Salud y Rock 'n' roll

Justicia y memoria

Es inevitable pensar en aquellas personas que no pudieron ser ayudadas y acompañadas, me produce angustia y dolor, y aunque no sirva de mucho, por cada beso y cada vez que cojo la mano de mi madre, estoy con cada familia que no pudo hacerlo

Imagen de Javier Durán, generada con inteligencia artificial mediante la frase «Se morían igual».

Imagen de Javier Durán, generada con inteligencia artificial mediante la frase «Se morían igual». / @tortondo / X

Belen Unzurrunzaga

Belen Unzurrunzaga

No me cansaré de repetir que si hay una certeza en esta vida, es que nos vamos a ir, y todos tenemos el derecho a nacer y morir con la misma dignidad, atención y cuidados. Por eso, aunque haya pasado una semana y los tractores, sus bocinas y reivindicaciones hoy silencien lo demás, no quiero dejar pasar la oportunidad que tengo a través de esta columna para apoyar a las familias de los 7.291 fallecidos de la comunidad de Madrid o los 318 de la Región de Murcia, que perdieron durante el covid a sus familiares en residencias. Ninguna de las dos Comunidades Autónomas permitió una comisión de investigación para saber qué sucedió, y lo más importante, qué falló para que no se vuelva a repetir. Tan seguros de su gestión no estarán cuando se han escondido como cobardes. Ninguna de las titulares de las Administraciones Autonómicas encargadas de las residencias dieron la cara y se sentaron con esas familias que han perdido a sus seres queridos, no les han cogido de la mano (cosa que ellos no pudieron hacer con sus familiares), no les han dado el pésame y acompañado en su dolor. A la mierda la farsa de homenajes que se sucedieron en los meses posteriores, pura pantomima política.

Los testimonios de sanitarios y filtraciones de informes de la policía local de la Comunidad de Madrid me siguen dejando sin palabras y con un profundo dolor e impotencia. Pero la gota que ha colmado el vaso de mi rabia contenida y lo ha desbordado son las palabras de la presidenta Díaz Ayuso en sesión plenaria la semana pasada : «Había muertos en todas partes, en las casas, en los hospitales, en las residencias, todo colapsado. Mucha gente mayor cuando iba a los hospitales también fallecía. Cuando una persona mayor estaba enferma con esa carga viral, no se salvaba en ningún sitio». Para entendernos: para qué hacer nada si iban a morir igual. Murieron solos, sin cuidados paliativos que aliviaran su dolor, agarrados a las barandillas de sus camas, sin oxígeno, sin morfina, sin una mano tendida ante el miedo que estaban pasando, es desgarrador. Dejaron a los trabajadores de las residencias abandonados, desbordados, teniendo que elegir a quién atender… Por no hablar de los criterios de exclusión hospitalaria por infección respiratoria y otras patologías, jugando a ser Dios y desahuciando en base a una tabla macabra que excluía sin valoración médica, a no ser que tuvieras un seguro privado, donde la cosa cambiaba.

Ayuso: “Cuando una persona mayor estaba grave, no se salvaba en ningún sitio”

Video: Agencia ATLAS | Foto: EP

A menudo pienso que habría pasado sí mamá en esos días hubiera estado en una residencia, y tengo claras dos cosas: o me encierro con ella, como recuerdo aquella hija que lo hizo con su padre, o voy a buscarla y me la llevo a casa, aunque acabe en la cárcel.

Cada día cuando voy a casa le pregunto «¿qué tal estás mamá?». Ella me contesta tres veces «bien», mientras está sentada en su sillón, con las gafas nasales puestas, la máquina de oxígeno a un litro y un humidificador detrás de ella para que el ambiente no esté tan seco. El pulsioxímetro marca 89 de saturación y 90 pulsaciones por minuto, le ha encantado el puré de hoy, zanahorias con ternera y patata, ahora le toca la nebulización y 2ml de morfina para que descanse relajada y sin fatiga. Mientras la acostamos pongo la tele, «mira mamá, Gene Kelly y Leslie Carol, Un americano en París». A pesar de estar cansada, la vida a las diez de la noche pesa demasiado, abre los ojos y comenta conmigo los bailes y la música...

Los cuidados paliativos han llegado a nuestra vida, ella es una luchadora en una carrera de fondo con un final que nadie quiere, donde lo que importa es el camino recorrido, y en ello estamos, recorriendo ese camino, con mucho amor y proporcionándole, gracias al equipo de cuidados paliativos de nuestra sanidad pública, el mayor confort sin dolor. Aunque alguien a quien admiro y respeto hace un par de meses me dijo que llegados a este punto de la enfermedad, la mejor medicina es el amor y la compañía.

Para mí es inevitable pensar en aquellas personas que no pudieron ser ayudadas y acompañadas, me produce angustia y dolor, y aunque no sirva de mucho, o más bien de nada, por cada beso y cada vez que cojo su mano, estoy con cada familia que no pudo hacerlo. 

Justicia y memoria.

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