Psicología infantil

Autoconocimiento y autoestima

autoconocimiento   y autoestima

autoconocimiento y autoestima / J. Alejandro López

J. Alejandro López

La importancia y la visión sobre el autoconcepto han ido variando a lo largo de los siglos, desde el templo de Apolo de Delfos con Platón hasta la actualidad. En dicho templo podíamos apreciar la frase «conócete a ti mismo», que ha estimulado ríos de tinta sobre la importancia de conocerse a uno mismo, así como de cultivar la autoestima. El significado que la antigua Grecia esgrimía ante dicha frase es distinto al significado que le damos en la actualidad. Para los antiguos griegos «conócete a ti mismo» significaba saber situarte dentro de la clase social a la que pertenecías y comportarte acorde a ella, no queriendo aparentar o buscar ser de otra clase, pues entonces estás autoengañándote. Hoy, dicha frase se interpreta de otra manera. En la actualidad, conocerse a uno mismo es necesario para ser libre, para aceptarse, pues al comprendernos seremos capaces de perdonarnos, como afirmaban Spinoza y Tolstói; no se trata ni de reír, ni de llorar, se trata de comprender, pues comprenderlo todo es perdonarlo todo. Así, una vez que te comprendes y te aceptas podrás empezar a ser capaz de amar a los demás desde la no necesidad de estar con el otro para suplir carencias propias. Lo que en psicología se denomina adquirir un tipo de apego seguro. Pero no hemos de emplear todo nuestro tiempo centrados en conocernos a nosotros mismos, pues podemos caer en la autocomplacencia y la vanidad. Conocerse a uno mismo es necesario pero no suficiente, pues también sienta bien descubrir al otro, al diferente, aceptar la diversidad y no quedarse atrapado en uno mismo, en un selfie ‘ad infinitum’.

Con respecto a la autoestima, en la sociedad actual este parámetro es entendido como un elemento de vital importancia, pues achacamos a la baja autoestima problemas tan diversos como son el bajo rendimiento académico, la celotipia, problemas de acoso escolar o el maltrato. Desde esta perspectiva, la baja autoestima provocaría en las personas distintas situaciones perjudiciales, que, trabajándola, podrían manejarlas de manera más efectiva, pero podríamos preguntarnos: ¿es la baja autoestima la que causa problemas vitales o más bien es un efecto de situaciones personales complejas? Por ejemplo, ¿es el bajo rendimiento el que provoca una baja autoestima o es la baja autoestima la que promueve un rendimiento académico bajo? ¿O más bien es un círculo vicioso que se retroalimenta? Con respecto a la alta autoestima, nos enfrentamos a otro dilema, pues desde algunos sectores, una alta autoestima refuerza el individualismo, un modelo de individuo que solo busca sus propios placeres, que vive freudianamente en el ‘Ello’, hedonista e incluso nihilista, prototipo de sociedades neoliberales y posmodernas. Por lo que quizás sería mejor no ensalzar demasiado el ego y cultivar una autoestima equilibrada, que nos permita valorarnos a nosotros mismos tan dignamente como valorar y aceptar a los demás en su propia dignidad.

En el hogar y en los centros educativos hemos de promover un autoconcepto y autoestima equilibrados, que aparte a los más pequeños de las carencias de la baja autoestima y de la vanidad egocéntrica de una autoestima y autoconcepto sobrevalorados. El equilibrio es esencial para que los menores pasen de ser individuos a ciudadanos dignos.