Opinión

Dr. José María García Basterrechea (Especialista en Medicina Interna y en adicciones).

Al fumador no se le puede ignorar

Personas fumando en terrazas y vías públicas

Personas fumando en terrazas y vías públicas / EP

Este 31 de mayo se celebra el día mundial sin tabaco. En el mundo existen casi 1.300 millones de fumadores y en España, según la última encuesta EDADES, fuma diariamente el 33,1% de la población de entre 15 y 64 años.

No podemos olvidar que el tabaquismo es el mayor problema prevenible de salud pública. 8.7 millones de personas mueren al año por las múltiples enfermedades derivadas de inhalar las 7000 sustancias y cerca de 100 carcinógenos del humo del tabaco, afectando también a los fumadores pasivos, de los cuales, cerca de 700 millones son niños. Cada año mueren 1,3 millones de no fumadores que inhalan el humo ajeno.

A pesar de estos daños y de las campañas preventivas y de cesación realizadas en los últimos 20 años, la prevalencia de fumadores en el mundo solamente se ha reducido un 3% y 1000 millones de personas acabarán muriendo en este siglo por su causa. Si se quiere mejorar hay que tomar, de una vez, las medidas que han demostrado ser eficaces. Es necesario seguir potenciando medidas de prevención y cesación clásicas aplicadas a los productos de combustión como el incremento de precios y el empaquetado estandarizado, la ampliación de espacios sin humo, especialmente en lugares frecuentados por menores, pero no podemos olvidar que existe un 60% de fumadores que no quieren o no consiguen dejar de fumar, en muchos casos, habiéndolo intentado todo. A estas personas, hasta ahora, o bien se les dice que mediten y vuelvan ¡cuando estén preparados y dispuestos!, o peor, simplemente se les ignora.

Si hacemos lo mismo, ocurrirá lo mismo. Por ello, con estas personas, podemos y debemos, como hacemos en todas las enfermedades, disminuir los daños. En este sentido,  las políticas encaminadas a la búsqueda de alternativas menos nocivas son una opción  mucho menos peligrosa. Estas políticas han demostrado claramente su eficacia en países como Suecia, Reino Unido, Japón o Nueva Zelanda. Países en los que está disminuyendo significativamente la incidencia de las enfermedades producidas por el tabaco (EPOC, cáncer de pulmón y enfermedades isquémicas cardiovasculares), y también la prevalencia del tabaquismo. Prevalencia que en Suecia es del 5,6%, la más baja de Europa, y en Reino Unido del 12%, cinco puntos menos que en 2017.

Existe en España un debate muy visceral en contra de todos los dispositivos electrónicos alternativos al tabaco, obviando que los problemas de salud surgen al quemar el tabaco, no por vapear o consumir nicotina. Es un inmenso error considerarlos igual de perjudiciales que los cigarrillos convencionales, como se hace en el Plan Integral de Tabaquismo del Ministerio de Sanidad, que ignora las evidencias científicas y la experiencia sobre estas alternativas, pretendiendo generar una prohibición encubierta de estos productos que pueden salvar la vida de millones de personas. Aún hay tiempo de corregirlo.

Es cierto que los cigarrillos electrónicos no son completamente inocuos. Es cierto que no son una opción para que la utilicen los jóvenes y los no fumadores. Sin embargo, existe una realidad indiscutible: el enemigo es el cigarrillo. Contra él se deben implementar absolutamente todas las medidas que han demostrado científicamente su eficacia. La carga que suponen las enfermedades relacionadas con el hábito de fumar es demasiado grande como para ignorar que estos productos son alternativas menos nocivas para la salud en las personas que no pueden o no quieren dejar de fumar.