Opinión | La Feliz Gobernación

Mis pis con gente importante

El expresidente israelí, Simon Peres.

El expresidente israelí, Simon Peres. / EFE/Reuters

Un tipo alto, escueto de esqueleto, casi desgarbado, de bien entrada edad y de ademanes precisos y elegantes, con traje veraniego claro y corbata azul jaspeada se puso a mear a mi lado tras subir el escalón del urinario colectivo, desabrocharse la bragueta y apuntar a la porcelana de la pared. Tuvo el detalle de darme los buenos días en perfecto castellano, pero con un deje que no supe identificar. Aproveché el saludo para responderle girando la cabeza con la precaución de hacerlo hacia la altura de la suya, y sufrí una breve interrupción de mi propio fluido al constatar que el colega de micciones me sonaba de algo. Caí casi al instante: estaba derrochando pis en compañía del primer ministro laborista israelí Simon Peres. Giré instintivamente la vista hacia mi espalda, pues suponía que el pequeño habitáculo estaría tomado por guardaespaldas del Mosad, pero no había nadie. Solo Simon Peres y yo, en la más estricta intimidad, con las respectivas chorras liberadas de su encierro por imperiosas necesidades biológicas. 

El líder del Estado israelí concluyó su faena antes que mi humilde persona, pues aunque yo estaba primero tuve retenciones por la impresión, e hizo lo que se suele: agitación del apéndice para el desprendimiento de las últimas gotas, recogimiento del innombrable, extensión de la cremallera y rápido lavatorio de manos en el dispensario anejo. Al marcharse repitió los buenos días, sin mirarme, supongo que por discreción, y yo, confundido y perplejo, le respondí con una expresión absurda: Gracias. 

Fue en 1987, un año después de que el Gobierno de Felipe González reconociera al Estado israelí. Peres había acudido al cónclave federal del PSOE que se celebró en el Palacio de Congresos de Madrid, y yo estaba allí porque La Opinión quería saber si en el nuevo programa socialista sobrevivirían los trasvases o si González tenía la piedad de colocar a algún murciano en su ejecutiva. Lo único que saqué en claro es que los líderes carismáticos también mean. 

Al día siguiente coincidí en tal lugar y circunstancias con el ministro Carlos Solchaga, pero no era lo mismo.

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