Nació en Ecuador, junto a la ciudad de Loja, en un pequeño rincón de la sierra ecuatoriana llamado Alamor. Tiene 48 años y su vida es un verdadero ejemplo de lucha por mantener a su familia.

Su padre era policía, hoy jubilado, cuando apenas había nacido Vicente, fue trasladado a la ciudad de Pasaje y ahí es donde transcurre su infancia. Asiste al colegio John F. Kennedy, donde cursa Primaria. La Secundaria la hace en el instituto José Ochoa León e ingresa en la Universidad Técnica de Machada, donde cursa hasta cuarto de Bioquímica y Farmacia.

La vida le cambia cuando se tiene que hacer cargo de responsabilidades familiares y se deja los estudios cuando tan solo le faltaban dos cursos para terminar la carrera, teniendo que ponerse a trabajar. Comienza de inspector de banano, oficio que consiste en controlar la calidad del banano, punto de maduración, tamaño; para su exportación.

Casado con una bella mujer ecuatoriana, tiene cuatro hermosos hijos: Cinthya, Cristhyan, Ingrid y Yuleisy. Pero la cosa económica se va agravando y, junto a su esposa, toman la decisión más dura que una familia puede tomar: su esposa Narcisa se viene a buscar empleo a España, ella sola. Al llegar a Cartagena encuentra trabajo cuidando a una anciana, lo que le permite enviar dinero a Ecuador. La añoranza de su esposa, le lleva a Vicente a dejar su trabajo allá y venirse acá, junto a ella ´a lo que salga´. Sus cuatro hijos quedan con los abuelos para que no pierdan sus estudios y sus raíces, pero sobre todo porque no sabe qué pasará. Y allí siguen hoy en día, lo que Vicente lleva reflejado en el rostro.

Apenas llegó encontró trabajo de jardinero, donde estuvo durante un año, hasta que un empresario argentino de la limpieza le prometió unos ingresos que le permitirían traerse a sus cuatro hijos de Ecuador, por lo que se fue con él. A los cuatro meses no le había pagado ni un duro€, ¡es el único que me ha engañado acá!, dice. Es entonces cuando sin conocer el oficio, se pone a trabajar de albañil, en donde está cinco años hasta que llega la crisis y se va al paro.

Durante dos años deambuló por todos los rincones buscando curro, pero fue de fracaso en fracaso, de decepción en decepción. En esos años tuvo dos gemelos. Pero lo que fue una alegría se truncó en una desgracia. A los tres meses del nacimiento, su esposa Narcisa tiene un derrame cerebral, encontrándose solo, en un país desconocido, sin familia, su mujer hospitalizada y con dos recién nacidos. Al ver cómo se le llenan los ojos de lágrimas le pregunto ¿no te ayudó nadie?..., «me encontré muy solo, porque los amigos no están para esas fechas€, solo para las fechas con fiestas», señala. Su jefe de entonces le ayudó en lo que pudo€, «es muy de agradecer», dice.

Fue entonces cuando Vicente se dedicó a cuidar de enfermos y ancianos, lo llamen de donde lo llamen, mientras seguía y sigue buscando un trabajo que le permita traerse a sus cuatro hijos de Ecuador y ser una familia unida. Vale Vicente, me has puesto el corazón que no puedo ni escribir, hablemos de otra cosa. Me cuenta que allá jugaba al indoor -futbito-, que su comida preferida es el encebollado ecuatoriano, que consiste en caldo con pescado, cebolla, yuca -parecida a la patata-, limón, cilantro y picante.

Dice que su madre, doña Rosa Quesada, cocina muy bien, pero lo que más le gusta es el ´repe´, que se hace con plátanos verdes picados, se le añade queso, mantequilla, leche y guisantes y se pone a fuego lento, como un potaje. De España le gusta la gente, que lo ha acogido muy bien, y de comida la paella. No le da vergüenza reconocer que ha recibido ayuda de comida de algunas organizaciones benéficas. «Por mis hijos lo que sea», destaca.

Su sueño es ver a todos sus hijos juntos y bien colocados. «No quiero que sigan pasando penurias, y más con su padre tan lejos. Yo les mando todo lo que puedo, a pesar de lo poco que tengo», indica. La verdad es que inmigrantes con la humanidad de Vicente, en nuestro país, no sobra ninguno.

Y ahora el selfie€, ahí vamos€, Vicente buscando curro en la albañilería por esas obras de ´anca Dios´. ¡Chsss€!, y un servidor ´arrebatao ´ por salir de ahí, que el maestro de la obra ya me había dicho que menos selfie y más pala, rastrillo, cemento, arena y masa para la hormigonera€, pues sí, ¡´pá´ albañil tengo yo ahora el cuerpo!, maestro.