuando enferman las sacan en carro o en bicicleta y el punto sanitario más cercano a veces está a más de 20 kilómetros. Los niños tienen que andar muchas horas para ir a por agua o a la escuela. Desde la Fundación Polaris nos hemos volcado con ellos gestionando proyectos modestos para construir pozos de agua, dispensarios médicos, maternidades y escuelas básicas en un territorio donde hay necesidades de supervivencia y donde la inmensa mayoría de la población es analfabeta.

¿Cómo surgen los proyectos?

En Malí hemos financiado 18 acciones. Todos los años hacemos viajes a Malí para supervisarlos y siempre volvemos con una nueva propuesta. No financiamos ningún proyecto sin haber visto antes in situ las necesidades. Por ejemplo, en febrero hemos estado en Tabitongo, una aldea de 1.700 habitantes donde hemos construido una maternidad-dispensario y un pozo de subsistencia de 70 metros de profundidad junto a una escuela para que las madres recojan el agua mientras llevan a los niños a la escuela.

¿Cómo saben dónde hay agua?

Los dogones utilizan zahoríes que descubren manantiales y corrientes subterráneas en el desierto y los pozos se hacen siempre en terrenos municipales. Tienen un brocal de un metro de altura para que nadie caiga dentro y un abrevadero para los animales. La falta de higiene provoca enfermedades e infecciones de carácter parasitario y mucha gente muere en Malí de malaria y paludismo porque no tienen acceso ni a una sanidad elemental.

¿Qué planes tienen para 2010?

Estando en Tabitongo nos buscaron las autoridades de la aldea de Pongono, que tienen las mismas necesidades, y vamos a construirles un pozo -20.000 euros-, una maternidad -40.000- y una escuela -30.000-. Si conseguimos financiación para estas tres obras nos damos por satisfechos. Alrededor de estas aldeas viven unas 10.000 personas y es curioso que hay algunas que están a menos de dos kilómetros y no se entienden porque tienen dialectos distintos.

¿De dónde obtienen los recursos para financiar las acciones?

Tenemos 250 socios que aportan al año 30.000 euros, y organizamos rifas y loterías. La compañía Polaris colabora gracias al entusiasmo de Pedro García Meroño. En el VI Memorial Pedro Roca se recaudaron 8.000 euros a beneficio de la Fundación, de la asociación La Herencia y de los Amigos de Malí.

Además del sufrimiento, ¿qué le ha enseñado el País Dogón?

Pues valores como la solidaridad. Es un pueblo que comparte la desgracia. En estos sitios es donde mejor he visto practicar el Evangelio porque en Europa hay mucho fariseísmo e hipocresía. Mi afán ha sido crear una sensibilidad en la gente para que no se sientan indiferentes ante las necesidades de los demás, ya sean cristianos, animistas, protestantes o musulmanes. Esa es mi mayor satisfacción.