El 25 de noviembre se celebró el Día Internacional Contra la Violencia de Género. Cuando se han cumplido diez años de la entrada en funcionamiento de los juzgados especializados en violencia sobre la mujer, los expertos aplauden que la ley da una respuesta específica a las víctimas pero advierten de la prevalencia de estereotipos y comportamientos machistas que impiden erradicar esta violencia de manera significativa En lo que va de año, la violencia de género ha dejado ya 48 mujeres muertas y 42 menores huérfanos. Si contamos desde 2005, ya van 671 mujeres asesinadas. En estos últimos diez años, unos 300.000 maltratadores han sido condenados en España, una cifra que pone los pelos de punta.

No voy a entrar en si el término de violencia machista o violencia de género es más o menos adecuado. Tampoco voy a entrar en si existen mujeres que hacen denuncias falsas y amenazan a sus parejas con denunciarles o quitarles a sus hijos, porque de todo hay en la viña del señor. Lo que es evidente de manera aplastante es que la violencia la ejercen los hombres sobre las mujeres en todos los ámbitos, países y razas. Las mujeres „por norma general„ no violan a hombres ni abusan de su superioridad laboral para obligarles a tener relaciones sexuales ni les manosean el culo en el trabajo ni los acosan. Eso lo hacen los hombres con las mujeres.

Con respecto a la violencia de género existe una cierta hipocresía social. Lloramos por las víctimas, pero no hacemos nada para que no las siga habiendo. En ese sentido, hay tres aspectos sobre los que tomar medidas. En primer lugar, la violencia de género de baja intensidad está absolutamente normalizada dentro de la sociedad. Una mujer sola por la calle puede ser víctima de las obscenidades de los obreros del edificio de enfrente, del camarero de turno y del baboso de la esquina. Incluso hay mujeres que lo aceptan como algo normal e incluso deseable. Sin embargo, ese es, sin duda, el germen que normaliza la sumisión sexual y moral de la mujer al hombre. Por muy guapo que uno sea, a ningún hombre le apetece que una desquiciada le vaya detrás diciendo que le va a comer esto o aquello. Sin embargo, los hombres lo hacemos, lo comentamos entre nosotros y (por si no fuera ya repulsivo de por sí) nos reímos.

En segundo lugar, ni yo „ni creo que nadie que esté cuerdo„ entiende cómo un maltratador, un acosador, un violador, un pederasta puede estar en la calle como si tal cosa. En nuestro país podemos encontrarnos por la calle o viviendo al lado de nuestra casa a delincuentes con una veintena de robos a mano armada, a violadores reincidentes, a pederastas reconocidos, a maltratadores agresivos sin que la Justicia haga nada. La Policía los detiene una, dos, tres y cuatro veces y la Justicia se encarga de ponerlos de nuevo en la calle. No creo que eso ayude a rebajar el número de víctimas. Para finalizar, según un último estudio aparecido hace unos días, resulta que nuestros jóvenes son más machistas que sus padres y aceptan este tipo de conductas como algo normalizado. Incluso las chicas. Sin duda, algo está podrido en los valores de nuestra juventud, futuros ciudadanos „por cierto„ de esta sociedad.

Ninguna persona que utilice la violencia para ejercer su poder sobre otro „especialmente sobre otro al que dice amar„ debe convivir entre nosotros. La sociedad y la Justicia debe preocuparse únicamente de defender y proteger a la víctima, jamás al verdugo. A fin de cuentas, la prevención es el arma ideal para erradicar cualquier problema; una vez que crece, lo demás es solo lamentar. Lo hemos visto ya en demasiadas ocasiones como para no aprenderlo.