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¿Qué pueden hacer los padres con el ‘smartphone’ y los niños?

Ante los efectos nocivos de redes y móviles, expertos y familias difieren en su aproximación y debaten sobre si es más efectivo restringir, educar o directamente prohibir por ley el acceso infantil

¿Qué pueden hacer los padres con el ‘smartphone’ y los niños? | PIXABAY

¿Qué pueden hacer los padres con el ‘smartphone’ y los niños? | PIXABAY / olga pereda

Olga Pereda

Una norma no escrita dicta que los niños y las niñas, al llegar a 1º de ESO, tengan su propio móvil. Por seguridad. Por autonomía. Por sociabilidad. Estos son los tres argumentos básicos de las familias para entregar un ‘smartphone’ a sus hijos e hijas, que apenas tienen 12 años. En muchos hogares, ese acontecimiento -algo así como el paso hacia la madurez- se está adelantado a finales de Primaria. Quien accede a secundaria sin móvil, tiene todos los números de convertirse en el último de la clase en disponer de ‘smartphone’.

Sin embargo, nadando a contracorriente, muchos padres y madres se resisten. Hay voces que piden una regulación oficial para frenar el acceso precoz y sin control de los menores a la tecnología, igual que sucede con otros ámbitos, como el carnet de conducir, el alcohol o las apuestas. Francia ya ha dado un primer paso en este sentido. A esta lucha se suman algunos divulgadores expertos en tecnología. Otros, sin embargo, no lo ven factible y apuestan por la educación para combatir un hecho irrefutable: la mayoría de los jóvenes no es que sean adictos (eso es una enfermedad y como tal hay que tratarla), pero sí están absolutamente enganchados.

«Es lo que hay»

Las familias que entregan un móvil a sus hijos aseguran, resignadas, que «es lo que hay» porque los ‘smartphone’ son ya poco menos que una extensión de nuestras manos. «No podemos ser tecnofóbicos y alejar a nuestros hijos de algo que forma parte de su realidad: antes, los jóvenes pasábamos horas hablando por el teléfono fijo y ahora lo hacen por el móvil», podría resumirse el estribillo que repiten las familias cuando entregan el dispositivo a sus hijos.

El argumento, sin embargo, tiene trampa. «A diferencia de lo que ocurría con el teléfono fijo, detrás de cada móvil hay un ejército de ingenieros que trabajan para unas empresas que tienen intereses económicos brutales y cuya misión en la vida es enganchar a los clientes, tengan la edad que tengan, con aplicaciones y dispositivos absolutamente irresistibles». Con esta durísima frase, Diego Hidalgo, empresario francés, divulgador, padre de tres hijos y autor del ensayo Anestesiados, advierte de que la tecnología no es tan neutra como parece.

Hidalgo subraya el «profundo deterioro» que el abuso de las pantallas y de las aplicaciones ha provocado en la salud física y mental de los jóvenes, plasmado en cientos de estudios científicos. En su opinión, vivimos una situación sin precedentes. «La tecnología nos ha superado y ha llegado el momento de que los poderes públicos protejan la salud pública y regulen el uso de pantallas entre los jóvenes», asevera.

El ejemplo de Francia

Hidalgo pone el ejemplo del Parlamento francés, que recientemente ha pedido que la edad mínima para acceder a redes sociales sean los 15 años. «La mayoría de plataformas aseguran que están vetadas para los menores de 13 años, pero es solo la teoría. La realidad es que cualquier niño accede. Hay chavalillos de 10 y 11 años masivamente en TikTok. Hay niños de 8 años que se pasan horas viendo vídeos y deslizando la pantalla en menos de cuatro segundos. ¿Qué tipo de atención y concentración van a desarrollar en el futuro?», alerta el divulgador.

Familias que se resisten

María Alonso, madre de dos estudiantes de 14 y 11 años escolarizados en Madrid, se mantiene firme en su decisión de no entregarles móviles. Para evitar el lógico miedo de que su hijo mayor se quede aislado, María le permite utilizar un móvil familiar -solo en casa- para que se relacione con sus amigos. «La generación actual habla por Instragram. De acuerdo, mi hijo tiene cuenta en esa red social, pero le controlo el acceso. No tiene un móvil en propiedad, al contrario que casi todos sus amigos. No me parece de sentido común dárselo. Existe un claro riesgo de adicción. Acceden a herramientas que no saben controlar. Por no hablar de la soberanía de los datos», argumenta.

El hijo pequeño de María irá el año que viene al instituto y ella ya ha contactado con varios padres y madres para decirles que no estarán solos si deciden -como ella- no entregarle un ‘smartphone’. «Muchos me están dando la razón y quizá se sumen. Ya está bien de considerar que es inevitable que tu hijo cumpla 12 años y tenga un teléfono inteligente», concluye tras dejar claro que no es la tecnofobia lo que le mueve, sino la precaución, la educación y la salud de sus hijos.

María, al igual que el autor de Anestesiados, está convencida de que el Estado debería regular el acceso a la tecnología de los jóvenes, como sucede con los coches o las apuestas. «Tenemos miedo a prohibir, pero nadie se cuestiona, por ejemplo, que hasta los 18 años no puedes sacarte el carnet de conducir o comprar alcohol», explica. Consciente de lo ambiciosa que sería esa normativa, María sí que insiste en pedir, al menos, campañas de concienciación por parte de las autonomías para recomendar a los padres no comprar móviles a sus hijos pequeños.

Padre de dos hijos, profesor de Secundaria y cofundador de aprenderaeducar.org, Francisco Castaño asegura que la mayoría de los chavales no son adictos pero sí están enganchados. «Sienten la necesidad de estar en constante contacto con su pandilla. Muchos no son capaces de hacer un uso racional de la tecnología. Además, desconocen lo que se puede hacer desde el punto de vista legal o ético, como compartir determinadas fotos», advierte. Sin embargo, el autor de Tu mejor versión como padre asegura que el peligro no es el móvil sino el uso que se le da. «Estamos controlados, estamos localizados. Es la época que nos ha tocado vivir. No podemos ir en contra ni instalarnos en la queja permanente. Lo que hay que hacer es educar. No podemos dejar un móvil a un niño de 12 años sin control».

Hace tiempo, Castaño pensaba que era mejor dar el móvil más tarde. Pero su experiencia como orientador le ha llevado a concluir que es mejor ofrecérselo antes, con 12 años, por ejemplo. «Es una edad en la que tu hijo todavía te tiene por referente y puedes controlar el uso que hace. Y, sobre todo, educar y poner límites. En la adolescencia todo se complica más. Por eso, si lo haces con antelación tu hijo ya tendrá las bases para un uso racional del teléfono», concluye.