Niños tiranos y manipuladores: cuando la casa es un infierno

«Cada vez veo más padres y madres desesperados porque no pueden con sus hijos, de solo 5 o 6 años. Las dificultades no pasan con la edad sino que crecen», alerta el profesor y orientador Francisco Castaño

Niños tiranos y manipuladores: cuando la casa es un infierno

Niños tiranos y manipuladores: cuando la casa es un infierno

Niños que tiran las albóndigas cocinadas por su abuela al suelo. Niñas que organizan una batalla campal porque se niegan a bañarse. Niños que se trasforman en gremlins si les quitas el iPad. Niñas que insultan cuando sus deseos no son cumplidos. Niños que ponen en jaque mate a sus padres y les aterrorizan.

Los problemas severos de conducta no son patrimonio exclusivo de los adolescentes y los preadolescentes. Convencido de que muchos padres y madres «solo quieren la felicidad de sus hijos y les educan en Walt Disney a pesar de que la vida es The Walking Dead», el profesor de secundaria y divulgador Francisco Castaño lleva unos años viendo cómo su consulta de orientación familiar se llena de padres y madres de niños de 5 y 6 años que, literalmente, no pueden con sus hijos. «Los críos se empoderan y se vuelven tiranos, manipuladores y retadores ante la impotencia de sus padres», alerta Castaño. El resultado: familias desesperadas y atrapadas en una espiral de gritos, rabietas, riñas y frustración.

«Déjale, ya se estrellará», es el consejo (de cuñao) que reciben muchos de estos padres superados, que ya solo confían en que el paso del tiempo, efectivamente, hará crecer y madurar a sus hijos. Sin embargo, los problemas de conducta ni desaparecen ni se solucionan con la edad. Al contrario, crecen. «Hay que buscar ayuda cuanto antes. No es lo mismo una rabieta de un niño de 6 años que la de uno de 16. En ambos casos, el origen es el mismo: el chaval no sabe aceptar un no», sentencia el orientador, autor de Tu mejor versión como padre. Comprender a tu hijo para educarlo mejor (Plataforma Actual).

Solo denuncian los casos más graves

Los enfados desproporcionados pueden terminar, incluso, en violencia severa. Cada año, en España, se abren más de 4.000 expedientes a jóvenes por violencia filio-parental, que no son peleas puntales sino que se trata de conductas reiteradas de violencia física o psicológica dirigida de los hijos o hijas a los progenitores o tutores. La Fundación Amigo recuerda que solo se denuncian los casos más graves (entre un 10% y un 15% del total) y que en 2020, se abrieron 4.699 expedientes por violencia filio-parental.

«No se puede permitir la violencia», subraya Castaño. «Si los niños aprenden a conseguir las cosas por las malas, la violencia empieza en casa y continuará fuera de ella», añade el divulgador, que también lanza un mensaje de esperanza: «Todo comportamiento se educa». Eso sí, la educación en casa es un trabajo arduo, largo, complejo y a tiempo completo. Empieza desde que el bebé nace y tiene dos ejes fundamentales: firmeza y cariño.

Muchos padres están convencidos de que sus hijos tienen una única misión en la vida: ser felices. Pero «¿qué es ser feliz?», se pregunta irónicamente Castaño, que insiste en la importancia de educar a nuestros hijos teniendo en cuenta que sufrir forma parte de la vida y que a veces las cosas no salen como queremos (y hay que asumirlo y aceptarlo). «Les impedimos sentir emociones como la tristeza o la preocupación porque no queremos que se sientan mal. Pero de esa forma no les ayudamos. Si les quitamos todas las piedras del camino y no les damos estrategias, cuando les ocurra algo y no podemos solucionárselo nosotros, ellos no sabrán superarlo y se frustrarán», advierte.

Contra la sobreprotección

«No pueden tener todo lo que quieren. De pequeños te piden un juguete, pero de mayores, una moto de 2.000 euros. Y les da igual si la situación económica de la familia es precaria. No razonan, solo quieren tener lo que desean», advierte. La sobreprotección genera incapacidad de gestionar la frustración de los chavales, que terminan reaccionando violentamente, rompiendo cosas e insultando. «El problema es que para ver a nuestros hijos felices les acercamos a lo que desean, ya sea comer chucherías, acostarse más tarde o un juguete más. Ellos se creen cada vez con más derechos. Los deberes de los padres son velar por ellos, acompañarles, alimentarles y educarles. Pero no hay que cumplir todos sus deseos».

Castaño está convencido que de gran parte de los actuales problemas de los adolescentes responden a un vacío educacional. La resquebrajada salud mental infantil no es normal. «Esos chavales tenían que estar comiéndose el mundo y mira cómo estamos», añade.

Como receta de urgencia, el profesor recuerda la importancia del lenguaje y pide a las familias que huyan de las etiquetas. «Eres malo» es una frase que debe sustituirse por «te has portado mal hoy». Lo mismo con «no estudias nunca», mucho más perjudicial que «hoy no has estudiado». Mejorar la relación en casa pasa por enseñar a los hijos a gestionar las emociones, recuperar la autoridad, fomentar la comunicación, establecer límites claros y no enfadarse cuando se salten las normas y se apliquen consecuencias (que no castigos).