Consuelo Pérez Sánchez procede de una generación que constituyó la avanzadilla de las mujeres en la universidad de Murcia.

La que fuera profesora de Química estrenó prácticamente aquella facultad. Allí comenzó a asistir a sus clases en 1949, solo un curso después de su inauguración.

Pérez-Sánchez es una de las personas que forman parte de la primera promoción que se integra realmente en la Universidad de Murcia, primero como auxiliares y después como profesoras adjuntas. Entre ellas se incluye también su compañera Concepción Sánchez Pedreño.

Su promoción estaba integrada por sesenta estudiantes, de los que solo aprobó un tercio. Incluidas las siete mujeres que compartieron con ella la carrera, lo que habla bien a las claras de lo preparadas que estaban las escasas féminas que accedían a la universidad. 

La profesora conserva gratos recuerdos de muchos de sus profesores: Soler, Sierra, Iranzo, Sancho... pero sobre todos ellos destaca la figura de José Loustau. Él fue su maestro, su mentor y su amigo. «Mucho antes de que se pusiera de moda la Ecología, él nos enseñaba a amar la naturaleza, a admirarla, a respetarla, a fijarnos en su belleza».

Pérez Sánchez comenzó su labor profesional en la universidad de Murcia como auxiliar, sin remuneración alguna. Pronto accedió la doctora a una adjuntía y a continuación Loustau la seleccionó entre una veintena de candidatos para otra, dedicándose finalmente a Microbiología de los alimentos, el campo al que dedicó su labor durante toda su carrera. Como una de sus alumnas más destacadas, ella fue la responsable de mantener viva la llama y el recuerdo de José Loustau, encargándose durante muchos años, junto a Francisco del Baño, del mantenimiento del museo laboratorio de nuestro exrector.

Cuando este cronista entrevistó a la antigua profesora de la UMU ésta le contó un suceso que definía la personalidad de Loustau, un hombre bueno que intentó, en la medida de sus conocimientos y fuerzas, hacer el bien. 

El antiguo rector le contó que había en Murcia una persona que no lo saludaba cuando se cruzaba con él, una circunstancia que le apenaba. Le refirió que la causa residía en una antigua decisión que se había visto obligado a tomar y que no había sido favorable a dicha persona. «Loustau me miró y me dijo: ‘No se puede ser bueno con todo el mundo al mismo tiempo’». 

Y Pérez Sánchez, con los ojos, le transmitió a este cronista que esta fue siempre la intención de aquel profesor con sus alumnos: ser bueno con todos ellos. Aunque fuera una labor imposible.