Limón&Vinagre

Nicolas Sarkozy: Con alzas en la política y en los zapatos

Sarkozy, como buen francés, hizo las cosas de otra manera, buscando financiación donde la hubiera, sin importarle su origen ni los métodos para conseguirla

El expresidente francés Nicolas Sarkozy, en una ceremonia en el Arco del Triunfo de París, el pasado año.

El expresidente francés Nicolas Sarkozy, en una ceremonia en el Arco del Triunfo de París, el pasado año. / Ludovic Marin / AP

Albert Soler

Todos los países tienen su pequeño Nicolás, y el de Francia se llama Sarkozy (pronúnciese como si llevara acento en la y, los franceses son así). Sucede que a Sarkozy no le gusta ser pequeño, y menos si tiene que ponerse al lado de su mujer, la exmodelo Carla Bruni, así que usa zapatos con alzas. Gracias a esa cuña interior que ocultan sus Bertulli (italianos, como está mandado), su exiguo 1,65 de altura aumenta en siete centímetros, y no contento con eso, añade por su cuenta un tacón con más centímetros de lo habitual. En resultado son doce centímetros más de altura en total, que a él le sirven para acercarse a la estatura de su señora (1,76) pero que, sobre todo, nos sirven a los demás para comprobar que hasta los más poderosos tienen complejos. Nada reconforta más que comprobar que quienes tienen poder y dinero a espuertas son en el fondo tan desgraciados como todo el mundo. Incluso más, ya que todo lo que poseen o poseyeron se muestra insuficiente ante lo único que anhelan y que jamás tendrán. Unos centímetros de más, en el caso de Sarkozy.

Al pequeño Nicolás francés le gusta también el poder, es de suponer que para seducir a una mujer como Carla Bruni algún mérito hay que tener, no basta con saber decir «je t’aime» con acento impecable, eso en el país vecino lo saben hacer hasta los niños. Descartada la altura y perdida ya hace años la juventud, la única opción era regresar a la política por la puerta grande y confiar en que la llamada «erótica del poder» no fuese un mito, aunque para ello tuviera que utilizar también alzas. Las alzas en política, igual que en la estatura física, sirven también para llegar donde no llega uno por sí mismo, y reciben el nombre de «financiación ilegal». Suelen usarse por políticos de todo el mundo, de hecho, cada pueblo tiene sus propias costumbres al respecto. Por ejemplo, en Cataluña se ha usado como alza política la mordida del 3% que debía pagar todo empresario que pretendía trabajar con la Generalitat. Un sistema que ha llegado a estar tan interiorizado que a nadie se le ocurrió que pudiera ser ilegal: tu pagas la comisión, yo te adjudico un contrato, o hinchas el precio para recuperar lo que me has tenido que pagar, y todos contentos. Todos excepto los ciudadanos, que son quienes terminan pagando, pero como éstos tampoco se enteraban, y si se enteraban consideraban que mejor que nos roben los nuestros que los de fuera, no pasaba nada.

Buscó financiación

Sarkozy, como buen francés, hizo las cosas de otra manera, buscando financiación donde la hubiera, sin importarle su origen ni los métodos para conseguirla. En Francia los niños no llegan con un pan debajo del brazo, sino con una baguette, lo cual les confiere desde bien pequeñitos unas señas propias de identidad que conservan hasta su entrada en política. Además, los ciudadanos franceses tienen una educación democrática más consistente que los catalanes, y es dudoso que allí se conformen con que les roben los suyos para que no les roben los demás, con lo que las comisiones del 3% quedaban descartadas, se hacían necesarios otros sistemas recaudatorios. Sarkozy los encontró, vaya si los encontró, aunque lo malo es que también los ha encontrado la justicia, que en Francia no parece tratar con la misma consideración a los políticos corruptos como en España, así que el marido de Carla Bruni acaba de ser condenado a un año de prisión por la financiación ilegal de su campaña del año 2012, seis meses de los cuales serán de prisión firme. Si ya estaba acusado de ganar las elecciones de 2007 gracias a la financiación del entonces presidente libio Gadafi -a este juicio deberá enfrentarse en 2025-, esa reciente sentencia demuestra que también acudió con alzas a los comicios que perdió en 2012. Algo podría haber sospechado la justicia cuando en 2011 fue condecorado con la Orden del Toisón de Oro por el entonces rey Juan Carlos: recibir una condecoración de según qué manos, es signo inequívoco de corrupción.

En 2012 Sarkozy llevaba ya cuatro años casado con Carla Bruni, tiempo suficiente para que el aburrimiento conyugal se dejase notar y para que a una esposa le parezcan ridículas situaciones que antes la divertían, como que su marido perdiera doce centímetros al sacarse los zapatos para meterse en la cama, cuando la mayoría de sus anteriores amantes no solo no los perdían, sino que los acrecentaban. Supo que para reavivar el fuego nupcial debía regresar al poder. Nadie le puede reprochar a Sarkozy que, tratando de recuperar la pasión en su relación, intentara un último hurra, aunque fuera a costa de unas nuevas alzas políticas. Fue todo por amor, eso debería servir de atenuante. No en vano fueron los franceses quienes acuñaron la expresión «cherchez la femme». 

Suscríbete para seguir leyendo