Café con moka
Ser o no ser
Vivimos en una sociedad polarizada donde se trata siempre de encasillar y poner etiquetas a lo que no vive en nosotros. Muchas veces no sólo a una persona, sino a todo un grupo, familia o situación
No me remito a la tragedia shakespeariana de Hamlet. Tampoco a un ser existencialista que roce lo trascendental y único, pero sí a otro tipo de tragedia: cotidiana y cercana a todos nosotros. Una tragedia no percibida en muchos casos como tal, pero que, sin embargo, no dudo de calificar con ese sustantivo, aunque no muera nadie, a priori, aunque las lágrimas y sudores vayan por otros derroteros.
Vivimos en una sociedad polarizada donde se trata siempre de encasillar y poner etiquetas a lo que no vive en nosotros. Muchas veces no sólo a una persona, sino a todo un grupo, familia o situación. Permítanme afirmarlo: eso no deja de ser una simpleza, una torpeza que suele conllevar muchos desatinos. Ideas que se anquilosan y cuestan décadas y décadas recolocar.
No entiendo por qué nos gusta -incluso forzamos, en ocasiones- que los que nos rodean se posicionen en una u otra postura, en este partido o en su adversario, en una forma de ver la vida o en la opuesta. La vida es compleja, los individuos también los somos y yo me considero, como otras muchas personas, afín a determinadas posturas aunque nunca inamovibles, en todo hay luz y sombra. Creo que esto es un signo de madurez. Los años me han enseñado que todos tenemos contradicciones, que poner una idea por encima de la persona, odiar incluso al que no nos apoya en lo que creemos verdadero y único, no es sino una forma pobre y torpe de estar en el mundo.
Todo esto viene al hilo de una conversación que sucedía en otro día en casa junto al Hombre del Renacimiento y unos amigos. Muchos artistas, intelectuales, han sido denostados por sus ideas en algún momento de su trayectoria, otros, en cambio, siempre ensalzados y subidos al podium de los intocables. Ni una cosa ni otra.
El genial poeta y Premio Cervantes Luis Rosales es buen ejemplo de ello. Rosales es una de las voces más altas de nuestra lírica del siglo XX. Un hombre de palabra precisa y exquisita. En el estallido de la Guerra Civil se posicionó en el bando fascista, principalmente por sus ideas católicas, y, a la vez, cobijó en su casa familiar a su amigo Federico García Lorca, tratando de protegerlo. Nunca superaría el fusilamiento de su amigo, al que quería y admiraba profundamente. No mucho tiempo después, el poeta empezó a desvincularse de todo lo relativo al bando fascista para, posteriormente, ir virando hacia una ideología más de izquierdas y contraria a Franco.
Mucho se le marcó a Luis Rosales años después por este posicionamiento inicial. Incluso despreciando la altura de su escritura por mentes de pocas miras. Sirva este ejemplo para reflexionar sobre cómo juzgamos, clasificamos y condenamos. No estar contigo, no quiere decir que esté contra ti, porque como genialmente escribió y cantó Aute: «El pensamiento es estar siempre de paso, de paso...».
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