Opinión | Tribuna Libre

Ramona López

Dolor por Gaza

El ministro de Defensa israelí llamó a los palestinos ‘animales no humanos’. Los paralelismos con la persecución judía en la que los nazis les llamaban ‘ratas’ es escalofriante

Europa Press

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Con el paso del tiempo tendemos a creernos moralmente superiores a épocas pasadas. Hasta ahora solíamos mirar las dos guerras mundiales, la guerra civil española, el Holocausto, por encima del hombro de la superioridad que nos proporcionaba no haber vivido en primera persona una etapa histórica violenta, lo que nos permitía poder decir: «¿Cómo es posible que sucediera tal cosa?, eso hoy no ocurriría, somos mejores». Pero no lo somos, somos una sociedad miserable, una sociedad que consiente que se masacre a cientos de miles de civiles (niños y niñas en un abrumador porcentaje) mientras nuestros representantes no son capaces, no ya de detener al país agresor, ni siquiera de vetarlo en un festival. En qué nos convierte ser espectadores de esa tibieza frente a una violencia intolerable.

La hipocresía también mata. La comunidad internacional se horrorizó (e hizo bien en horrorizarse) con el salvaje atentado de Hamás: ochocientos muertos, mil quinientos heridos, 229 secuestrados. Pero le está costando mucho horrorizarse de igual modo con la venganza terrible de Israel: treinta y cinco mil muertos, incontables heridos, incontables desaparecidos, supervivientes en condiciones infrahumanas, bloqueo a la llegada de ayuda humanitaria, desprecio de las convenciones de guerra más básicas. Las matemáticas han dejado de importar. Solo importa el dolor de nuestro aliado. El enemigo de nuestro aliado debe ser infrahumano porque no despierta el mismo sentimiento ni la misma respuesta de los mismos líderes.

Las matemáticas, por tanto, no salen indemnes de esta guerra atroz. El lenguaje tampoco. Si es un crimen de guerra atacar una fiesta donde cientos de jóvenes se divierten despreocupadamente, ¿cómo se llama bombardear un hospital, un campo de refugiados, una escuela? ¿Cómo se llama dejar morir de hambre, enfermedad y penalidades a quienes han conseguido sobrevivir a la masacre? Nos falla el idioma, nos faltan las palabras para calificar la barbarie de Israel contra Palestina. Se queda corto el lenguaje a la hora de adjetivar la indiferencia occidental frente a esos crímenes televisados.

La comunidad internacional reconoció el «derecho a defenderse» de Israel, dando su beneplácito con carita de asco al castigo colectivo indiscriminado que ha constituido esta incursión, aunque ello suponga, como así está siendo, la comisión de delitos de lesa humanidad y de crímenes de guerra. El veto a Rusia para participar en Eurovisión por su agresión a Ucrania puso de acuerdo a todo el mundo, pero, sin embargo, es una vergüenza que no se haya vetado a Israel en el festival. Es más, por poco gana. Imaginen que hubiera quedado como país anfitrión para 2025. Un frívolo festival también es un arma política.

El papel de EE UU está siendo crucial en este conflicto, ya que es cómplice necesario. Arma el puño que golpea y apenas osa pedir vendas para el golpeado. Veta una y otra vez toda petición de alto el fuego alegando que no es el momento. Nos preguntamos a los cuántos muertos será el momento.

El ministro de Defensa israelí llamó a los palestinos ‘animales no humanos’. Los paralelismos con la persecución judía en la que los nazis les llamaban ‘ratas’ es escalofriante. El patrón siempre es el mismo: 1. Deshumanizar al enemigo para que nos dé igual su sufrimiento; 2. Posicionarnos del lado del más fuerte adaptando el discurso a conveniencia.

Al principio del ataque, Netanyahu dijo: «Israel va a abolir este mal para favorecer a toda la humanidad». Esta frase grandilocuente no es un órdago, es una promesa. En su megalomanía cree de verdad que debe erradicar el ‘mal’ que significa Palestina para favorecer una humanidad sin rastro de población árabe en la zona. Es una frase que recuerda a otro megalómano frente al que la comunidad internacional también mostró una tibieza que después tuvo que lamentar y que acabó con la vida de seis millones de judíos. Una injusticia sustituye a otra y así avanza la historia y retrocede la humanidad.

A Netanyahu no le sobra Hamás, de hecho, este grupo fue alentado en sus inicios por Israel en un plan para generar un enemigo interno contra la OLP. No le sobra Hamás, decía, le sobran dos millones y medio de palestinos, hombres, mujeres, niños y niñas. «No quedará piedra sin remover», ha dicho. Los que asistimos al horror desde nuestras casas, con un nudo de angustia atravesado en la garganta, sabemos que es verdad, que no quedará piedra sobre piedra.

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