Crónicas de Titiriturcia

¡El escaño es mío, cabrones!

Los que ya tenemos cierta edad hemos visto muchas cosas, y la política es, probablemente, la mayor generadora de basura y corrupción en cualquier ámbito de la sociedad

El exministro José Luis Ábalos.

El exministro José Luis Ábalos. / Javier Lizón / EFE

Antonio López

Antonio López

Esta semana nos hemos visto descorazonados, una vez más, por un nuevo escándalo político: el diputado valenciano José Luis Ábalos ha vuelto a ser noticia por su vinculación a una trama de corrupción por la compra de unas partidas de material sanitario durante la pasada pandemia. Un exasistente personal y hombre de confianza de Ábalos, Koldo García Izaguirre, fue detenido por agentes de la Guardia Civil, acusado de presunto cobro de comisiones ilegales en la compra de mascarillas. El que fuera todopoderoso ministro de Transporte y número tres del PSOE con Pedro Sánchez ha negado cualquier implicación en la trama, negándose a entregar su acta de diputado a petición del Partido Socialista, ante lo cual ha sido suspendido de militancia cautelarmente como respuesta a la decisión de pasar a formar parte del grupo mixto del Congreso de Diputados.

La trayectoria del exministro es cuanto menos peculiar: nacido en Torrente (Valencia) en 1959, es hijo del torero Heliodoro Ábalos ‘Carbonerito’, natural de Carboneras de Guadazaón (Cuenca). Su primer empleo conocido fue como empleado en una tienda de souvenirs, posteriormente lo hizo en una gestoría y en una empresa familiar de muñecas artesanales, cursó estudios de maestro de primaria y durante 1976 y 1978 militó en el Partido Comunista, en 1981 se pasó al PSOE. Su única experiencia profesional como docente duró tres meses en un colegio de Quart de Poblet, en Valencia.

Una vez convertido en militante con carnet socialista, inició su andadura política pasando por diferentes cargos municipales y autonómicos: concejal, secretario, portavoz y diputado, hasta 2018, cuando es nombrado ministro de Fomento por Pedro Sánchez, hasta el 10 de julio de 2021, fecha en la que es cesado por diversos asuntos, terminando en una serie de escándalos por su excesiva afición a los prostíbulos, que llegaron a trascender a la opinión pública, ocasionando un serio problema por el deterioro de imagen del Gobierno y, por supuesto, del Partido Socialista.

Cómodamente apoltronado en su escaño del Congreso de los Diputados durante los últimos tres años, la estela de su gestión como ministro le ha perseguido a través de su presunta implicación en el caso de corrupción, protagonizado por el que fue su hombre de confianza, Koldo García, un hombre que pasó de ser portero de un puticlub a consejero delegado de diferentes empresas dependientes del ministerio de Ábalos, por obra y gracia de… ni se sabe, con el poder suficiente para gestionar operaciones millonarias de las que él y sus compadres obtuvieron comisiones que hicieron saltar las alarmas, provocando la investigación de la Guardia Civil, descubriéndose así la trama en la que el último responsable sería el propio exministro.

Los que ya tenemos cierta edad hemos visto muchas cosas, y la política es, probablemente, la mayor generadora de basura y corrupción en cualquier ámbito de la sociedad. El caso de Ábalos ni es el primero ni será el último. Recuerdo perfectamente la última etapa de Felipe González como presidente con escándalos constantes: el GAL, la Expo de Sevilla, las Olimpiadas de Barcelona, Roldán, el Fali, Juan Guerra, los fondos reservados, etc. Todo esto y algunas movidas más le costaron a los españoles 2.000 millones de pesetas de déficit. Parece ser que la deuda que nos va a dejar Pedro Sánchez también será de 2.000 millones, pero esta vez de euros, y en esa cantidad estarán incluidas las mascarillas de Ábalos y Dios sabrá qué más, pero, al ritmo que vamos, tendremos que vender el Acueducto de Segovia para pagar los inventos de Sánchez.

Creo que ha quedado bastante claro lo que necesita cualquier hijo de vecino para dedicarse a la política y conseguir llegar a ser un alto cargo: es fundamental escoger un partido con posibilidades de gobernar, apuntarse cuanto antes y comenzar a devorar ojetes a diestro y siniestro, de la elección de los ojetes en cuestión dependerá la velocidad de la escalada en el organigrama del partido. Es importante machacar a cualquiera que suponga competencia, en política no hay amigos, solo competidores, y en esta guerra no se pueden dejar heridos.

Si eres suficientemente avaricioso, amoral, trepador, pelota y ambicioso, es posible que algún día tengas un sillón, pero no te equivoques, los cargos siempre son prestados, ahí estará tu habilidad para mantenerte el máximo tiempo posible, todos tus subalternos te acecharán esperando el momento de apuñalarte para ocupar tu puesto, y no tengas la menor duda, antes o después llegará uno más joven, listo, guapo, o simplemente más avaricioso que tú, y ese día habrá terminado tu carrera política.

Cuando llegue ese momento, guarda las apariencias y mantén la dignidad que no tuviste el día que decidiste hacerte político, no lloriquees ni amenaces con ‘tirar de la manta’, se acabó el sueldo, las dietas, las comisiones (en el caso de que las hubiere), el coche oficial y todas las prebendas inherentes al cargo. Recoge tus cosas del despacho y vete a tu casa, siempre te quedará la posibilidad de trabajar en algo decente, cuando se te pase la depresión, claro está.

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