Son muchas las cooperativas de enseñanza que cuentan con huertos escolares en sus instalaciones. Los beneficios educativos de estos espacios, sumados al hecho de que se encuentran al aire libre los convierten en herramientas pedagógicas idóneas en las circunstancias sanitarias que atravesamos. Para conocer los beneficios de los huertos escolares charlamos con algunos de los responsables en distintas cooperativas de enseñanza asociadas a UCOERM, a quienes preguntamos por su valoración sobre este recursos educativo.

Montse Martínez y Antonio Luis Guinea, de la cooperativa Severo Ochoa de Los Garres, Murcia, explican su experiencia en el centro: «El huerto escolar es un aula abierta a la naturaleza, donde cualquier nivel educativo puede ir a aprender cualquier contenido del currículo. Es un espacio diferente del aula, donde se producen unas vivencias que les hará no olvidar nunca: por qué es tan importante el color de los alimentos para nuestra salud; por qué debemos consumir alimentos de temporada para no crear una huella ecológica que contamina nuestro planeta; cuáles son las plantas medicinales y qué nos aportan; cómo hacer una compostera a base de residuos orgánicos y la ventaja que tiene para la tierra; qué seres vivos habitan en el huerto y el papel que desempeñan, etc. Conocimientos que nos harán mejores personas y que son aprendidos a través de la manipulación, experimentación y a través de las relaciones sociales».

Cualquier profesor, desde primer ciclo de Infantil hasta Secundaria, puede realizar cualquier actividad en el huerto escolar. En primer y segundo ciclo, se crean talleres sensoriales, donde el alumnado toca, observa, cuenta, huele, dibuja y planta los productos de cada temporada, participando las familias y la patrulla del huerto para crear los materiales y acompañar a los grupos junto a su tutor. En Primaria realizarán el taller titulado ‘Botiquín del huerto’, donde se plantan y conocen los beneficios de estas plantas. «Apostamos por educar y enseñar cómo hacer huertos urbanos en casas, para concienciar de la importancia del autoconsumo y el beneficio para la salud y medio ambiente».

Rocío Troyano, directora de la cooperativa escuela infantil EMPI de Murcia, nos cuenta: «En edades tempranas el desarrollo sensorial es una pieza esencial, contar con espacios y objetos de diferentes materiales en la escuela enriquece la información que el niño recoge sobre el mundo en el que vive y le ayuda a tener una visión ajustada y poder ubicarse de manera positiva, es por ello que tener un huerto en Empi no solo permite que los alumnos sean testigos del crecimiento de las plantas y de su cuidado, también les ofrece la oportunidad de establecer un contacto directo explorando la tierra, las piedras, hojas, olores, colores y sabores cuando recogemos el fruto para llevarlo a nuestro cocinero». EMPI es una escuela infantil entre 0 y 3 años.

Ana María Agudo, directora de la cooperativa de enseñanza Ciudad del Sol de Lorca, destaca que «en nuestro centro hemos desarrollado proyectos de creación de cooperativas en torno al huerto escolar, de ese modo los alumnos no sólo han podido experimentar el trabajo de la tierra sino haciéndolo desde una perspectiva empresarial cooperativa»

Además, relata que «también hemos incidido en el carácter ecológico del mismo, hasta el punto de que el fertilizante usado en ocasiones ha sido estiércol aportado por alguno de los alumnos de su propio huerto familiar. La instalación de goteo también ha sido un trabajo realizado por los alumnos».

Iniciativas originales y que suponen dar un paso más allá del mero aprovechamiento de la tierra, pues se utilizan para trabajar otros aspectos emocionales y curriculares diferentes. Cada vez son más los centros educativos que utilizan los huertos escolares como recurso pedagógico en una Región que cuenta con un gran potencial agroalimentario a nivel exportador, y en donde muchas de las familias de los niños dependen directa o indirectamente del sector agrícola.