Verderías

Paisaje de ley

El paisaje es el marco en el que todas las cosas ocurren y el escenario que da sentido a que todas las cosas ocurran, y por eso esta característica geográfica resulta tan potentemente capaz de representar la historia, la cultura y la identidad de una tierra.

Barrancos de Gebas

Barrancos de Gebas

Herminio Picazo

Herminio Picazo

El Consejo Económico y Social de la Región de Murcia nos tiene acostumbrados a alumbrar excelentes estudios, informes y dictámenes, siempre oportunos y siempre representando la independencia, el ascendiente, la transversalidad, la apertura de miras, el rigor y la capacidad de anticipación que son ya marca de la casa.

Aunque resulte un poco feo decirlo, porque yo he formado parte de la cosa, ayer el Consejo lo volvió a hacer. Presentó un estudio sobre planificación urbanística y del territorio en la Región de Murcia y lo hizo además con una interesante jornada de debate que contó no solo entre los ponentes sino también entre el público, con especialistas en urbanismo y territorio que tienen mucho que decir.

De entre la gran cantidad de cosas que el estudio plantea, quería resaltar aquí una que, lógicamente, apenas dio tiempo a perfilar en las jornadas y que realmente está en el meollo de las necesidades territoriales. Se trata de la relevancia de considerar el paisaje en toda la planificación y en todas las formas de actuación sobre el territorio. De hecho, el trabajo presentado por el CES recoge la conveniencia de elaborar una ley específica en materia de paisaje para la Región de Murcia, siguiendo el ejemplo de otras comunidades autónomas.

Porque si hay algo capaz de definir a una tierra, a un espacio y a un modo social de vida, ese algo es el paisaje en el que toma contexto ese preciso modo de vida. El paisaje es el marco en el que todas las cosas ocurren y el escenario que da sentido a que todas las cosas ocurran, y por eso esta característica geográfica o estética de los territorios, o ese conjunto de parámetros que pueden percibirse (o como se quiera definir algo que es a la vez tan intangible como cierto), resulta tan potentemente capaz de representar la historia, la cultura y la identidad de una tierra. Que no es poca cosa.

El paisaje es, además, un poderoso catalizador de las emociones más primarias, tanto individuales como colectivas. Desde la sensación agradable derivada de la contemplación de lo bello a la desolación que trasmiten los paisajes destrozados, pasando por los más sugerentes recuerdos asociados a la remembranza de los paisajes infantiles. El paisaje es tanto realidad como historia, tanto ambiente como cultura, tanto parámetro de estudio como emoción colectiva, tanto el escenario de los procesos como el sufridor o más raramente el beneficiario de los procesos mismos.

Por eso la idea central debería ser que no es bueno aplicar en la región unas dinámicas de desarrollo que no tengan radicalmente en cuenta las necesidades de los paisajes, que son en definitiva nuestras propias necesidades, las culturales, las ambientales, las económicas, las turísticas y hasta las identitarias.

 Y para eso todos los agentes y ciudadanos que intervienen en el territorio deben tener una misma vocación de gestionar, conservar y, si toca, recuperar eficazmente los paisajes.

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