Se nos dice que la educación del siglo XXI ha de mostrarse sensible a las demandas de la sociedad, que forme parte de la comunidad y que no se quede atrás. Para otros sectores, esto es sinónimo de que la escuela se doblegue a los mercados y al sistema neoliberal, pues para ellos, formar parte de la comunidad, atender a las demanda de la sociedad y servir al mercado es una misma cosa, un eufemismo, una triquiñuela lingüística, en definitiva, un caballo de Troya.

La discusión está servida. Desde un bando la educación se entiende como aquella que brinda contenidos, transmite información y conocimientos, que es conservadora, en el sentido de conservar lo que de ilustrado tiene el sistema educativo. Incluso algunos autores actuales singuen hablando de Instrucción Pública. Una educación que no se vende a modas pedagógica, a innovaciones constantes. Sus postulados en cuanto a epistemología son que la verdad existe y en el sustrato ontológico, que hay realidad y esta no es necesariamente construida. Una visión moderna, ilustrada, donde la escuela no sirve a nadie solo a la verdad y al conocimiento, no se deja arrastrar por el mercado y es escéptica en cuanto a las innovaciones. Más cercana a la filosofía que a la pedagogía o la psicología. Los contenidos son el núcleo principal de la educación, entendidos como el conjunto de conocimientos, habilidades, destrezas y actitudes que contribuyen al logro de las capacidades. Muestran una perspectiva más teórica (conocimientos a adquirir). Desde esta visión se reivindican asignatura como filosofía, ética y ciudadanía. Se menosprecian asignaturas como emprendimiento y las materias de corte psicologicista de futura implantación por la LOMLOE, por considerarse una puerta de entrada al mercado y al neoliberalismo.

Por otro lado, nos encontramos las corrientes psicológicas y pedagógicas sobre la educación. Estás se amparan en el cambio necesario, en romper la jerarquías entre docentes y discentes, en flexibilizar el currículo, en atender a los afecto y las emociones, en la innovación como motor del cambio, en la bondad de las tecnologías, en la necesidad de abrirse a la sociedad, servirle a ella, tener un fin pragmático. Desde esta perspectiva la realidad es construida, se ampara en el paradigma constructivista, el alumno es el que construye realidades en compañía de los demás (adultos e iguales). La verdad es cambiante, lo que hoy es una verdad, mañana puede estar refutada. Se nutre de corrientes como el conectivismo donde lo importante ya no es tanto el saber sino el saber buscar y estar conectado a las fuentes de información. Una visión posmoderna, constructivista respecto a la realidad y relativista respecto a la verdad. Aquí las competencias son el núcleo de la enseñanza. En un mundo cambiante, con continuas crisis, hemos de formar individuos que puedan ser flexibles, resilientes, con facilidad para adaptarse a los cambios, para estar en continuo aprendizaje, donde las tecnologías imperan. Así lo primordial es alcanzar unas competencias clave, entendidas (según la OCDE) como conjunto de conocimientos, capacidades y atributos que toda persona puede adquirir y que son susceptibles de ampliarse ulteriormente. Con una visión más práctica y enfocadas hacia la acción.

Dos bandos, dos visiones ¿Dónde te sitúas tú?