Opinión | Día Internacional de los Trabajadores
Antonio Jiménez Sánchez
Primero de Mayo: solidaridad, reconocimiento y avance social
Hemos demostrado que la economía y el empleo pueden crecer al mismo tiempo que se mejoran las condiciones de vida y de trabajo de las personas, y lo vamos a seguir haciendo con la vista puesta en un futuro que será más justo, inclusivo y sostenible, o no será
Sin perder de vista el contexto internacional, el movimiento sindical europeo moviliza hoy a todas las trabajadoras y trabajadores en un nuevo Primero de Mayo que reivindica, en primer lugar, paz y respeto por los derechos humanos. No podemos dejar de expresar nuestra solidaridad con las familias que pagan el precio más alto de todas las guerras, siempre odiosas, inútiles y malditas guerras: la pérdida de vidas humanas, la destrucción de sus hogares, la violencia y la represión y, por supuesto, sus consecuencias económicas más gravosas.
Consecuencias que, en nuestro país, han supuesto una crisis energética e inflacionista aún no resuelta del todo, que ha horadado significativamente el poder adquisitivo de la clase trabajadora. Es cierto, no obstante, que hemos sido capaces de mantener notables cotas de crecimiento económico y ocupación, a las que han contribuido, sin duda, las medidas acordadas en el diálogo social, dirigidas, fundamentalmente, a proteger a las personas y sus empleos; medidas como la reforma laboral, que ha cambiado radicalmente el paradigma de la contratación en España, reforzando, de forma incontestable, su estabilidad.
Pero no menos cierto es que seguimos teniendo 2,7 millones de personas desempleadas, más de 83.400 en la Región de Murcia. Muchas de esas personas no tienen derecho a ninguna prestación o reciben subsidios parciales, que no llegan ni a 400 euros, y que, sin embargo, algunos, injusta e insensiblemente, consideran un elemento disuasorio para la búsqueda de empleo. Para un gran número de ellas no hay oportunidades formativas, una orientación adecuada o servicios públicos de cuidado que les permitan poder volver al mercado de trabajo. Y a otra buena parte de esas personas, el mercado les da la espalda por ser demasiado jóvenes o mayores, por su orientación sexual, por tener una discapacidad o por no tener ‘papeles’.
Por eso, este Primero de Mayo también nos movilizamos por el pleno empleo, convencidos de que éste se consigue promoviendo la inclusión y la igualdad de oportunidades, con servicios públicos accesibles y de calidad y, por supuesto, con una política de promoción económica dirigida a superar fórmulas injustas y cortoplacistas para competir, basadas únicamente en la explotación, la precariedad y los bajos salarios.
Especialmente, en la Región de Murcia, tenemos que afrontar el reto de generar más y mejores empleos, ser capaces de reindustrializar nuestra Región, dignificar el trabajo en el campo y en el sector de los cuidados, impulsar una digitalización justa de nuestra economía que nos permita mejorar la productividad y un desarrollo más sostenible, reparando de una vez por todas la ruina medioambiental, pero también económica y social, de nuestro Mar Menor.
Un reparto más equitativo de la riqueza pasa, en primer lugar, por subir los salarios. Es necesario recordar a quienes dicen que esto «es malo para la economía» que, mientras que los beneficios empresariales marcan registros históricos, los salarios reales se han hundido como consecuencia de la inflación disparada de 2021 y 2022, con un impacto evidente sobre el consumo. Las subidas progresivas del Salario Mínimo Interprofesional y la política salarial pactada en el Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva han amortiguado, en parte, esa caída, pero ni qué decir tiene que, solo en la Región, hay más de cien mil trabajadores y trabajadoras fuera de la protección y cobertura de la negociación colectiva, por la situación de bloqueo en la que se encuentran sus convenios.
En segundo lugar, estamos reclamando reducir la jornada laboral, que en los últimos 40 años ha permanecido invariable, a pesar de los avances tecnológicos que nos han permitido producir más con muchas menos horas de trabajo. La realidad, de hecho, es que los horarios de trabajo, lejos de tender a su racionalización, se extienden cada vez más en pro del consumismo 24 horas. Se desdibujan con emails, wasaps y llamadas que se inmiscuyen en nuestro tiempo de descanso. Y son, desde luego, incompatibles con la precaria red de infraestructuras y servicios públicos con los que contamos en materia de educación y cuidados.
Tener tiempo para vivir no puede seguir siendo un lujo al alcance de muy pocos. Y no se puede seguir penalizando -especialmente a las mujeres trabajadoras, sobre las que siguen recayendo mayoritariamente las tareas de cuidado- con jornadas absolutamente incompatibles con la vida personal y familiar, que contribuyen a generar cada vez más problemas de salud mental y física.
Hemos demostrado, sobradamente, que la economía y el empleo pueden crecer al mismo tiempo que se mejoran las condiciones de vida y de trabajo de las personas, y lo vamos a seguir haciendo con la vista puesta en un futuro que será más justo, inclusivo y sostenible, o no será.
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