Noticias del Antropoceno

La producción publicitaria está volviendo a cambiar

Me quedé a precio de saldo con los Macintosh del recién cerrado 'Diario de Cartagena'

Dionisio Escarabajal

Dionisio Escarabajal

Me licencié en Publicidad y Relaciones Públicas en 1979, en la Universitat Autónoma de Barcelona. La vida no me dio mucho margen para dormirme en los laureles porque inmediatamente fui llamado a filas como soldado raso (los veranos no estaba yo disponible para milicias universitarias precisamente). De finalizar la mili a montar una familia con nuestra pequeña bebé incluida pasó menos de un año. El plan en principio habría sido quedarme en Barcelona, donde tenía varias puertas abiertas en agencias de publicidad de primera línea. No es que yo apuntara a creativo brillante -que, por supuesto-, es que Barcelona era en aquel momento la meca de la industria publicitaria en este país y en mi promoción erámos escasos doce matriculados. 

Nuestros profesores eran altos directivos y empresarios de agencias publicitarias de postín, como José Luis Segura (creativo, entre otra docena de campañas célebres, de Marie Claire, un panty para cada mujer) o el director general de JWT. Para zanjar la cuestión sin más preámbulos citaré que mi profesor de Tecnología era nada menos que Joan Fontcuberta, que nos enseñaba fotografía entre otras cosas. No eran solo profesores. Con tan pocos en clase (los fijos éramos media docena como mucho) se convirtieron en amigos y nos trataban como futuros colegas.

Esa precipitación, y la necesidad de sacar adelante una familia, hizo que tuviera que crear mi primer proyecto empresarial con casi nulo capital y, sobre todo, con escaso conocimiento de la producción gráfica. Ese aspecto no era impedimento serio, porque la publicidad en Cartagena era monocanal. Los anuncios en prensa eran marginales en comparación con Radio Juventud de Cartagena, que absorbía el 90% de la facturación publicitaria. Me adapté al mercado y monté en mi oficina un estudio de grabaciones que manejaba un socio y amigo pamplonica. En aquel estudio de grabaciones ‘in house’ produjimos campañas que se hicieron famosas para discotecas como Trips y Plató, o bares como Rockefeller y La Calle. Éramos jóvenes y ese era nuestro nicho natural.

Hasta que Apple lanzó el Macintosh para facilitar la producción gráfica, producir el arte final de un anuncio para prensa o un folleto costaba una semana o un mes. Después, podía resolverse en un día con uno de los tres ‘cabezones’ (los Macintosh) que tuve oportunidad de quedarme a precio de saldo por la liquidación del recién cerrado Diario de Cartagena. Fue una iniciativa ruinosa para Jesús Sánchez Carrascosa, pero a nuestra agencia, TAM TAM, nos salvó el culo de retruque. Nadie nunca nos llegó a la altura en el medio prensa a partir de ahí. Y ahora me está pasando otra vez, en medios digitales multimedia, con las nuevas aplicaciones de IA para generar creatividad. Pues en eso estamos ahora bajo la dirección de Dionisio Escarabajal Magaña. 

Al fin y al cabo, me salieron los dientes con las nuevas tecnologías disruptivas de la información. Solo hay una cosa que permanece en libre mercado, y es es el propio cambio.

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