Cartagena D.F.

¿Juntos o revueltos?

Nuestra Semana Santa es uno de los principales reclamos turísticos de la ciudad, que ocupa un papel protagonista en la Feria Internacional del Turismo de Madrid (FITUR). Lo malo es que esa promoción solo sea útil para diez días y no hayamos sido capaces de aprovecharla más allá

El cartel de Semana Santa de Cartagena 2024.

El cartel de Semana Santa de Cartagena 2024. / Iván Urquízar / LMU

Andrés Torres

Andrés Torres

Pocas cosas nos ponen tan de acuerdo a los cartageneros como la grandeza y espectacularidad de nuestra Semana Santa, la primera de la Región en ser declarada de Interés Turístico Internacional, en el año 2005.

Los turistas y visitantes que la disfrutan suelen quedar impresionados por nuestras procesiones. Son los diez días más intensos en Cartagena y, aunque decimos que aquí la Semana Santa se vive todo el año, solo es verdad para unas decenas de cofrades que velan y cuidan su patrimonio y se encargan, con el sacrificio de su tiempo y esfuerzo, de que las procesiones sean una realidad año tras año. Para el resto, la Semana Santa se acaba con la última salve a la Virgen del Amor Hermoso. También para los turistas.

Las esculturas y los tesoros que se exhiben en los desfiles vuelven a quedar encerrados y, prácticamente, olvidados en las capillas y en las cajas de los almacenes de las cofradías, hasta que toca sacarlos de nuevo el año siguiente.

A diferencia de otras ciudades, donde sus fiestas grandes son las Fallas, los Sanfermines o las Fiestas de Primavera, en Cartagena, con el permiso de los Carthagineses y Romanos, nuestra gran fiesta es la Semana Santa. Además, es uno de los principales reclamos turísticos de la ciudad, que ocupa un papel protagonista en la Feria Internacional del Turismo de Madrid (FITUR). Lo malo es que esa promoción solo sea útil para diez días y no hayamos sido capaces de aprovecharla más allá.

El capellán marrajo pregonó la Semana Santa de este año el pasado sábado. Tras ensalzar la riqueza, belleza y majestuosidad de nuestros desfiles, reivindicó un espacio donde mostrar todo ese patrimonio durante todo el año, en lugar de dejarlo oculto en los almacenes. Destacó que sería un nuevo y gran referente turístico para la ciudad.

Un museo de la Semana Santa de Cartagena es un viejo anhelo para muchos procesionistas, que estuvo muy cerca de convertirse en realidad a principios de este siglo. Durante más de cinco años, las cofradías disfrutaron de la cesión del Palacio de Molina, en la calle Jara, para exponer su excelso patrimonio. Hasta se constituyó una fundación con dos patronos para el sostenimiento de las instalaciones e, incluso, se nombró a un director. Llegó a ponerse un gran cartel en la fachada de este inmueble del centro histórico anunciando que era el ‘Museo de Semana Santa’, pero esa espera de cinco años no sirvió para nada. La Junta de Cofradías se mostró incapaz de abrir su museo, el Ayuntamiento se cansó de tenerlo vacío y retiró la cesión a los procesionistas y el cartel de la fachada, que sustituyó por el que luce en la actualidad con la leyenda ‘Palacio de Molina’.

Llama la atención que fuera, precisamente, el capellán de los morados quien resucitara este recurrente debate, porque su cofradía está en plena fase de desarrollo de un museo de los marrajos en pleno casco antiguo. Ante la evidente imposibilidad de un acuerdo entre hermandades para llevar a cabo un proyecto común, la alternativa de cuatro inmuebles que luzcan el patrimonio de sendas cofradías cartageneras se antoja una solución más viable, dada la idiosincrasia de californios y marrajos, más dados y acostumbrados a adoptar decisiones de forma independiente que a acometer proyectos en común. Uno de los últimos ejemplos se observa en las redes sociales. ‘X’ alberga la cuenta @JCofradiasCT, donde aparece como foto principal el cartel de la Semana Santa de Cartagena de 2017 y la última publicación es de junio de 2018.

Cada cofradía, por libre, se esfuerza por sacar adelante sus iniciativas y proyectos. Y cada una lo hace con su especial singularidad. Sin embargo, cuando se trata de algo tan sencillo como habilitar una página web única de la Semana Santa de Cartagena gestionada por las cofradías, como se propuso a raíz de esa declaración internacional, siempre se trunca, bien por falta de acuerdo, bien por la escasa y quizá también forzada voluntad de ir de la mano. Si hasta la elección del cartel de cada año es algo en lo que se turnan sin que el resto de las cofradías se entrometan cuando le toca a otra.

Hay quien sostiene, y tal vez no le falte razón, que esa rivalidad bien entendida entre las cofradías más numerosas de la ciudad es, precisamente, lo que ha situado a nuestras procesiones entre las grandes de España. Desde que me adentré vagamente en el mundo cofrade, siempre he escuchado eso de que la Junta de Cofradías solo sirve para recoger el cheque con la ayuda municipal. Es el reproche habitual de muchos ante lo infructuosos que han resultado la práctica totalidad de los proyectos que han afrontado conjuntamente. Admito que siempre había sido de esa opinión, pero ¿quién sabe? Puede que el auténtico error sea de quienes se empeñen en unir y mezclar lo que nunca lo estuvo y lo que no lo necesita. Puede que nuestra Semana Santa sea única e irrepetible también por la singularidad e independencia de cada hermandad. Y puede que la Junta de Cofradías no deba malgastar más esfuerzos en abordar proyectos juntos, sino en servir de organismo para gestionar las cuestiones comunes que les afecten o beneficien, como el ejemplo de las sillas del año pasado, así como para garantizar las buenas relaciones entre hermanos, aunque luzcamos túnicas de distintos colores, y preservar la grandeza de nuestra Semana Santa. ‘Juncti sed non uncti’ (juntos pero no revueltos).

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