Opinión | La Hoguera
Juan Soto Ivars
Tenía que ser Berto
Una boba teoría, asentada como un dogma, da por hecho que la audiencia es tan estúpida que solo se le puede hacer tragar bazofia
![Berto Romero, en el espacio de La 2 'Ovejas eléctricas'.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/3d5174db-4912-4c1e-a261-f4d737cb1156_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Berto Romero, en el espacio de La 2 'Ovejas eléctricas'. / RTVE
Mientras todo el mundo se pega gritos por Broncano y su salario, yo estoy entusiasmado con Ovejas eléctricas, el nuevo programa de libros de Berto Romero en La 2, que no sé cuánto cuesta, ni me importa. ¡Así se hace cultura en la tele, copón! Y así podría ser la pública, que sin publicidad no sufre tanto por la audiencia.
El programa funciona con un esquema simple: eligen un gran tema literario (la guerra, por ejemplo, en el primer capítulo) y los colaboradores van midiéndose con Berto, aportan enfoques especializados y mencionan un montón de obras literarias. Así, son los temas los que componen el lienzo y encima se pinta a brochazos el fresco. Terminas el programa con una pila de libros por leer y la sensación de que el dinero público está yendo por buen camino si se trata de incentivar la lectura, porque así es como ha de venderse algo que, en principio, no puede competir con Netflix.
En Ovejas eléctricas el sarcasmo, la retranca y la simpática agilidad televisiva de Berto y sus colaboradores son compatibles con una profundidad que no carga, ni aburre. Para esto, TVE ha sabido elegir muy bien a Berto, y él por su parte ha sabido elegir mejor a la mayor parte de sus colaboradores. Para mí destaca como un fogonazo una escritora a la que jamás se había visto en la tele, Marta Jiménez Serrano. Con su sección de duelos literarios (hizo combatir a Guerra y paz y Los episodios nacionales) prácticamente se come al presentador, con quien se establece otro duelo entre la chufla y la pedagogía. La química entre ambos hace el resto.
Meter cultura en la tele, y en particular hablar de libros, siempre supone un desafío para los programadores. Una boba teoría, asentada como un dogma, da por hecho que la audiencia es tan estúpida que solo se le puede hacer tragar bazofia. Yo mismo he constatado que eso es falso, porque mi sección sobre libros malditos y perseguidos en Cuarto Milenio lo peta, y vuelvo a comprobarlo con este programa que, por su equilibrio entre frescura y hondura, tal vez se haría un hueco incluso entre los formatos apisonadores de cerebros.
La audiencia de La 2 nunca es alta, pero en sus primeras entregas lo de Berto ha superado las deprimentes marcas habituales del segundo canal. Espero que el boca a boca haga subir la audiencia. Así comprobará España que, bajo la típica iluminación de los programas de RTVE, Berto Romero se parece a Jordi Hurtado.
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