El dolor de espalda es uno de los problemas de salud más habituales. Pocas personas se libran en algún momento de su vida de padecerlo, aunque la forma en la que se manifiesta puede ser muy diferente. De hecho, el tipo de trastornos que se agrupa bajo este denominador común es muy amplio.

Mientras que algunos sufren el dolor de espalda como una molestia crónica, incluso incapacitante, otros lo experimentan como una afección puntual, se repita o no en el tiempo. Las causas pueden ser diversas. Y, por tanto, también los posibles tratamientos. Identificar los motivos del problema es fundamental, sobre todo cuando nos limita en las actividades del día a día. En estos casos, el diagnóstico de los profesionales nos dará la clave.

Pero más allá de complicaciones más graves, todos podemos evitar en las actividades cotidianas esos malos hábitos que consiguen que el problema aparezca o se agrave. Estas son algunas de las costumbres e inercias que debemos corregir:

Pasar demasiado tiempo sentados

Muchas personas pasan a diario en sus trabajos tiempos muy prolongados sentados en la misma posición, lo que puede causar en algunas de las dolencias de espalda más comunes, por la presión a la que sometemos a la zona lumbar y cervical. Levantarse cada media hora o, al menos, cada hora para movernos y estirar las piernas y la columna es fundamental.

Mantener malas posturas

No sólo cuenta el tiempo que pasamos sentados, sino también la postura. Cuando permanecemos sentados, tanto si es en el horario laboral como si lo hacemos en nuestras casas, debemos cuidar la posición en la que estamos. Apoyar la espalda en el respaldo y mantener la cabeza recta, sin inclinarla hacia delante, son dos de las claves que deberíamos vigilar. Eso implica tener un especial cuidado en el uso que hacemos de los móviles.

Sedentarismo

El sedentarismo está relacionado con los hábitos anteriores y es uno de los mayores enemigos de nuestra salud. También en el caso de la espalda. A medida que nuestra actividad física se reduce, los músculos se debilitan y nos dejan expuestos a sufrir lesiones. Practicar ejercicio físico moderado es una forma de prevenir problemas.

Una alimentación deficiente

Una dieta deficiente también puede repercutir negativamente en la espalda. Si no seguimos una alimentación saludable, corremos el riesgo de ganar esos kilos de más que pueden someter a nuestra columna a una presión extra para la que no necesariamente está preparada, así como favorecer la aparición de la osteoporosis.

Levantar pesos o cargar con ellos de forma incorrecta

Al levantar pesos debemos ser conscientes de que podemos lesionarnos si no cuidamos algunos movimientos. Si tenemos que agacharnos para cargar cualquier objeto, es mejor flexionar las rodillas que doblar la espalda, un movimiento en el que arriesgamos la salud de nuestras vértebras. Igualmente, caminar con pesos excesivos, por ejemplo en bolsos, puede acabar pasándonos factura. Para evitar desequilibrios, es aconsejable alternar esa carga de un hombro a otro.

Padecer estrés

El estrés, otro gran enemigo de nuestro tiempo, tampoco juega a favor. La tensión a la que puede someter a los músculos es capaz de generar contracturas y otros problemas que se pueden reflejar en dolores en diferentes niveles de la espalda.

Dormir en un colchón antiguo

El descanso es fundamental para un estilo de vida sano. Esta máxima se proyecta con nitidez en lo que concierne a la salud de la espalda. Por eso, resulta clave dormir en un colchón en perfectas condiciones. En general, se recomienda que nunca lleguen a los 10 años, aunque cuanto más frecuente sea el cambio, tanto más lo agradecerá nuestra espalda. En todo caso, si lo notamos demasiado blando, es el momento de cambiarlo.