Cuando alguien secuestra a una persona, para pedir después el pago de un rescate, se sabe quién es el secuestrador y quién el secuestrado.

Con la decisión tomada por el Gobierno de Mariano Rajoy, el sábado pasado, a exigencia del Fondo Monetario Internacional, del Banco Central Europeo y de la Comisión Europea, se han confundido los términos. Dicen que rescatan a España cuando están salvando a los bancos que provocaron el inmenso problema que ahora vivimos. Dicen que nos rescatan cuando hipotecan los recursos del Estado para decenas de años en los que la prioridad no será asegurar servicios e inversiones públicas para mejorar nuestra vida, sino pagar este nuevo préstamo que se nos vende como muy beneficioso.

Se nos ha convertido en avalistas a la fuerza de una panda de desalmados, cuya actuación y existencia sería inexplicable sin la turbia connivencia entre los cargos políticos de todo nivel, los aventureros inmobiliarios y la banca financiadora de apuestas y proyectos imposibles. El ministro Luis de Guindos se empeñó en decirnos que es un préstamo sin contraprestaciones. En «muy buenas condiciones», según sus palabras, y ahora resulta que no tenemos ni idea de cuáles son estas condiciones.

Aparte de las declaraciones contradictorias entre cargos de la UE y representantes del Gobierno, lo único que sí está claro es que el Estado español debe responder de la devolución del préstamo y de sus intereses.

En cuatro años no ha pasado mes en que el Servicio Público de Empleo Estatal (antiguo INEM) no nos informe de un nuevo aumento de la cantidad de personas paradas. Últimamente, los viernes se viven con temerosa ansiedad por saber cuál va a ser la próxima decisión gubernamental: recortes en servicios públicos esenciales como educación, sanidad, pensiones o dependencia, privatización de empresas públicas con futuro y beneficios, facilitación del despido y rebaja de las condiciones laborales, colectivización de las deudas y agujeros provocados por la mala gestión de bancos y cajas€

Tampoco pasa demasiado tiempo entre las diferentes informaciones que nos dan a conocer cómo altos directivos de diversos organismos y entidades, supuestamente vitales para el sostenimiento de nuestra democracia y de nuestra economía, haciendo de su capa un sayo y del dinero público su particular objeto de mangoneo, salen tan campantes, con el rostro impertérrito (supongo que el cemento es poco flexible) cuando se les piden explicaciones.

Da lo mismo que sean de la Casa Real, del Consejo Superior del Poder Judicial, dirigentes de Bancos y Cajas de los que hemos de pagar su rescate, o gobernantes de distintos niveles: locales, autonómicos o estatales. No pasa nada.

Una persona parada, con familia y que no puede pagar la hipoteca que le vendieron, irá a la calle y seguirá debiendo su préstamo. Pero si, teniendo contactos y altos ingresos, defrauda, se enriquece o hunde la economía, no pasa nada. Sólo una molesta presencia de cámaras y prensa que sacan a la luz, por breves momentos, sus injustificables actuaciones, aunque algunas de ellas sean de total legalidad en este mundo donde la castigadora justicia sólo es para la gente de a pie.

Usted puede ser presidente de Gobierno incumpliendo el programa con el que ganó las elecciones y seguir teniendo altos ingresos por una actividad que no ejerce. Usted puede dirigir un banco, puesto a dedo, con un salario inimaginable para el común de los mortales sumado a una pensión indecente ante las míseras que cobra la mayoría de las personas jubiladas. Usted puede valerse de su posición para hacer negocios o irse de vacaciones cinco estrellas a costa del presupuesto público. Usted puede hundir una caja de ahorros, cobrando por ello sus buenos sueldos, dietas y despidos millonarios. O también puede, tras ser elegido a dedo y con un altísimo salario, dirigir un banco que nos va a costar un riñón a cada persona de este país y no ser investigado por mentir sobre sus cuentas. Usted puede ser presidente de una Comunidad Autónoma e hipotecar sus presupuestos con infraestructuras megalómanas, como aeropuertos de los que no despegará ningún avión. Usted puede hacer fortuna traficando con armas y, con suerte, un Gobierno fiable y un 10%, lavar su dinero negro.

Hace casi cuatro años, en un artículo publicado en este periódico, ya avisaba que estaban pagando la crisis quienes nada tenían que ver con ella. Lo que no imaginaba es que quienes la provocaron se iban a reír de la ciudadanía, seguirían enriqueciéndose y que el sistema no iba a hacerse ni un ligero lavado de cara. Al contrario, no se arrepienten de nada de lo hecho en los tiempos del «España va bien» y de «la Champions Ligue», cuando cavaban, en realidad, el agujero para enterrarnos.

Ahora, y más con la intervención a que nos han sometido, tenemos a quienes se envuelven en la bandera, desviando la atención hacia cosas tan trascendentales como el fútbol o el Peñón de Gibraltar. Se provocan artificialmente polémicas inexistentes para alejar la lupa de engorrosas investigaciones o explicaciones que consideran innecesarias: total, si sólo se trata de nuestro futuro colectivo.

Que no se equivoquen. Aunque parezcan lentas, llegarán la verdad y la respuesta ciudadana a todas estas indecencias. La Historia no los absolverá. Espero que la Justicia, tampoco.