Es la tercera declinación de la familia i20, después de la versión de base de cinco puertas y la de tres -Coupé-. La que tratamos se denomina Active y eleva dos centímetros más los bajos del suelo y añade unas protecciones en todo el perímetro inferior de la carrocería.

El Hyundai i20 Active se vende con un catálogo mecánico más concreto que el modelo de base y consiste en un propulsor diésel 1.4 CRDI de 90 CV y dos de gasolina 1.0 T-GDI con 100 y 120 CV. Las cajas de cambios son manuales de cinco relaciones para el gasolina menos potente y de seis en el resto. La tracción va a las ruedas delanteras.

Dentro, apreciamos el salto de calidad y diseño que la marca ha ido dotando a sus modelos, incluso en los más pequeños, pero no sólo eso, porque además el i20 Active presenta bastante espacio para una carrocería de cuatro metros. Detrás, entrar y salir no es complicado gracias a que las puertas abren en un ángulo grande y el hueco disponible para los ocupantes es casi tan bueno como el de un compacto. Delante, el conductor tiene todo a la mano y rápidamente se encuentra la postura ideal para el paso de los kilómetros. El tablero de instrumentos completa la información de a bordo con una pantalla digital entre los dos relojes (velocidad y revoluciones) y el ambiente en general es sobrio y funcional. El maletero es otra muestra de la practicidad a la que hacíamos referencia por su volumen de 326 litros, uno de los mejores de su especie. Un fondo disponible a dos alturas permite compartimentar la carga.

La buena sensación que nos ha dado, aun sin arrancar, ha aumentado con el funcionamiento del motor de gasolina. Parece mentira que un bloque de tres cilindros sea tan suave y silencioso. Cubica un litro pero está ayudado por un turbo que le hace ganar fuerza a partir de unas 1.700 rpm. Como por debajo de ese régimen la respuesta es más tranquila, para llevar una conducción ágil conviene ir por la zona media del cuentarrevoluciones para sacar su potencial. 120 CV es un valor sobrado para este tamaño y peso -1.165 kg-.

La dinámica nos ha gustado porque permite afrontar giros cerrados a buen ritmo sin perder la compostura, y eso que es un poco más alto de lo habitual. En carretera va con la comodidad de otros más grandes y ese plus de altura, si bien es escaso, le deja salir a pistas poco complicadas, aunque hay que tener en cuenta que los neumáticos de asfalto -y bajo perfil- y la tracción delantera le alejan de estos ámbitos -no es su cometido, obviamente-. En el capítulo del gasto homologa una media de 5,1 litros por cada 100 km. A nosotros, con carga y conduciendo de forma despreocupada y principalmente por ciudad, nos ha rondado los 6,4 litros, valor que no está mal para su potencia y combustible.

La gama i20 Active se viste con tres posibilidades llamadas Klass, Tecno y Style. De serie cuenta con aire acondicionado, antinieblas, sensores de aparcamiento traseros, programador de velocidad y ordenador de viaje, entre otros. El siguiente escalón añade a lo anterior el climatizador, los sensores de lluvia y luces, la alerta por salida de carril y los retrovisores eléctricos plegables. En nuestro caso, la versión de gasolina de 120 CV, sólo está disponible con el acabado más alto Style, que incorpora a lo descrito elementos como la cámara de visión trasera, el navegador, los cristales traseros tintados, el arranque y acceso sin llave y los sensores de aparcamiento delanteros.

El precio de la gama i20 Active arranca en los 18.315 euros del gasolina de 100 CV. El diésel de 90 CV cuesta desde 19.515 euros y el que hemos tratado esta semana, con la afinada mecánica de gasolina de 120 CV vale 21.295 euros. Un ligero sobreprecio que se entiende por la mayor potencia del propulsor y por ir asociado al acabado más alto.