Entre que la tarde estaba amenazante de tormenta y que íbamos condenados a una plaza portátil. Este comentarista iba reservón y desconfiado. No dispuesto a rematar en tablas de salida. La liturgia taurina luce mucho mejor en templo adecuado. Y Lorca tiene (o a lo peor, tenía) su coso de Sutullena para gloria taurina. Allí, el gesto y esfuerzo de Paco Ureña hubiera sido mucho más reconocido. Y hasta los pasodobles de la banda municipal dirigida acertadamente, por el maestro Manzanaera, nos hubieran llegado al alma con profundidad.

Empezó el festejo con 20 minutos de retraso, mientras deliberaban la Autoridad, empresario, torero y apoderado. Tiempo perdido que nos faltó de luz en el sexto toro.

Ureña no se dio coba y salió arreando con el capote. Llevó al caballo galleando con el capote a la espalda, como hubiera firmado el mismo Joselito ´El Gallo´. Brindó al empresario Antonio Soler y culminó la faena entrando a matar muy despacito. Como la faena no tomó altura porque el Bañuelos se pegó a tablas acobardado, el premio se redujo a palmas.

En el segundo, Ureña brinda a la concurrencia y aprovecha la bondad del de La Reina, para lucirse con la mano izquierda y abrochar la faena con bernardinas muy ajustadas. La estocada tendida valió dos orejas de recompensa.

En el tercero, tuvo que sacar raza ante un bruto abisontado que dio guerra en el caballo. Se impone el torero y el bicho termina por rajarse y aquerenciarse en terrenos de chiqueros. Cuesta un montón cuadrarlo y cuando lo consigue le atiza media y estocada completatraseras las dos, mientras sonaba el único aviso de la tarde.

El cuarto era un toro nerviosito que se revolvía en un palmo de terreno y ponía los pitones en la hombrera del torero. Su faena fue dedicada a la consejera de Agricultura y lorquina Adela Martínez-Cachá. Era imposible obtener una tanda completa y limpia, pero Ureña superó las dificultades y lo despachó con diligencia, arrancándole una oreja.

El quinto (dicen que no hay malo), era una perla. Se emplaza de salida y el diestro se lanza a por él, asumiendo riesgos. Expuso mucho el lorquino durante el trasteo y salió prendido feamente en la ingle al entrar a matar. En ese encuentro, el toro se movió y el sable quedó haciendo guardia al toro (de libro). Repuesto Paco Ureña, le deja dos pinchazos y una estocada al hilo de las tablas. Ovación de reconocimiento.

Volvió a chispear y el público sacó los paraguas para ver el epílogo del festejo. Hubo suerte con el de Galache, que se dejó hacer y como el diestro estaba entregado y por la labor, hubo buenos momentos a media luz, porque el sol ya se había escondido tras la Torrecilla. Ureña abre el compás y tira en largo del toro, llevándolo muy embarcado en su muleta. Se va quedando sin enemigo, pero aún lo intenta por el pitón izquierdo y, ya en pleno arrimón, se lleva una tarascada en la axila, sin consecuencias aparentes. Gracias a una espectacular estocada fulminante que lo pone con las ´patas p´arriba´, le piden y conceden los máximos trofeos que Ureña pasea en hombros, camino de la gloria del triunfador. Era una espina que tenía clavada el torero, desde aquel festival de La Condomina en el que no contaron con él. Amor propio y vergüenza torera.