Dice la expresión que lo normal es que la gente, ante una situación difícil y comprometida, se agarre a un clavo ardiendo. Y Onésimo Sánchez, el entrenador del Real Murcia, no ha dudado a la hora de agarrase a un clavo que no está ardiendo, está incandescente. Las matemáticas no han convertido todavía al Murcia en equipo de Segunda B, pero para mantener la débil chispa hasta la siguiente jornada, la última en Segunda, hace falta ganar mañana en casa de un Hércules que en enero estaba doce puntos por debajo de los granas y que ya tiene su permanencia en el bolsillo tras una segunda vuelta no de ascenso, pero sí de play off.

El preparador vallisoletano lo dijo ayer bien claro en su habitual rueda de prensa: "Tenemos que acabar con dignidad ganando los dos partidos que nos quedan". Lo que tampoco pudo esconder Onésimo es que "ha sido una semana complicada por la dolorosa derrota del domingo".

"Ha sido difícil trabajar así, de esta manera, con el estado anímico, pero hay que seguir hasta el final y poco a poco nos hemos ido recuperando para afrontar con garantías el partido". El Murcia encima solo puede hacer una cosa, cruzar los dedos además de ganar y esperar una derrota del Mirandés en Córdoba. Esto para llegar vivos a la última jornada. De ser así, los granas sí llegarían, aunque no dependan de ellos, con ciertas esperanzas pero también quedarían un poco en manos del azar. Lo que nadie puede discutir es que una derrota del Mirandés y un triunfo grana, dejarían abierta la puerta del milagro para la última jornada.

"Queremos acabar dignamente ganando estos dos partidos. Tenemos que ganar y luego ver lo que ha pasado para que el último partido contra Las Palmas sea un partido en el que nos juguemos algo las dos partes", dijo un Onésimo que al final no ha sido capaz de enderezar el rumbo de una plantilla que no ha dado la talla.

El sustituto de Gustavo Siviero en el banquillo del Murcia también explicó los motivos por los que el equipo está trabajando toda la semana a puerta cerrada en Nueva Condomina. "La gente tiene todo el derecho del mundo a estar como estamos nosotros: enfadados, molestos y con esa sensación de abatimiento porque es normal en esta situación. Siempre digo que hasta ahí, pero todo lo que conlleve violencia física o verbal, no, porque la gente pierde la razón y son cosas que no llevan a ningún sitio", explicó Onésimo sobre una afición que tras la última derrota en casa contra la Ponferradina estalló de rabia contra los jugadores y los dirigentes de la centenaria entidad.

PROTAGONISTA

El técnico recula y ya no habla de nervios en el cambio de Tagliafico

La mayor pitada que se ha llevado Onésimo desde que llegó al Murcia fue cuando en la última jornada ante la Ponferradina sustituyó al lateral Tagliafico por otro defensa, Jorge García, cuando el equipo necesitaba ganar y los aficionados querían la entrada de otro hombre de ataque en vez de otro zaguero. Tras el partido, en sala de prensa, y con el triste descenso a la vuelta de la esquina, el entrenador grana justificó su movimiento sobre el tablero en que "el jugador me ha dicho que estaba muy nervioso, que le podía la presión y que el árbitro lo había amenazado con expulsarlo". Todos los entrenadores que han pasado satisfactoriamente los cursos de la Federación saben que se trata de un claro ejemplo de cómo poner a un jugador a los pies de los caballos y cubrirse las espaldas uno mismo. Sin embargo ayer la historia ya fue diferente. Obviamente, Onésimo cree que no se explicó bien o que los periodistas no lo interpretaron de forma correcta, aunque ayer cuando abordó este asunto ya no volvió a repetir ni una vez lo de que el argentino pidió el cambio "porque estaba nervioso". "Ninguna pega con Tagliafico, todo se ha sacado de contexto. Me pidió el cambio porque el jugador creyó que podía perjudicar al equipo y conmigo ha demostrado ser profesional tanto como titular, como siendo suplente o como jugando un rato", dijo su entrenador. Tagliafico ha declarado esta semana que "yo no estaba nervioso". Y encima los nervios no son buenos consejeros.