Derecho animal

¿Dónde va todo nuestro esfuerzo por proteger a los animales?

Raúl Mérida

Antiguamente, el equilibrio entre todas las especies era un pacto sagrado. Los primeros hombres que poblaron la tierra descubrieron pronto que ellos también formaban parte de los distintos ecosistemas, y que las relaciones establecidas entre los seres que formaban cada uno de ellos era la base de la continuidad del planeta.

Sin embargo, el ser humano evolucionó y, con cada paso que daba, erosionaba dicho equilibrio. De esa forma, poco a poco, el cemento ganó sitio a la naturaleza y durante el 2022 venció la batalla. Hoy ya hay más ladrillos y asfalto que zonas naturales en el mundo.

Pero, sin lugar a dudas, el gran cambio lo trajo la tecnología. El desarrollo digital arrinconó finalmente a la vida, y las emisiones contaminantes llegaron a la atmósfera dando lugar al famoso efecto invernadero y al cambio climático, además de significar el fin de la civilización.

Llevado a un plano más cercano, podemos verlo, por ejemplo, en la suelta de especies invasoras. La ONU ha declarado que luchar contra la presencia de las mismas es un objetivo prioritario de la Agenda 2030. Los cerdos vietnamitas, los cangrejos americanos, las avispas asiáticas o las cotorras, entre otros muchos, rompen el equilibrio necesario para mantener con vida el planeta.

No es una broma, es un serio problema. Para luchar contra él, es necesario que las legislaciones de todos los países del mundo vayan en sintonía. La defensa del medio ambiente, de la biodiversidad y de todos los animales que viven en el planeta, necesita de legislaciones comunes internacionales. Aquellos países que no formen parte de estas normativas deberían ser inmediatamente sancionados y duramente castigados porque si, como ocurre actualmente, los países más contaminantes no colaboran en frenar la contaminación, ¿en qué lugar nos deja a aquellos países que nos sacrificamos en hacerlo? Y, sobre todo, ¿a dónde va todo nuestro esfuerzo?