No me extrañaría que los hermanos Pablo y Javier Olivares, autores de la serie El Ministerio del Tiempo, nos hayan enviado a Cartagena a sus mejores agentes, sin nosotros saberlo. Es lógica mi sospecha por cuanto últimamente en esta ciudad navegamos entre diversas épocas de nuestra historia. Ya no sólo en las fiestas de Carthagineses y Romanos, ahora es fácil vivir los momentos estelares de la época cervantina, en este año en el que conmemoramos el cuarto centenario de la muerte del genio de las letras en español, o la época de plata cartagenera con este Año del Modernismo que se va arraigando y nos va sorprendiendo gratamente a los ciudadanos de esta, ansiada por muchos, provincia.

La cosa funciona pues nos copian: los americanos hacen su particular serie de televisión basada en la nuestra, pero claro, ellos no tienen ni a Cayetana Guillén ni a Nacho Fresneda; y los de Murcia han querido hacer un desfile con sombreros por la calle pero, tampoco ellos tienen a la asociación Cartagena de mi Alma. Así que ni punto de comparación. No es de extrañar que José Antonio Martínez 'El Cachimanero' y Diego Campillo estén eufóricos tras este intenso fin de semana, orgullosos del equipo que dirigen. Los de Cartagena de mi Alma, junto a la Liga Rural y a los Amigos de San Ginés, cada día van a más y han ido creciendo en cohesión y actividades culturales, formando equipo. Sin ellos, el Ayuntamiento y la Comisión Víctor Beltrí, no hubieran sido posibles estos días en que las calles han bullido en torno al modernismo.

Ésta es la ciudad que necesitamos, una ciudad que abandone los eternos lamentos y el echar balones fuera y culpas al enemigo exterior. Es posible una ciudad viva, moderna, activa, con iniciativas culturales, turísticas y empresariales y el secreto está en compararnos con nosotros mismos y en contagiar entusiasmo, iniciativas y trabajo. Carthagineses y Romanos son un ejemplo de ir a más, desde aquellos cuatro locos que empezaron hace años. Estos actos festivos y culturales del modernismo han de ir a más y el estreno no podía ser mejor, con charlas de los cronistas oficiales, el mercado modernista, los desfiles, la concentración de carruajes, las bicicletas antiguas, las visitas guiadas a edificios modernistas, la música en la calle (con magnífica coincidencia con el Jazz Cartagena), las acrobacias... Cartagena ha vuelto a ser una fiesta y a ser cultura. El concejal Francisco Calderón estaba más ancho que largo y me decía: «¿Pero has visto cómo está Cartagena de gente?». Pues sí, a tope de gente y, además, de gente contenta, que es lo que necesitamos, buen rollo del que recarga las pilas, contagia entusiasmo y ganas para ser más y mejores. El futuro de Cartagena pasa por un liderazgo que sólo se va a conseguir con la atracción de los municipios de alrededor. Es cierto que no basta con la cultura, la fiesta, el patrimonio, el paisaje y el turismo? pero esto ya sería mucho porque todo ello también es economía.

La ciudad en pocos días va a vivir el Congreso Internacional de Modernismo en el Arco Mediterráneo, con la colaboración de la UPCT, el Ayuntamiento, la Comisión Beltrí y la consejería de Cultura. Y el año que viene la conmemoración del Año de la Ilustración. Y me han dicho los de Cartagena de Mi Alma que van a recuperar la Velada Marítima, que ya va siendo hora de superar el accidente que terminó con tan buena iniciativa festiva, cultural y turística. Realmente es para estar entusiasmado. Algo se empieza a mover. Ya solo me queda que se empiecen a restaurar molinos de viento y el monasterio de San Ginés de la Jara, que salvemos el Mar Menor, que pongamos en valor la Cueva Victoria y que excavemos el Anfiteatro Romano... Eso sí que sería una manera de entrar por la puerta de los nuevos tiempos.