El Tibuzón 

Como siempre andaba de un lado para otro sin poder parar y sin poder concentrarse en nada, el emperador le asignó la tarea de ser el cartero del fondo del mar.

Su boca les sirve de buzón y de saca para distribuir las cartas. Hay que ir con cuidado cuando se echa una carta porque te puedes quedar sin mano o sin aleta; por eso es mejor llevarles un poco de carnaza y, cuando están masticando, introducir disimuladamente la carta por la otra parte de la boca.

Son muy curiosos y una fuente fiable de cotilleos, ya que a veces abren las cartas y, según les gusten o no, las entregan o se las comen. Tienen un olfato excelente y son capaces de oler las noticias tristes, las alegres y las cartas de amor. Así, según lo veas llegar, puedes deducir de antemano de quien o de qué es la carta que recibes. Son desmemoriados y de vez en cuando se lían al repartir las cartas, lo que provoca graciosos equívocos y situaciones embarazosas. Aparte de esto, son muy rápidos y siempre llevan el correo a tiempo. Uno de ellos, especialmente eficiente, se hace llamar Tibuzón Strogoff, el correo del emperador. Odian la Navidad y la gente postalera. Hay diversos tipos de tibuzón. Aparte del tibuzón corriente, también están el tibugrama, el tiburgente, el tibufax, el tibumail y el tibuwasap, el más moderno de todos.

El Gatoncillo

Este híbrido, que podría pensarse fruto de extraños amores, tiene una doble personalidad muy acusada, por cuya causa pocas veces se pone de acuerdo consigo mismo. Vive en una perpetua esquizofrenia y no es nada raro que tenga ataques de pánico o de ira en compañía de otros gatoncillos; por eso son bastantes solitarios y poco amantes de las relaciones sociales. A pesar de todo, ha conseguido sintetizar y acordar algunos puntos de su contradictoria naturaleza y, así, por ejemplo, se vuelve loco por los bocadillos de sardinas y queso y, últimamente, por las películas de Tom y Jerry, según cómo tenga el día, es partidario de uno o de otro.

Es bastante perezoso y juguetón, le gustan los tejados, los agujeros y los sitios escondidos y odia los días de sol en que acaba extenuado persiguiendo su sombra.

Son zorrunos o amables y, o mienten siempre, o siempre dicen la verdad. Por eso son una magnífica fuente de información: solo hay que saber primero si aquel gatoncillo es de los mentirosos o de los que dicen la verdad, cosa que no es muy difícil si se encuentra la pregunta adecuada.

El Cacadrilo

Esta aromática fiera es considerada la eremita de la isla por su comportamiento meditabundo y solitario. Los cacadrilos no son malos chicos, pero nunca consiguen hacer amigos.

Antiguamente eran carnívoros, pero, a causa del fuerte olor que despiden, anunciaban su presencia a una hora de camino, y sus hipotéticas víctimas, después de tomarse el café, la copa y fumarse el último cigarrillo, huían tan tranquilas. Al llegar cautelosamente y comprobar que no quedaba nadie, cogían unos sofocones de padre y muy señor mío y unas llantinas que se oían en toda la isla; por eso siguen llevando la lagrimita en el ojo. Contra lo que podría pensarse, de sus lágrimas se hace un agua de colonia excelente. A pesar de eso, la frase <<hueles a cacadrilo>>, incluso dicha con la mejor intención, muchas veces provoca confusiones y peleas de diversa consideración.

Estuvieron a punto de extinguirse, por la escasa o nula alimentación y porque no se reproducían, ya que ni ellos mismos soportaban el olor de sus semejantes. La primera cuestión la subsanaron al descubrir que la carne de col, de zanahoria o de rábano, mirada con buenos ojos, tampoco estaba tan mal. Por lo que respecta al segundo punto, alguien descubrió que con unos buenos tapones en las narices podían tener descendencia como los otros animales de la isla.

El Elefgante

He aquí al animal más educado de la isla. A veces resulta pesado de tan finolis. Todo lo pide por favor y nunca se enfada por nada. Además, viste tan elegantemente que despierta ¡ohs! Y ¡bravos! Y ¡¡¡!!!(admiraciones a secas) en todo el MIP, el mar de las Islas perdidas.

Es por todo esto, las finas maneras, el trato exquisito y el hecho de ser el más presentable, por lo que lo nombraron embajador permanente en la isla, cargo que evidentemente, todavía ocupa. En un principio eso planteó graves problemas, porque los elefgantes, además de no saber nadar y de que la ropa se les encoge, le tienen un miedo horrible al agua. Así, para las visitas diplomáticas, tuvieron que construir un barco enorme en forma de gallo y de león, el galleón, y confeccionarle unos flotadores exclusivos de diseño italiano para conseguir que embarcara.

Ni que decir tiene que es un diplomático excelente y, como ejemplo, entre otras muchas cosas, ha conseguidos que la isla de los Volcanes, o Escupidora, desvíe unos cuantos grados su ángulo de tiro, ya que era verdaderamente fastidioso ir esquivando pedruscos todo el día.

En las horas libres atiende su Academia de Buenas Maneras, donde lo mismo explica reverencias, inclinaciones y saludos como 101 maneras de dar una reprimenda con gracia.