Opinión | Retratos de Juan Ballester

Juan Ballester

La madurez como principio

Lucía Schibler Merli, estudiante de canto

Lucía Schibler Merli.

Lucía Schibler Merli. / Juan Ballester

Lucía Schibler tiene actualmente diez años, o sea, es una niña. Pero, en realidad, ¿qué es exactamente la niñez, o qué entendemos por niñez? Sí, ya sabemos que se trata de una fase de los humanos que abarca desde el nacimiento hasta la adolescencia, pero esa especie de cajón de sastre tan genérico, tan cuantificable, tenemos la sensación de que, más allá de responder a la pregunta con el argumento temporal, al mismo tiempo está imponiendo uno de los mayores prejuicios con los que convivimos: considerar la niñez como un reflejo directo de la falta de madurez, cuando, mucho nos tememos, esto no es así; o no es así desde un punto de vista objetivo.

Supe de ella por vez primera en el concierto que el pianista Grigory Sokolov dio recientemente en el Auditorio Regional. Llegó acompañando a Elsa Schibler, su madre, y a Paz Martínez, su abuela. En aquellos primeros momentos me llamó la atención su originalidad y su belleza, pero, aún más, el que una niña de esa edad acudiera a un concierto de esta naturaleza. Y es que a uno -que no es demasiado melómano-, confiesa que se le hicieron un poco largas las dos horas con solos de piano de Bach, Chopin y Schuman, mientras que la niña Lucía aparentaba ilusión, felicidad, placer…

Después, durante la sesión de retratos que le realicé a los pocos días de conocerla, su madre me pidió que la fotografiara cantando para tener un recuerdo gráfico de esa faceta suya. Pues bien, al oír aquella maravillosa voz de soprano de coloratura cantando el O mio babbino caro de Puccini -según me apuntaron más tarde, claro-, pensé: ¿Quién es esta persona? ¿Cómo es posible que siendo tan joven cante de esta manera tan brillante y, sobre todo, aparente una enorme madurez?

Decíamos al principio que solemos asociar el concepto de madurez con la edad, pero ¿no será que lo que tiene que ver con la edad es la experiencia vital, mientras que eso que representa lo que entendemos por madurez tiene mucho más que ver con el destino? 

Indudablemente, el ambiente social y, sobre todo, el mundo familiar, condicionan enormemente las posibilidades para desarrollar nuestras aficiones, así como esas otras actitudes naturales que nos acompañan desde que nacemos, pero, más allá de estos importantes, aunque no excluyentes condicionantes, está claro que venimos al mundo con todo aquello que más adelante seremos. Simplemente se trata de saber llegar -o de acertar- para que se cumpla nuestro destino. 

Evidentemente Lucía ha nacido madura y con un vacío interior que le llenan el canto y la música. Ahora lo que necesita es tiempo y silencio, mucho silencio.

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