Cartagena D.F.

Daños internos

Lo de la traición entre aliados es más frecuente de lo que puede parecer en un principio

El exministro José Luis Ábalos.

El exministro José Luis Ábalos. / Fernando Villar / EFE

Andrés Torres

Andrés Torres

Si discutes, te enfadas o te menosprecia alguien ajeno, que no conoces de nada y que no tienes ningún interés en conocer, te resbala. Por el contrario, si la discusión o el desencuentro procede de alguien cercano, al que aprecias y forma parte de ti, tu estado de ánimo se ve alterado, tu cabeza no deja de darle vueltas y te puede causar dolor. Quien más nos quiere, a quien más queremos, a quien más unidos nos sentimos, también es quien más daño nos puede hacer.

La vida y la historia en general están llenas de decepciones. Seguro que alguna vez nos ha defraudado alguien cercano. O nosotros le hemos fallado a ese alguien.

Algo así debe andar por las cabezas del exministro Ábalos y del presidente Pedro Sánchez estos días, con la repentina incursión entre ambos en su casa de los líos de la presidenta del Congreso. La política los unió como aliados casi incondicionales, contra el viento y la marea que agitaban contra ellos en su propio partido. Después, el tiempo, o vete tú a saber qué, hizo que esa unión se resintiese, y el exministro pasó a un plano secundario. Ahora, que vienen curvas más que peligrosas, nadie conoce a nadie. 

Ni uno está dispuesto a ofrecer su cabeza en una bandeja de plata ni el otro a ser leal a costa de ser arrollado por la corrupción. Por la que hay de verdad, pero también por la arrolladora opinión pública contra la que poco o nada hay que hacer cuando la desvergüenza alcanza la cumbre del escándalo más despreciable. Así, cuando vienen mal dadas, es cuando se revelan las amistades reales, pero también las falsas, las basadas en el puro interés mutuo, disfrazado de confianza. Cualquiera puede ser nuestro Koldo del alma, nuestro íntimo amigo al que le dejarías a cargo tus hijos. Hasta que se levanta la alfombra y comienzas a desplegar la retahíla de expresiones: «Si te he visto, no me acuerdo», «sálvese quien pueda», «que cada palo aguante su vela», «quien la haga que la pague» o «cómo me las maravillaría yo». Y olé. Lo dejó impreso para la eternidad el autor de Las Crónicas de Narnia, C. S. Lewis: «Nos reímos del honor y luego nos sorprendemos de encontrar traidores entre nosotros». Yo me pregunto cuántos de los que se ríen son tan traidores como el traicionero. Lo evidente es que el daño es superior cuando quien falla a nuestra confianza es de los nuestros, cuando la oposición viene de dentro.

Lo de la traición entre aliados es más frecuente de lo que puede parecer en un principio. Y seguro que es un término excesivo para referirse a la relación entre los dos partidos que conforman el Gobierno regional, PP y Vox. Lo que no escapa a nadie es que mientras los de Abascal mantienen su erre de que hay que modificar la Ley del Mar Menor para salvarlo de verdad, llevan a sus compañeros de Ejecutivo a una situación incómoda, a mostrar una pose de indefinición que no le hace ningún favor a su imagen ni credibilidad. 

Vamos, que la firmeza con la que Antelo autoemerge como el salvador legislativo de nuestra laguna de los huevos de oro hiere más los intereses de los populares que cualquier proclama del líder de los socialistas. Otra vez la peor oposición es la que surge de dentro.

El escalón de la política local no escapa de estos ‘amores que matan’. No me refiero a que las aliadas de Gobierno del mandato anterior hace tiempo que no se soporten, sino a que el pleno de nuestro Ayuntamiento se ha tenido que poner serio ante las proclamas anexionistas del alcalde de Mazarrón para hacerse con Isla Plana y La Azohía, escudado en la insatisfacción vecinal por los escasos servicios municipales prestados, como si en Mazarrón no la hubiera. De paso, desde El Algar han aprovechado el paso ‘el Pisuerga por Valladolid’ para preguntar «¿qué hay de lo mío?», de modo que a unidad de nuestro municipio se resiente y se siente más desde dentro si cabe que cuando procede de tus propios vecinos, que no te quieren y prefieren irse con otro. Salvo que sea una ‘pataleta amorosa’ para conseguir que te mimen más.

Termino ya para no aburrirles y porque, en realidad, casi todo está ya escrito y la mayoría de las veces no hace falta tanto espacio para decir lo que se puede resumir en una sola frase de todo un clásico como William Shakespeare: «Hay puñales en las sonrisas de los hombres; cuanto más cercanos son, más sangrientos». Al fin y al cabo, en la génesis de la civilización humana heredado de nuestra cultura cristiana, Abel fue asesinado por su hermano Caín. 

Lo dicho, nada nuevo.

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