Llega junio. Y con él, todo el puzle de la conciliación. Falta poco para que los coles echen el cierre y padres y madres llevan ya muchas semanas pensado cómo organizar su trabajo y sus vacaciones con las de sus hijos e hijas. En ese tetris infernal, los campamentos de verano son una opción prioritaria. Este año sí. Tras la hecatombe de 2020, las actividades estivales de ocio infantil alzan el vuelo en toda España.

El protocolo covid está incorporado ya en su ADN: grupos reducidos, toma de temperatura, actividades al aire libre, mascarilla en los espacios interiores, ventilación permanente, higiene de manos y desinfección constante. Es la misma parafernalia pandémica del año pasado. Sin embargo, en aquella ocasión dominó el recelo y, básicamente, el miedo. Los colegios llevaban cerrados físicamente desde marzo y muchas familias solo se sentían seguras entre las paredes de su propia casa. 

En 2002, la facturación del sector cayó aproximadamente un 80% (de 43 millones de euros en 2019 a 9 millones en 2020) y los puestos de trabajo se redujeron en un 70%. La asfixia económica llevó a echar el cierre a tres de cada diez empresas, según los demoledores datos de la Asociación Nacional de Empresas de Actividades y Campamentos (ANEACAMP).

Después de un curso íntegramente presencial donde se ha demostrado que los colegios son un espacio seguro frente al coronavirus, este año las madres y los padres han ganado confianza y vuelven a apostar por los campamentos veraniegos para poder conciliar la vida laboral con la familiar y las largas vacaciones escolares. En función de la edad, hay dos opciones básicas. Para los niños de 8 a 17 años, lo más demando son las acampadas con pernocta. De cara a los niños más pequeños (entre 4 y 6 años) predominan los campamentos urbanos y diurnos, muchos de los cuales se organizan en el propio colegio. El año pasado, los centros educativos apenas los pudieron celebrar por la desconfianza de las familias y la consiguiente falta de aforo.

Otra posibilidad que gana fuerza, sobre todo entre los padres y las madres que teletrabajan, es la de contratar una empresa que monta un campamento en la propia urbanización donde reside la familia. El aforo mínimo es de seis niños a partir de los 3 años y las actividades se realizan en el recinto de la comunidad de vecinos, piscina y jardines incluidos. Suelen ser yincanas, carreras de sacos, búsqueda de tesoros… El precio es más reducido (no incluye comida) y el horario, también (unas cuatro horas). Las empresas suelen dar la opción de que el monitor hable en inglés a los niños.

"El 75% de las plazas de la primera quincena de julio ya están ocupadas"

En el caso de los campamentos con pernocta, el 75% de las plazas en la primera quincena de julio ya están ocupadas, explica Covadonga Berjón, portavoz ANEACAMP. Los más demandados son los que incluyen actividades de naturaleza, ya sea en el monte o en la playa. “Está claro que padres y madres han acabado hartos del confinamiento domiciliario que vivimos en marzo”, subraya la portavoz, que destaca que las familias apuestan por contratar el campamento en la misma comunidad autónoma en la que residen. “Todavía no se atreven a que sus hijos viajen unos cuantos kilómetros para ir a otro territorio”, concluye tras hacer hincapié en que este año hay una evidente demanda para que las acampadas también se celebren en agosto. La factura, eso sí, ha subido ligeramente para las familias dada la implementación de medidas sanitarias, reforzamiento de personal y reducciones de aforo.

El protocolo covid incluye límites en el aforo. Dependiendo de cada autonomía, este puede ser entre el 50% y el 75% del habitual. Al igual que sucede en los colegios, cuando un menor presente síntomas compatibles con la enfermedad, será aislado de sus compañeros y trasladado al centro de salud, donde los médicos decidirán el protocolo. Las normas de este verano incluyen la firma de una declaración responsable en la que padres y las madres confirmarán que han cumplido con todas las medidas de seguridad y que, entre otras cosas, han evitado una excesiva vida social los días previos a la acampada. 

A pesar de la evidente remontada económica, ANEACAMP tiene ahora mismo un caballo de batalla: luchar en el Ministerio de Sanidad para que los monitores de campamentos sean vacunados, igual que se ha hecho con los docentes durante el curso escolar. “Hacen un trabajo esencial, lo mismo que profesores y profesoras. El ministerio nos dice que lo está estudiando. Pero, de momento, no tenemos noticia”, concluye la portavoz.

Sean vacunados o no, las familias tienen confianza en los campamentos, a diferencia de lo que ocurrió el verano pasado. El hecho de que los colegios hayan aprobado con nota este curso escolar (el número de aulas confinadas no ha superado en ningún momento del 2%) invita al entusiasmo. Padres y madres saben que si no envían a sus hijos a campamentos, ya sean urbanos o en la naturaleza, hay muchas probabilidad de que se pasen la mitad del verano pegados a una pantalla.