La industria cervecera alemana le ha dicho por escrito a Angela Merkel que no quieren fracking porque podría contaminar las aguas que utilizan para fabricar su cerveza, sometida a estrictos controles de calidad, según ha publicado la prensa alemana esta semana. Y ella defendía públicamente el pasado martes la protección del agua potable en las solicitudes de extracción de gas esquisto diciendo que "debemos hacer todo lo posible para no tener riesgos ambientales" y "necesitamos ver si podemos encontrar una manera para que el tema del agua sea muy respetado" como publicaba el diario Bid de Berlín.

Los que nos oponemos a esta técnica de 'rompe y rasga' de estratos para extraer gas no convencional, sin rentabilidad conocida en Europa -como dice un informe del Parlamento Europeo-, vemos ahora la posibilidad de que la cordura sobre este asunto pueda empezar a fluir y a 'trasvasarse' desde el Rin hasta el Segura.

Aquí, en Murcia, nuestra industria puntera es la hortofrutícola, que también exporta agua, principalmente a Europa, y que facturó en 2012 casi 3.600 millones de euros, un 15% más que el año anterior (según el Icex). Agua contenida en los tejidos vegetales de las lechugas, brócolis, alcachofas, naranjas y en las bebidas envasadas.

Por tanto, seguro que no solo nuestra apreciada Estrella de Levante, sino toda la industria agroalimentaria murciana en general estará ya interesándose en 'por donde van los tiros' en esto del fracking, que sus homólogos alemanes no quieren para ellos. No caerán en el engaño de considerarlos otros frikis más, éstos del nuevo grupo de los 'cervezo-flautas'.

Y motivos para la intranquilidad tienen:

Geográficos: el permiso de investigación de hidrocarburos autorizado por el Consejo de Gobierno de Murcia conocido como Escorpio, que prevé la ejecución de sondeos donde se tendrá que practicar fracking -para poder cubicar las reservas de gas que se puede extraer- incluye parajes de Calasparra cercanos al río Segura.

Geológicos: pliegues apretados y fallas que cuartean hasta cinco acuíferos superpuestos ceden el agua subterránea al río en Almadenes y en el Gorgotón, Cieza.

Físicos: la técnica consiste en romper la roca con explosivos y agua a la presión de hasta setecientos kilos-fuerza por centímetro cuadrado, para liberar las burbujas de gas que contienen, presión equivalente a la de una columna de agua de siete kilómetros de altura. Esas roturas pueden provocar terremotos y nuevas fallas cuya longitud y trazado nadie puede adivinar.

Químicos en el fluido de inyección: en torno al 2% de las casi 40.000 toneladas de agua que se pueden llegar a inyectar por pozo contiene productos altamente tóxicos para la salud humana incluso en muy pequeñas proporciones; hablamos de la acrilamida, benceno, isopropilbenceno y naftaleno, entre otros. Hay cancerígenos, mutágenos y degeneradores reproductivos. Y solamente volvería a salir al exterior, y en el mejor de los casos, la mitad de esa mezcla. El resto -entre 20.000 y 30.000 toneladas inyectadas por pozo- se quedaría por ahí abajo.

Químicos en el fluido de retorno con el gas: que puede movilizar de las rocas elementos radioactivos -radio, torio, uranio, gas radón- y metales pesados como el arsénico, plomo o mercurio.

Fallos constructivos: en las cementaciones y entubaciones de los sondeos, que puede dejar 'poros' abiertos por donde el fluido circulante contamine las aguas de los acuíferos atravesados.

Resumiendo, ese terrorífico 'cóctel', bien entrando o bien saliendo, puede fácilmente ponerse en contacto con las aguas subterráneas que se encuentran contenidas en el interior de las rocas a altas presiones de confinamiento, migrar hacia la superficie a través de fracturas, como ya lo hacen de forma natural, y conectarse con las aguas de los cauces fluviales que usamos para beber, producir hortalizas, zumos o cerveza.

En la última reunión anual de la Sociedad Geofísica Alemana (DGG), los investigadores proponen declarar 'libre de fracking: a) las regiones donde se obtiene el agua potable, b) los depósitos de gas situados por encima de mil metros, con el fin de mantener la distancia a las aguas subterráneas, y c) las áreas con fallas que lleguen hasta el suelo y que pueden servir como canales ascendentes para el fluido de fracturación hidráulico, según ha publicado también la prensa alemana.

Tampoco les dejará más tranquilos a nuestros empresarios murcianos el saber que la Ley de Aguas no permite la inyección de contaminantes en el terreno, y que antes de inyectar habrá que tener estudios de impacto ambiental favorables; pues también lo tiene el recientemente inaugurado oleoducto Cartagena-Puertollano, que pasa por debajo de las aguas del embalse del Cenajo a la altura del puente de Híjar (Férez) y que es el segundo ya en cruzarlo por el mismo sitio. Del primero, en funcionamiento desde finales de los 90, mejor no me acuerdo ahora.

Otro estudio de impacto ambiental aprobado, el del derogado entubamiento del río Segura desde el Cenajo, con el proyecto de construcción de una potabilizadora a pie de presa para consumo humano de agua, omitía que las aguas del propio embalse que iban a depurar eran atravesadas bajo tierra por esos dos oleoductos.

Termino diciendo que son demasiados riesgos ya para el agua de Murcia, de la que depende la industria agroalimentaria -que es el 34% de la producción regional-, el 28% de los puestos de trabajo y el 41% de nuestras exportaciones. A no ser que haya un 'plan B' para fabricar lechugas con agua desalada, que no creo.