Café con moka

Varias vidas

Mónica López Abellán

Mónica López Abellán

Hay una expresión de una compañera y amiga que, casi cada mañana, compartimos en nuestros clásicos buenos días, pasados unos minutos de las nueve de la mañana, que podría explicar muy bien la realidad cotidiana de una madre. Así, en los primeros comentarios que intercambiamos una de las dos -es algo que yo también he incorporado como axioma- repite como un mantra: «Cuando entro por esta puerta, yo ya llevo una vida vivida».

Y es que, desde que tengo hijos, el caos se ha apoderado de mi vida. Da igual cuanto madrugue, da igual que me acueste la última o los cuadrantes y listados que haga, el desbarajuste -como nos decía mi abuela cuando andábamos mal vestidas- siempre hace acto de presencia, antes o después. Y eso que yo lucho frente a esto con mi mente cuadriculada y mi pasión por las agendas y los ‘post-it’. Sin embargo, día a día me enfrento a la anarquía de mis dos pequeños insurrectos.

Y es que, cuando aparco el coche en la puerta de mi trabajo, ya he hecho dos camas, he vestido y peinado a tres personas -incluyéndome a mí-, he dado el desayuno a dos y, con suerte, me he podido tomar un café corto rápido, he puesto un lavavajillas y una lavadora, he preparado las mochilas de dos y los he dejado en sus respectivos centros. Normal que, a veces, llegue cansada.

Pues bien, a todo esto se le sumaba esta semana una pequeña intervención quirúrgica, la rotura e indisposición definitiva del coche familiar -que hemos tenido que cambiar en tiempo récord para poder seguir funcionando- y la llegada a casa de unos actores italianos: Claudia y Luca, que pasarían con nosotros casi 10 días.

Sin duda, con dos niños tan pequeños y el ritmo de vida que llevamos, esta ‘adopción’ temporal podría parecer, sin duda, un suicidio. Sin embargo, en esta casa nos va la marcha. Participar, por segundo año consecutivo ya, de esta especie de intercambio está siendo tremendamente enriquecedor. No solo para nosotros, sino fundamentalmente para nuestros hijos, que viven un ambiente, digamos, poco frecuente para sus edades.

La iniciativa Adopta un Comediante, organizada dentro de la Semana de la Comedia del Arte de Lorquí, ha llenado nuestro hogar de máscaras renacentistas, de historias increíbles y de personajes de lo más extravagantes. Hemos bailado y escuchado música italiana en familia y mi hijo ha aprendido a moverse como un auténtico arlequín, con esos pequeños pasitos con los que parece flotar cuando camina.

Y es cuando pienso en todo esto que lo de vivir más de una vida en un solo día deja de parecerme una queja para convertirse en un auténtico privilegio.

Suscríbete para seguir leyendo