Este acuerdo fue ratificado por el jurado popular que iba a juzgar desde hoy en la Audiencia Provincial de Toledo a Cristina, quien desde los catorce años padece un trastorno límite de la personalidad asociado al consumo de cannabis y alcohol.

Este juicio con jurado popular ha sido atípico, pues nunca antes un veredicto se ha emitido en Toledo después de que fiscal y defensa pactaran la pena.

La fiscalía y la defensa han considerado que aunque el trastorno límite de la personalidad que padece la parricida -quien ha confesado los hechos- no anula su imputabilidad, sí que disminuye su capacidad intelectual y volitiva, "por lo que se hace muy necesario" un tratamiento específico en un centro penitenciario psiquiátrico.

Para la reducción de la pena, que el fiscal elevaba antes del acuerdo a catorce años de prisión, ha pesado la aplicación de la eximente incompleta de enajenación mental, aunque se mantuvieron las agravantes de parentesco y abuso de superioridad.

Se da la circunstancia de que el pasado mes de febrero Cristina compareció en la Audiencia toledana como víctima de una violación, ocurrida unos meses antes del parricidio, por lo que fue condenado a cuatro años y medio de prisión un súbdito rumano, Nicolai I.

Precisamente fue el comportamiento que tuvo en este juicio -en el que ella testificó a puerta cerrada entre risas y llantos- lo que motivó que fiscal y defensa buscaran la "mejor solución para ella", según dijo a los periodistas el abogado defensor de la parricida, que ha reconocido los hechos y se conformó con lo pactado.

Los hechos ocurrieron entre las 13.00 y las 13.30 horas del 14 de febrero de 2007 en el domicilio familiar de la calle Cervantes de Mazarambroz, justo el día en que Cristina tenía que ingresar en un centro sanitario de Toledo debido a su delgadez (pesaba 38 kilos).

Pero la joven pensaba que era una estrategia de su madre para librarse de ella, por lo que tras llamar al doctor para decirle que no pensaba acudir al centro médico cometió el crimen, que le costó la vida a la madre pocas horas después de los hechos.

La acusada cogió un hacha de la leñera de la casa e infligió a su madre, que estaba sentada leyendo en el salón de la casa, un total de veintiséis hachazos en la cabeza y en el rostro mientras reprochaba a su progenitora que no la quisiera y a la que pedía que "rezara lo que supiese".