La vida universitaria, pese a que él mismo se considera un «estudiante mediocre», forjó una importante parte de la faceta como escritor de Luis Leante. Fue entonces cuando se animó a la publicación de novelas, compaginándolo durante casi dos décadas con una carrera profesional en el ámbito de la enseñanza que sin duda también ha sido determinante a la hora de conocer de primera mano un territorio en el que destaca con creces.

La literatura juvenil mantiene con Leante un idilio que se confirma con cada uno de los merecidos galardones que obtiene, unos reconocimientos a los que ahora se le suma el otorgado por una Universidad de Murcia que recuerda su paso por aquellos pasillos de la Facultad de Letras que un día fueron testigos del nacimiento profesional del escritor.

¿Qué sintió al saber que sería reconocido en el Rincón Alumni de la Facultad de Letras de la UMU?

El primer sentimiento fue de estupor, una mezcla de asombro y miedo. La Universidad sigue haciéndome sentir pequeño intelectualmente. Pienso en toda la gente que ha pasado por allí, profesores, alumnos, conferenciantes, y me da vértigo. La Universidad de Murcia tiene más de un siglo de historia y ha tenido a gente muy brillante.

¿De qué forma sigue vinculado a la Universidad de Murcia?

Mi vinculación es más por el contacto que tengo con algunos exprofesores de la época y por antiguos alumnos. De vez en cuando son tan amables de invitarme a dar alguna charla, a contar mis experiencias a los alumnos. Pero yo marché de Murcia hace más de treinta años y la distancia física fue determinante.

¿Cómo recuerda su etapa de estudiante en la UMU?

Yo fui un estudiante mediocre. Académicamente pasé sin pena ni gloria por la Universidad. Recuerdo días y noches traduciendo a los clásicos para seguir a duras penas el ritmo de las clases. Pero eso lo olvidé pronto. Lo que queda son recuerdos maravillosos de los amigos, de las risas, del teatro, de las fiestas de las facultades, de las noches que se juntaban con el día, de los amores y desamores. Muchos años después escribí una novela donde contaba aquella época universitaria, Academia Europa, y con el paso del tiempo, cuando pienso en aquellas experiencias, ya no sé distinguir si son de la novela o me ocurrieron de verdad.

¿Cree que la Filología Clásica ha perdido el interés (e incluso a veces el respeto) de una parte de la sociedad en los últimos tiempos?

No sé si alguna vez la sociedad ha tenido interés por la Filología Clásica. Yo creo que es un mundo desconocido para el que no está iniciado. Por otra parte, se suelen respetar y valorar aquellos estudios que están encaminados a encontrar lo antes posible un buen trabajo, con un buen sueldo y cierto prestigio social. Y no es el caso de la Filología Clásica. He tenido alumnos que iban encaminados a estudiar Medicina y terminaron siendo profesores Latín y Griego. Y en su momento aquello fue un «drama» en las familias. Ahora son personas felices que hacen felices a otras personas. Pero a mí nunca me ha gustado luchar contra molinos de viento ni hacer proselitismo de ningún tipo, y mucho menos académico o intelectual.

¿Cuándo decidió dedicarse profesionalmente a la escritura?

Empecé a publicar a los 20 años. Cuando cumplí 44, me di cuenta de que más o menos estaba en mitad de mi carrera profesional, en la enseñanza, y decidí dedicar la otra mitad de mi vida a la escritura. Fue una decisión importante que tomé sin darme cuenta de lo trascendente que era. Pero a mí me gusta subirme a todos los trenes que pasan por delante, aunque a veces tenga que tirarme en marcha o bajarme en la siguiente estación.

¿Hay algún ‘territorio desconocido’ que le gustaría abordar en su carrera como escritor?

Sí, muchos. A pesar del tiempo que llevo escribiendo, hay géneros literarios que aún se me resisten. Me gustaría publicar libros de viajes, ensayos, teoría del teatro, investigar y escribir sobre el mundo rural. Hay muchos territorios por explorar.

¿Cómo se puede atraer a la población juvenil a la lectura?

Primero, ofreciéndoles textos atractivos. El estudio de los clásicos es necesario, pero creo que no debe ser el punto de partida, sino más bien el de llegada. A veces sacralizamos tanto la lectura y los textos literarios, que el joven huye porque lo identifica con lo intelectual y elevado. Y en realidad hay tantos niveles que deberíamos ir llegando a ellos poco a poco.

¿Ha influido de manera positiva su faceta como escritor en su carrera docente? ¿Y viceversa?

Yo diría que mi faceta de escritor no ha influido apenas en la carrera docente, excepto porque quizás la escritura me robó tiempo para ser un buen profesor. Pero mi experiencia en la enseñanza ha sido determinante para la escritura. Por ejemplo, si no hubiera sido profesor, creo que no habría sido capaz de escribir novela juvenil. No es que me resulte más fácil la escritura para jóvenes, pero al menos tengo la sensación de que conozco un poco el territorio en el que se desarrollan las historias que escribo.