La segunda generación del XC90 mide casi cinco metros de longitud (4,95 m.) y ataca directamente a la zona alta del exclusivo segmento de los todoterrenos de lujo. Para ello juega las bazas de una impactante imagen, que será guía de los futuros modelos de la firma, unos motores potentes y limpios y un nivel tecnológico que sencillamente abruma.

Disponible en nuestro mercado con un precio de partida de 53.900 euros, la gama queda compuesta por dos mecánicas de gasóleo (D4 con 190 CV y D5 con 225 CV), otras dos de gasolina (T5 de 254 CV y T6 de 320 CV)? y una híbrida que se puede enchufar (T8 de 407 CV). Los bloques empleados son de dos litros y cuatro cilindros, todos con turbocompresor, montados en posición transversal. Se unen a una caja de cambios de ocho velocidades con tracción integral inteligente de serie, excepto para el diésel menos potente.

En el interior, Volvo ha dispuesto siete asientos en tres filas con amplias regulaciones individuales (el D4 es el único que tiene cinco y ofrece las siete por un sobreprecio de alrededor de 1.500 euros). La tercera bancada se puede plegar si necesitamos más maletero, pasando así de los 310 litros de capacidad, con todas los asientos en uso, hasta los 670 litros sin esa fila. Delante se ha simplificado al límite la consola central en favor de una pantalla táctil en una curiosa posición vertical. Ésta gobierna el sistema de sonido, la navegación, la climatización y comunicación. Asimismo está prevista la conectividad a internet y tiene diversas aplicaciones específicas para protocolos Android y Apple.

La gama queda articulada en cuatro niveles de acabado: ´Kinetic´, ´Momentum´, ´Inscription´ y ´R-Design´. El equipamiento, ya sea de serie o en opción es otro de sus atractivos. Están disponibles los últimos dispositivos de la marca en seguridad, entretenimiento y ayudas a la conducción, como un sistema de sonido desarrollado conjuntamente con la prestigiosa firma de altavoces ´Bowers&Wilkins´, el aparcamiento asistido, las cámaras de visión periférica, la información del tablero de instrumentos proyectada en el parabrisas, las llantas de hasta 22 pulgadas, los asientos con regulaciones eléctricas y modos de masaje, el detector de ángulo muerto y el de fatiga del conductor, el programador de velocidad activo, un sistema que prepara los cinturones de seguridad ante una colisión inminente, otro que frena si detecta un posible choque en una intersección y otro que ayuda en la circulación en atascos controlando varios parámetros. Además de todo este listado están la suspensión neumática ajustable, las ópticas de Led para todas las funciones, el reconocimiento de las señales de tráfico, cuero en asientos o el techo solar.

Nosotros, que ya probamos en su día la versión más potente diésel D5, contamos para esta ocasión con una unidad D4 de 190 CV. Por su bajo nivel sonoro (aun en frío) y la total ausencia de vibraciones, el escalón de acceso a la gama no parece un diésel y además mueve el conjunto de más de dos toneladas de peso sin problemas. En autopista, por su buena respuesta y su aislamiento, podemos ir a ritmos muy vivos casi sin darnos cuenta (incluso con carga), mientras que en carreteras viradas y pese a las grandes inercias de su enorme carrocería, contamos con la electrónica, que vendrá en nuestra ayuda para que consigamos ir por donde queramos, acompañados por su excelente frenada como aliada. Por todo esto, recomendamos esta versión para un uso normal por sus buenas reacciones. No puede contar con la tracción total, pero, francamente no le hace falta si nuestras pretensiones son las de un conductor medio que busca un vehículo lujoso de suave manejo, de diseño distinto y con mucho espacio. Para los más aventureros, el siguiente diésel D5 ya es de tracción total, y cuesta desde 59.400 euros.