Pulso político

Pedro Sánchez: 100 días de escándalos y corrupción

El hedor a corrupción es tan insoportable que en el PSOE ya no se puede ni respirar. Pero Sánchez es capaz de taparse la nariz y resistir: ha indultado a delincuentes, ha abaratado la malversación, ha amnistiado a corruptos y terroristas y es capaz de todo para mantenerse en el poder

El exministro y diputado del PSOE José Luis Ábalos, en un pleno que el Congreso.

El exministro y diputado del PSOE José Luis Ábalos, en un pleno que el Congreso. / EFE

Mirian Guardiola Salmerón

El escándalo Koldo ha estallado como una granada en el epicentro del PSOE y amenaza con salpicarlo todo y a todos. Una trama de corrupción digna de Mario Puzo y que lleva ya la banda sonora de Nino Rota.

«No he querido saber, pero he sabido», comenzaba la inolvidable novela de Javier Marías, Corazón tan blanco. No es creíble que Pedro Sánchez desconociera lo que en su Gobierno estaba ocurriendo. Pedro Sánchez lo sabía y lo tapó. Por eso prescindió de Ábalos. La UCO apunta a Sánchez y destaca que el gran contrato del caso Koldo con más de 8 millones de euros pasó por el Consejo de Ministros. La Justicia apunta a los ministerios de Transportes, Sanidad e Interior.

Pedro Sánchez lo sabía. Se deshizo de su hombre de confianza como el que se deshace de algo que le incomoda. Un sacrificio de cortafuegos para proteger al líder. Ábalos, el hombre que un día lo fue todo en el PSOE y en el Gobierno, y al que le abrían las puertas de todos los ministerios, desterrado al grupo mixto y exiliado del paraíso, ahora viaja sin chofer «solo y sin secretaria» (sic). Como el común de los mortales.

Lo que no hicieron las maletas de Delcy, la droga y la prostitución de los ERE, o el Ramsés y las mariscadas del Tito Berni lo ha conseguido el clan Peugeot (Ábalos, Cerdán y Koldo): tambalear los cimientos del PSOE y marcarlo para siempre como un partido de la corrupción. El clan Peugeot, con Koldo al volante, acompaña ahora a Pedro Sánchez en su camino a la perdición. Son los protagonistas de un escándalo investigado por la Justicia y por la Fiscalía europea.

Intermediarios, mediadores y conseguidores en una de las tramas más turbias de corrupción política que se recuerdan en décadas: con (todas ellas presuntas hasta que no se demuestre lo contrario) mordidas millonarias a contratos públicos, comisiones ilegales, desviación de fondos, estafas, rescates a empresas y todo tipo de actividades turbias encuadrables fácilmente en un amplio y variado articulado del Código Penal que amenaza con dinamitar el débil andamiaje del prestidigitador Sánchez. Ya no le quedan conejos que sacar de la chistera, se le acabaron los trucos.

El hedor a corrupción es tan insoportable que en el PSOE ya no se puede ni respirar. Pero Sánchez es capaz de taparse la nariz y resistir: ha indultado a delincuentes, ha abaratado la malversación, ha amnistiado a corruptos y terroristas y es capaz de todo para mantenerse en el poder.

Con la Justicia señalando a altos cargos del PSOE, al propio Gobierno de Sánchez y a Gobiernos autonómicos socialistas, la trama se complica por momentos. Es solo la punta de un iceberg sucio y oscuro que ha metido al PSOE en un laberinto del que es difícil salir.

La sombra de Ábalos es alargada, tan alargada que apunta incluso a la tercera autoridad del Estado, convirtiendo al PSOE en un lodazal pantanoso en estado de descomposición. Armengol no puede seguir ni un momento más al frente del Congreso. Debe dimitir. Cada día nos levantamos con un nuevo capítulo, nuevos escándalos y nuevos implicados. La trama continúa y el culebrón sigue su curso, pero el cerco se estrecha en torno a Sánchez.

Los tentáculos de la trama Koldo están salpicando a varias comunidades, y el PSOE de la Región tiene que aclarar si alguna de esas ramificaciones podría afectar a cargos de su militancia. Lo que ha desvelado esta trama es que, al margen del lucro económico de algunos, el PSOE ha convertido todas las instituciones públicas al servicio del Gobierno en una agencia de colocación, enchufando a amigos y familiares con el nepotismo campando a sus anchas. Ni socialismo, ni progresismo: puro sanchismo.

Los cien primeros días de gobierno han estado marcados por la amnistía y la corrupción. Acostumbrados como nos tiene el PSOE a tapar un escándalo con otro más grande, en estos tiempos líquidos en que vivimos, de la cultura del envase y de la memoria cortoplacista, no podemos olvidar que estos 100 primeros días de corrupción y escándalos se ha caracterizado por traspasar todas las líneas rojas de un demócrata, pervirtiendo nuestro sistema constitucional, socavando la independencia del Poder Judicial, la separación de poderes e intentando controlar al Poder Legislativo, con aberraciones tales como amnistiar a delincuentes, terroristas y corruptos y dar impunidad a cambio de poder. Algo huele a podrido y está en proceso de descomposición.

Dice el PSOE de Sánchez que les repugna la corrupción, pero conviven con ella y han convertido su política en un lodazal. Porque caer, no ha caído nadie. El secretario general del PSOE ha dicho que quien hace algo ilícito, debe pagar por ello. Pedro Sánchez ha dicho que quien la hace la paga, pero pagar no consta que nadie haya pagado aún nada.

Lo más lamentable del asunto es que mientras muchas personas morían y sufrían en la pandemia, algunos se lucraron con el dolor ajeno e hicieron caja de esa tragedia. Dijeron que saldríamos más fuertes de la pandemia. Lo que nunca nos dijeron es que algunos salieron más ricos.

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