La caza del lobo ibérico ya está prohibida en todo el territorio español. Nuestro país se une así a lo aprobado en Portugal y Francia. Sin embargo, no debemos bajar la guardia.

Todo empezó cuando, a finales de enero, la Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico denunció al Ministerio de Transición Ecológica por no haber incluido al mismo en el Catálogo de Especies Amenazadas ni en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección.

El problema se encontraba en el límite del río Duero. De este para arriba se permitía su caza pero del Duero para abajo estaba prohibida.

El Gobierno, pese a que el Comité Científico de Flora y Fauna, dependiente del mismo, recomendaba proteger al lobo por su importancia como patrimonio cultural, científico y por su aportación medioambiental a los ecosistemas naturales en lo que habita, cedió ante la presión de los ganaderos y de los gobiernos de Galicia, Asturias, Cantabria y Castilla y León, que reclamaban su caza como defensa de sus ataques al ganado.

Resulta increíble que, en pleno siglo XXI, alguien plantee como único método de protección del ganado la caza del animal que lo depreda, pero así es.

La cuestión es que la presión subió y la polémica llegó a la opinión pública, que se posicionó a favor del lobo. Ante esa situación, se reunió nuevamente a la Comisión Estatal para el Patrimonio Natural y la Biodiversidad. En el seno de este órgano votaron todos los implicados. Los que estaban a favor y en contra. La primera votación acabó en empate. La segunda marcó la victoria del lobo por un solo voto. Fue algo tan milagroso que casi parece obra de la mano divina.

El problema ahora es que las posiciones están muy polarizadas y muchos temen que los lobos sufran las represalias. Por el bien de estos, debe llegarse a acuerdos cuanto antes. Aumentar las subvenciones que se dan a los ganaderos por los ataques del lobo y que las mismas se destinen a crear medidas que protejan al ganado ayudaría a tranquilizar los ánimos y a lograr una coexistencia más pacífica entre ganaderos y lobos. En realidad, con buena voluntad es posible conseguirlo, pero si se carece de ella será una guerra total y la alegría por su protección puede durará más bien poco.