Si ellos hablaran

Se ama lo que se conoce

Se ama lo que se conoce

Se ama lo que se conoce

Raúl Mérida

Acercarse a la naturaleza con una cámara es un auténtico lujo pero, también, una gran responsabilidad. No es más limpio el que más limpia sino el que menos ensucia. Cuando acaba la filmación, todo debe quedar como estaba.

He dedicado buena parte de mi vida a la grabación de documentales sobre naturaleza y protección animal. Para poder hacerlo, siempre he aplicado una regla básica: los animales no pueden sufrir daño alguno, y la ética y el respeto hacia estos debe ser el timón que guíe contenidos, imágenes y planos.

Por eso, si grabábamos rapaces, sabíamos que no podíamos acercarnos mucho a ellas. Toda precaución era poca. Cualquier cable debía esconderse para que las aves no pudieran confundirlos con alguna serpiente, enemigo natural de sus crías. En el caso de los jabalís o a los ciervos, por el contrario, la cuestión principal estaba, sobre todo, en nuestro olor. No debíamos llevar perfume alguno. Al revés, si conseguíamos oler a hierba o a tierra mojada, sabíamos que ellos nos recompensarían con planos espectaculares y cercanos.

Los animales son generosos si tú lo eres con ellos. Entender su comportamiento, respetar su grandeza, no menospreciarlos y, sobre todo, saber que cada cosa que hacen obedece a algo y no es fruto de un pensamiento irracional es esencial para poder obtener las imágenes necesarias, sin forzarlos, simularlos o engañar al espectador.

Sin embargo, un documental de naturaleza no se hace solo. No se instala la cámara en medio del campo y los animales pasan por delante. No es así. Por eso, la imaginación, el poder de comunicación y la reflexión cuentan mucho. Allá donde no ves nada, la palabra y el sonido pueden hacerte creer que lo has visto.

La mejor prueba son los primeros programas de Félix Rodríguez de la Fuente, realizados en un estudio de Televisión Española. Tras una mesa de despacho y sin decorado alguno, él hablaba con su infinito carisma y su inagotable palabra de mundos lejanos. Resultaba tan mágica su forma de hacerlo que cerrando los ojos podías llegar a vivirlos. Igual sucedía cuando en Radio Nacional cogía un micrófono. Seguramente, esa es la razón por la que, cuando posteriormente su mensaje se transformó en imagen, sus documentales se convirtieron en clásicos. Porque, al fin y al cabo, como alguien dijo alguna vez: «Clásico es lo que no se puede hacer mejor».