Una investigación portuguesa ha descubierto que los peces cebras no solo tienen empatía, sino que la regulan con la oxitocina, la hormona del amor que también usamos los humanos. Además, usan las mismas regiones cerebrales que nosotros para compartir estados emocionales.

Investigadores portugueses han descubierto que el pez cebra usa mecanismos similares a los de los humanos para leer e imitar emociones. El descubrimiento, publicado en Science, podría transformar el estudio del cerebro y de este comportamiento social, que es crucial para nuestro bienestar.

Cuando alguien nos sonríe, tendemos a devolverle la sonrisa. Por otro lado, si pasamos tiempo con alguien que está enojado o estresado, terminamos absorbiendo estas emociones negativas.

Esta tendencia a alinearse con las emociones de los demás se llama contagio emocional. Esta forma básica de empatía ha sido programada en nuestro cerebro durante miles de años y no es difícil saber por qué.

Cuando hay una amenaza, este fenómeno permite que el miedo se propague rápidamente, aumentando las posibilidades de supervivencia de un grupo. Además, al imitar las emociones, establecemos vínculos sociales con los demás.

Peces precursores

Pero este comportamiento no es exclusivo de los humanos. Nuevos datos del Instituto Gulbenkian de Ciência (IGC) en Lisboa confirman que los mecanismos que utilizamos para sincronizar emociones se remontan al grupo más antiguo de vertebrados, los peces.

En su trabajo más reciente, el equipo del IGC, dirigido por Rui Oliveira, trató de entender si, al igual que los humanos y otros mamíferos, el pez cebra necesita oxitocina (también conocida como la hormona del amor) para adoptar las emociones de los demás.

Los experimentos que llevaron a cabo demostraron que, cuando peces similares a los que se encuentran en la naturaleza ven un cardumen (grupo de peces similares) en peligro, reflejan su comportamiento y enfrentan así la amenaza.

Por otro lado, los peces con alteraciones genéticas en la oxitocina o en sus receptores siguen nadando normalmente incluso cuando ven a sus congéneres en peligro. Esto demuestra que esta molécula es necesaria para sembrar el miedo, por ejemplo, cuando uno de los miembros del cardumen está herido.

La oxitocina, clave

Pero ¿cómo podemos estar seguros de que los peces reconocen el miedo en sus congéneres y no simplemente copian su comportamiento?

"Nos dimos cuenta de que estos observadores se acercan al banco en peligro incluso cuando vuelve a nadar normalmente, mientras que los peces mutados prefieren estar cerca del grupo que siempre había estado en un estado neutral", explica Kyriacos Kareklas, co- primer autor del artículo.

Esto significa que, a través de la oxitocina, el pez cebra decodifica e imita el estado emocional que origina los movimientos del banco vecino y comienza a comportarse de manera similar.

Es impresionante que los peces se acerquen al cardumen en peligro, dado que, en la naturaleza, esto podría significar que un depredador está cerca, destacan los investigadores.

Aunque los pone en riesgo, “ser abordados por congéneres podría ayudar al grupo a recuperarse del estrés”, aclara el investigador. Estos actos orientados a otros están bien descritos en los mamíferos, donde también están regulados por la oxitocina.

Algo más: también el cerebro

Pero la oxitocina no es el único factor común entre peces y humanos en cuanto al contagio emocional.

“Para reconocer y emparejar emociones, el pez cebra utiliza áreas del cerebro equivalentes a algunas de las que los humanos también utilizan para este fin”, explica el investigador principal Rui Oliveira.

Esto convierte a estos peces en el modelo perfecto para estudiar este comportamiento social y sus mecanismos neuronales.

De esta manera, estos hallazgos abren el camino hacia la comprensión de cómo nos afectan las emociones de los demás y cómo esto moldea nuestro bienestar y el de la sociedad, con implicaciones que van desde la salud pública y la política hasta el marketing.

Referencia

Evolutionarily conserved role of oxytocin in social fear contagion in zebrafish. Ibukun Akinrinade et al. Science, 23 Mar 2023; Vol 379, Issue 6638, pp. 1232-1237. DOI: 10.1126/science.abq5158