No, don Francisco Oñate no es un señor aburrido ni muchísimo menos, aunque su imagen nos pueda decir lo contrario sobre su estado de ánimo.

El bueno de don Francisco lleva más años en el PSRM que el mísmisimo don Pablo Iglesias (el de la coleta no, el otro, el impresor) y ha pasado por todos los puestos del escalafón de un político de provincias. En su día, nuestro protagonista se hizo maestro de escuela, pero el tirón por el bien de la ciudadanía exigía su presencia en la política activa y a ella se ha entregado en cuerpo y alma, como decíamos desde tiempo inmemorial.

Posee este señor una retórica cansina y bonitos ojos claros que acentúan su aspecto de hombre romanticón. Debido a esto aconsejamos la ingesta de algún surtido vitamínico que le levante el ánimo. En cuanto a sus ojos, los hemos dejado como estaban. No así su tupé. Un pelo ondulado que ya pinta canas y grises, tono muy apropiado para acrecentar su aspecto romántico. Tan solo hemos abundado en el estilo del peinado de su cabello, decidiéndonos por un peinado intemporal muy juvenil y en la línea dieciochesca, después de bajar del Vespino sin casco. Nuevo aspecto que le vendrá muy bien en su escaño senatorial, una Cámara Alta poblada de señores de aspecto severo y de vueltas de todos los cargos, al igual que el señor Oñate.

En lo tocante a su vestuario, le aconsejamos seguir en la misma línea, es decir: corbatas anchas, chaqueta y pantalón campana, con zapatos de punta malvada tan propios del inolvidable mayo del 1968, año tan cercano a su forma de ser.

No, el señor Oñate debe de evitar a toda costa su aspecto aburrido y dar algún impulso energético a su discurso.