«El huertano hace su Bando/ y se lo da a la ciudad/ va contento desfilando/ dando el amor y bondad/ que del alma va sacando». Estos versos de ´El Cardoso´, repartidos impresos por la peña El Carro, resumen perfectamente la esencia del cortejo del Bando de la Huerta, que en la tarde de ayer se echó de nuevo puntual, como cada ´martes de Pascua´, a las calles de Murcia, en las que decenas de miles de personas, una gran mayoría ataviadas con trajes regionales, revivieron los tiempos de antaño con un homenaje a lo tradicional único en el mundo.

Lecheros, lavanderas, esparteros, trilladores o bolilleras haciendo demostraciones de sus ocupaciones, el llamativo conjunto de los ´oficios de bicicleta´, los grupos folclóricos bailando jotas, seguidillas y fandangos 'in situ' o los tradicionales carromatos repartiendo viandas ´a pajera abierta´ (expresión coloquial que significa sin medida). Todos ellos volvieron a poner la magia a un desfile que no pierde su esencia.

Una de las novedades de este año fue una carroza en la que el centenario trovero Tío Juan Rita no paró de pronunciar versos y ripios por todo el recorrido. Además, la representación de los oficios huertanos, que tuvieron mucha más presencia que nunca, se reforzaron con un mayor número de ´currantes´ ordeñando, haciendo encaje de bolillos, pisando uva para vino o deshilachando la seda de los capullos de los gusanos para que una de las más ´pujantes´ (en su día) de las actividades comerciales murcianas no se pierdan nunca.

Minutos antes de las seis, y como es tradicional, el cortejo salía desde el barrio del Infante. Durante su recorrido, que se inició en la avenida San Juan de la Cruz y que transcurrió por las calles Mozart, Torre de Romo, Sacerdotes Hermanos Cerón, Alameda de Colón, Canalejas, plaza Camachos, Puente Viejo, Gran Vía, plaza Fuensanta, Constitución, plaza Circular, Alfonso X, Gutiérrez Mellado y José Tapia Sanz, los murcianos y turistas esperaban con ganas el paso del cortejo huertano.

Los animales de tiro (caballos, bueyes o mulas) eran lo más esperado por los más pequeños, como explica Antonio Orts, un vecino de Elche, quien acude cada año con su esposa y sus dos hijos, de 8 y 12 años, a Murcia para seguir en directo el desfile del Bando. «Pido libre en el trabajo, porque me encanta el Bando, comemos en una barraca y traigo a mis hijos para que vean los animales y los carros, que les encantan. El único problema es que es casi imposible aparcar en la ciudad y hemos tenido que dejar el coche a casi 2 kilómetros de aquí -se encontraba en el Puente Viejo-», comentaba.

Las motos Guzzi, con más de medio siglo de antigüedad cada una, rugían y los niños se iban entusiasmando. Las banderas de las peñas abrían el desfile y los espectadores iban tomando asiento ordenadamente para no perder ni un detalle.

Lupe y Diana, dos chicas mexicanas que están haciendo una ruta para conocer España que ayer las llevó hasta la ciudad de Murcia, cogían nerviosas sus cámaras para inmortalizar con detalle todo lo que pasaba en el Bando. «Queremos tomar muchas fotos para enseñarle a nuestras familias las tradiciones españolas. Una amiga que vino hace diez años nos recomendó que viniésemos a Murcia esta semana y nos quedaremos hasta el domingo, queremos ver también el Entierro de la Sardina», explicaban.

Mientras, continuaba el desfile con los tradicionales cabezudos ataviados con trajes de la huerta, una carroza con bellas muchachas montadas en gusanos de seda o los habituales ´oficios de bicicleta´, de Alquerías, cuyos profesionales explicaban gustosamente a los curiosos en qué consistía ser un ´recovero´ (que vendía pollos, gallinas u otros animales por las casa de la huerta desplazándose en su rudimentario medio de transporte), o que los esparteros hacían «maravillosos» capazos, cinturones e incluso corbatas de esa planta tan típica en la Región.

Los carros tirados por caballos, bueyes o burros; los carruajes techados con sus orgullosos ocupantes saludando a los conocidos o los desconocidos desde su atalaya de lujo; la carroza de la Reina de la Huerta y sus Damas, saludando sin parar entre claveles y rosas, y las carrozas desde las que se lanzaban miles de kilos de morcillas, bocadillos, pasteles de carne, sombreros de paja, habas y los deseados botes de ´agua de Espinardo´ (cerveza Estrella de Levante). Todos cumplían con su tradición, y los tumultos de gente pidiendo su ración ponían la esencia para culminar un homenaje a la huerta de la vega del Segura, que no pasa nunca de moda y que es una de las fiestas españolas de Interés Turístico Internacional que, sin duda, más curiosidad despiertan.